Vaca Muerta y la reivindicación histórica de la Batalla del Petróleo

El récord de producción de 2025 no es casualidad: es el triunfo de una de las pocas políticas de Estado que sobrevivió a la grieta. Mientras Frondizi pagó el autoabastecimiento con la anulación de contratos y el oprobio, Vaca Muerta se consolida gracias a una madurez política inédita que se enfocó en promover las inversiones.  Sin embargo, no podemos pensar que nos salvamos con Vaca Muerta: ¿Por qué somos un "país con petróleo" y no un país petrolero?

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Noviembre de 2025 pasará a los libros de historia económica como el mes en que Argentina rompió sus propios techos de cristal, alcanzando un récord absoluto de producción petrolera impulsado por la fuerza imparable de Vaca Muerta. Pero quedarse solo con el dato del barril sería un error de miopía. Lo que estamos celebrando no es solo un éxito geológico, sino una victoria cultural y política.

Para entender la magnitud de este logro, hay que mirar por el espejo retrovisor. Hay que volver a 1958 y a la primera Batalla del Petróleo.

Del «oprobio» del 63 a la consolidación de Vaca Muerta

Arturo Frondizi logró en tres años lo que parecía imposible: el autoabastecimiento energético. Triplicó la producción y liberó a la Argentina de la asfixia de importar combustible. A partir de allí lo único que había que hacer era potenciar ese hito. Se hizo todo lo contrario y por razones de demagogia política.

Tras su derrocamiento, el gobierno de Illia procedió en 1963 a la anulación de los contratos petroleros, bajo una visión de nacionalismo estéril que confundía soberanía con aislamiento estatal. Frondizi y su equipo sufrieron el juicio político, el «oprobio» público y la acusación de entreguismo, mientras el país volvía a importar petróleo y a quemar divisas que no tenía. Fue, quizás, el mayor suicidio económico de nuestra historia moderna.

Vaca Muerta es la revancha histórica de aquella visión. A diferencia de lo ocurrido en los 60, el desarrollo del shale en Argentina ha logrado algo milagroso: trascender las administraciones.

  • Se sembró con el acuerdo YPF-Chevron (que rompió el hielo jurídico y técnico). (es cierto que antes se había expropiado YPF con un costo que aún seguimos pagando. Pesimamente hecho pero necesario para que YPF sea el motor de Vaca Muerta)

  • Se potenció con la readecuación laboral y los incentivos de la gestión 2015-2019.

  • Se expandió con la infraestructura (gasoductos y oleoductos) de la gestión 2019-2023.

  • Y hoy explota en récords con la libertad de exportación y el RIGI de la actual administración Milei.

Hubo grieta en todo, menos en el subsuelo. La clase dirigente argentina, tardíamente, aprendió la lección de Frondizi: la seguridad jurídica y la inversión intensiva no son ideología, son herramientas de desarrollo.

Radiografía del récord: Un piso, no un techo

La contundencia de los datos de octubre de 2025 no deja margen a dudas sobre el cambio de escala: con 859.500 barriles diarios, Argentina pulverizó la marca histórica que se mantenía inalterable desde mayo de 1998. Pero la composición de este éxito es radicalmente distinta a la de los noventa. Hoy, la tracción es netamente no convencional: la Cuenca Neuquina explicó el 69,1% de la oferta nacional, con una provincia de Neuquén que inyecta por sí sola el impresionante volumen de 587.190 barriles al día. En la vanguardia de este empuje, nuestra petrolera de bandera, YPF, cruzó en noviembre su propio Rubicón al superar la barrera de los 200.000 barriles diarios exclusivamente de shale oil.

Sin embargo, lo más relevante de estas cifras no es su magnitud actual, sino su inercia. La curva de aprendizaje técnica y la eficiencia operativa lograda en los sets de fractura indican que este récord es apenas un piso. A medida que se destraban los cuellos de botella de transporte, la proyección es que estos volúmenes se superarán mes a mes, transformando la estadística excepcional de hoy en el estándar mínimo de mañana.

El mapa real: Un país «con» petróleo, no un Emirato

Ahora bien, con los ductos llenos y los barcos saliendo, surge la tentación de la fantasía. ¿Somos la nueva Arabia Saudita? ¿Podemos vivir de rentas? La respuesta desarrollista es un rotundo no.

Debemos distinguir entre ser un «país petrolero» y un «país con petróleo».

  • Los países petroleros (Kuwait, Emiratos, Arabia Saudita) extraen volúmenes descomunales per cápita (9 a 10 millones de barriles diarios) con poblaciones pequeñas o economías poco diversificadas. Viven de la renta.

