Un acuerdo asimétrico condicionado por la geopolítica

El reciente anuncio de un "Marco para un Acuerdo en Materia de Comercio e Inversión Recíprocos" entre Argentina y Estados Unidos ha sido presentado por el gobierno como un hito de integración. Sin embargo, un análisis detallado bajo la óptica desarrollista revela una abrumadora asimetría y una cesión de soberanía regulatoria que podría exponer a la industria nacional a una competencia desigual, mientras define el rumbo geopolítico del país.

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El acuerdo se encuentra en una fase de definiciones. Si bien algunos plazos (como el acceso de aves de corral estadounidenses) se fijan en el término de un año, la letra chica y la lista final de productos beneficiados para Argentina están supeditadas a la aprobación del Congreso estadounidense y a la firma final del entendimient
El acuerdo se encuentra en una fase de definiciones. Si bien algunos plazos (como el acceso de aves de corral estadounidenses) se fijan en el término de un año, la letra chica y la lista final de productos beneficiados para Argentina están supeditadas a la aprobación del Congreso estadounidense y a la firma final del entendimient

El pacto, concretado en el marco de la alianza estratégica entre las administraciones de Javier Milei y Donald Trump, no es aún un Tratado de Libre Comercio (TLC) completo, sino un «marco» que establece las bases para profundizar la relación comercial. Su alcance se define por seis ejes principales: la reducción de aranceles y la eliminación de barreras no arancelarias (como el impuesto estadístico y las licencias de importación); el fortalecimiento de la Propiedad Intelectual (PI) en línea con estándares de EE. UU.; la adopción de normativas de Comercio Digital que facilitan la transferencia de datos; la apertura mutua de mercados sensibles, especialmente en el sector agropecuario; la adopción de compromisos laborales y ambientales; y un crucial punto de Seguridad Económica, que implica cooperar para combatir «políticas y prácticas no mercantiles de terceros países».

En términos de plazos, el acuerdo se encuentra en una fase de definiciones. Si bien algunos compromisos se presentan como progresivos (como la eliminación del impuesto estadístico) o con un año de plazo (como el acceso de aves de corral estadounidenses), la lista final de beneficios para Argentina está supeditada a la aprobación del Congreso estadounidense y a la letra chica del entendimiento final.

La peligrosa asimetría: Cesión regulatoria y patentes

El principal punto de preocupación desde una perspectiva productiva es la marcada asimetría de las concesiones. Las ventajas concretas para Argentina se concentran en la exportación de recursos naturales y commodities, buscando el alivio de aranceles estadounidenses para el acero, el aluminio, la carne vacuna y la cooperación en la cadena de minerales críticos (litio).

En contrapartida, Argentina se compromete a una apertura industrial unilateral. Se otorgará acceso preferencial a bienes estadounidenses como medicamentos, químicos, maquinaria, tecnología de la información y vehículos automotores. Esto se agrava con el compromiso de alinear la ley de patentes con los estándares de EE. UU., un punto que es positivo para atraer cierta inversión, pero que históricamente eleva el costo de acceso a la salud pública al limitar la producción local de medicamentos genéricos.

El punto más polémico y riesgoso es la renuncia a la potestad regulatoria nacional: el compromiso de que productos ya aprobados por agencias como la FDA o el USDA ingresarán automáticamente al mercado argentino, sin la exigencia de una evaluación técnica o control propio del SENASA o ANMAT. Esta cláusula elimina las defensas históricas y expone a las Pymes y a la industria nacional (farmacéutica, alimenticia, automotriz) a una competencia más dura, potencialmente con bienes subsidiados, sin estos filtros para arancelarios esenciales para proteger la producción y el empleo.

Sector Argentino Expuesto Concesión Clave a EE. UU. Implicancia para la Industria Nacional
Farmacéutico y Químico Acceso preferencial a medicamentos y químicos. Alineamiento de patentes con estándares de EE. UU. Dificultad para la industria de genéricos, potencial aumento de costos de salud y limitación de la innovación local.
Tecnología e Industrial Acceso a maquinaria, productos de tecnologías de la información, dispositivos médicos y vehículos automotores (incluyendo eléctricos). Exposición de la producción nacional de insumos, Pymes tecnológicas y la cadena de valor automotriz (particularmente, sin una reciprocidad equivalente en la homologación de productos argentinos en EE. UU.).
Agropecuario Ingreso automático de ganado bovino vivo, aves de corral, lácteos y productos cárnicos estadounidenses. La industria local, sobre todo la avícola y láctea, podría enfrentar una competencia de productos subsidiados sin la protección de filtros regulatorios nacionales.
El sentido geopolítico: Alineamiento