  • Argentina (País con petróleo): Aún con el récord de 2025, rozamos el millón de barriles diarios. Comparado con los 13 millones de EE.UU. o los casi 4 millones de Brasil, somos un jugador mediano.

No tenemos la escala geológica para ser un emirato donde el Estado reparte cheques a los ciudadanos por las ganancias del crudo. Pensar que Vaca Muerta nos «salva» para siempre y nos permite no trabajar más es el camino directo a la enfermedad holandesa: un tipo de cambio barato que destruye al resto de la industria.

Los desafíos actuales

El récord de producción de este mes es un gran logro pero aumenta la exigencia: ha expuesto las costuras de nuestra infraestructura y de nuestro federalismo.

El cuello de botella logístico: El petróleo no tiene valor si no llega al barco o a la refinería. La saturación actual de los oleoductos demuestra que la producción ha ido más rápido que la obra pública y privada. Proyectos como el Vaca Muerta Sur se vuelven urgentes; cada día de retraso no es solo lucro cesante, es un freno de mano a la actividad en Añelo.

La tensión Convencional vs. No Convencional: Aquí radica el nudo político del momento. Argentina avanza a dos velocidades energéticas:

  • La velocidad del Shale (Neuquén): Explosiva, joven, receptora del grueso de la inversión (CAPEX).
  • La velocidad del Convencional (Golfo San Jorge – Chubut/Santa Cruz): Madura, en declino natural, con costos de extracción crecientes y márgenes finos.

Las cuencas maduras, como el Golfo San Jorge (Chubut y Santa Cruz), que sostuvieron la matriz energética durante un siglo, hoy sufren el declino natural y la competencia por el capital.

Como bien señalan los reportes recientes sobre las negociaciones de «retenciones cero» para el crudo convencional, es vital que la política fiscal se adapte. No es lo mismo perforar un pozo nuevo en Añelo que mantener vivo un yacimiento de 50 años en Comodoro Rivadavia. Una visión nacional debe integrar ambas realidades: la explosión del shale y la sostenibilidad del convencional y sobre todo para no descuidar la integración y el desarrollo económico de polos y regiones a lo largo del país.

En ese sentido es acertada la medida propuesta por el gobierno de bajar las retenciones al convencional. No se puede legislar igual para realidades geológicas opuestas. Si aplicamos la misma vara fiscal a un pozo nuevo en Vaca Muerta que a un yacimiento con 50 años de historia en Comodoro Rivadavia, condenamos a este último al cierre.

Conclusión: Integrar y diversificar

La reivindicación de la Batalla del Petróleo no termina con el récord de extracción. Frondizi no quería petróleo solo para exportar crudo; lo quería para ahorrar divisas sí pero también para promover la industria automotriz, alimentar fábricas y para mecanizar el campo.

Frondizi: «El problema argentino es hacer producir más, al campo, más a la minería, más a la industria»

Vaca Muerta nos da hoy dos herramientas que no teníamos: divisas (para estabilizar la macro) y energía abundante. Como suelen señalar economistas como Martín Rapetti, la falta de dólares ha sido el freno histórico que detiene cada ciclo de crecimiento argentino («stop-and-go»). Hoy, la energía nos entrega las divisas necesarias para estabilizar la moneda y ordenar la macroeconomía sin asfixiar la actividad. Sin embargo, y aquí radica la advertencia central, la estabilidad macroeconómica es una condición necesaria, pero no suficiente para el desarrollo.

Si nos quedamos solo en la acumulación de reservas, corremos el riesgo de caer en la trampa de una economía que «cierra» en los números fiscales pero deja afuera a la mitad del país en lo social y productivo. No nos sirve un Estado rico en divisas con un interior pobre en industrias.

La verdadera victoria será cuando utilicemos esa holgura cambiaria no para financiar fugas o importaciones suntuarias, sino para densificar nuestra matriz productiva. LA energía barata debe transformarse en fertilizantes nacionales para el agro, en costos logísticos bajos que hagan competitivas a las economías regionales (desde el limón en Tucumán hasta la yerba en Misiones) y en insumos baratos para nuestra industria manufacturera.

El desafío entonces es no solo sumar esas divisas claves, sino utilizar la renta de Vaca Muerta para diversificar la economía y lograr una integración sectorial y regional genuina. No nos alcanza con ser ricos en recursos; necesitamos ser inteligentes en su uso para no depender eternamente de ellos.

El «oprobio» de 1963 ha quedado atrás. La oportunidad de 2025 está servida y tenemos las herramientas para no repetirla. Esta vez, no la desperdiciemos.

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