Este acuerdo es, ante todo, un alineamiento geopolítico explícito con Washington en su estrategia de contención de China. Los puntos que refieren a la cooperación para frenar políticas «no mercantiles» y la prohibición de bienes producidos con «trabajo forzoso» son medidas directas para limitar las importaciones chinas y asegurar la participación argentina en cadenas de suministro estratégicas, como los minerales críticos, desplazando a Beijing.

Si bien este alineamiento puede garantizar apoyo político y financiero de EE. UU., coloca a Argentina en una posición de alta tensión con su segundo socio comercial más importante, comprometiendo la autonomía de su política exterior y económica.

La gran pregunta es si esta decisión responde a una estrategia de interés nacional (que nos puede gustar o no) o si es una concesión al gran aliado del Norte.

El Mercosur como limitante

La plena implementación de un acuerdo amplio está restringida por la pertenencia de Argentina al Mercosur. Las normas del bloque (Unión Aduanera Imperfecta) prohíben a los miembros negociar acuerdos comerciales que afecten el Arancel Externo Común (AEC) sin el consenso de los socios (principalmente Brasil). Este «Marco» sortea, por ahora, la restricción al concentrarse en temas regulatorios y de inversión, pero si se busca la eliminación total de aranceles, se enfrentará un veto o se forzará la crisis del bloque.

A diferencia del acuerdo Mercosur-Unión Europea (UE), que es un TLC integral y multilateral que busca un equilibrio negociado de concesiones entre bloques (aunque estancado por resistencias proteccionistas europeas), el pacto con EE. UU. es bilateral, rápido y profundamente asimétrico. El foco no está en el intercambio compensado de bienes y servicios, sino en la aceptación de estándares y la alineación estratégica. No se ha publicado una lista extensa de productos estratégicos excluidos por Argentina, lo que refuerza el temor a una apertura de gran escala.

Orientado a consolidar una estructura productiva dual

El Marco de Acuerdo Comercial y de Inversión con Estados Unidos no es solo un pacto de comercio; es la formalización de una visión económica y geopolítica que exacerba la tendencia hacia una estructura productiva dual en Argentina, consagrando el modelo de «materias primas más servicios» y colocando a la industria nacional en un estado de fractura expuesta.

La esencia del acuerdo responde a la vernácula visión liberal , que considera a la industria nacional, sobre todo aquella con alta protección arancelaria o dependiente de regulaciones locales, como un costo o un obstáculo a la eficiencia. En este esquema, se prioriza el acceso a divisas mediante el commodity y el extractivismo, y se garantiza el acceso a bienes estadounidenses mediante una apertura sin redes de contención.

Esta desregulación elimina las defensas históricas de sectores clave, generando una potencial crisis en el empleo industrial. Al enfrentarse a una competencia de escala y potencialmente subsidiada, sin la protección de estándares técnicos nacionales, grandes segmentos de la producción quedan expuestos a una competencia asimétrica con costos laborales, fiscales insostenibles.

El resultado es la consolidación de dos Argentinas que corren a velocidades y con destinos diferentes: la Argentina ganadora, ligada a los recursos naturales orientada a la generación de divisas  pero con baja densidad laboral, y la Argentina expuesta, concentrada en los centros urbanos e industriales (Gran Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe), que produce empleo  y conocimiento técnico que ahora se ve amenazado. El acuerdo, al penalizar las defensas industriales y priorizar el flujo de materias primas, profundiza esta fractura. Se garantiza el acceso al know-how y a los bienes estadounidenses, pero a costa de sacrificar la capacidad de generar valor agregado y empleo calificado en el territorio nacional, condenando a grandes segmentos de la población a depender exclusivamente del flujo de la renta primaria. Esta es la consecuencia más grave de adoptar una visión donde la industria no es una palanca de desarrollo, sino un pasivo a desmantelar.

El desafío será encontrar un equilibrio donde se puedan encontrar, y potenciar estos sectores competitivos generadores de divisas, con una industria más eficiente y competitiva que brinde empleo y participe en cadenas de valor globales merced al aporte de la innovación tecnológica.

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