Las primera vuelta de las elecciones presidenciales en Chile, celebradas el pasado domingo, dejan un final abierto entre dos modelos antagonistas. El triunfador fue el candidato de extrema derecha José Antonio Kast, que obtuvo el 27,91% de los votos, lo que expresa cierta contradicción con respecto al giro político que había experimentado el país en los meses previos. De hecho, en mayo pasado se celebraron elecciones de convencionales constituyentes y el resultado había sido una mayoría de candidatos de izquierda e independientes. En segundo lugar quedó el exlíder estudiantil de izquierda Gabriel Boric, con el 25,83%. El mismo domingo se celebraron elecciones regionales y locales en Venezuela. Había gran expectativa porque la oposición se iba a presentar por primera vez desde 2017. El resultado fue un triunfo aplastante del chavismo, que ganó en 20 de 23 distritos en disputa. La región comenzó esta semana con el país más estable rumbo a la confrontación entre dos extremos políticos y un chavismo consolidado.
La sociedad chilena mostró cierto hartazgo de la política tradicional del país. Desde la vuelta de la democracia en 1990 dos fuerzas políticas se habían alternado en el poder. El entendimiento entre la centro izquierda y la centroderecha chilena fue protagonista durante más de 30 años de la escena, lo que se vio reflejado en la continuidad de las políticas de Estado. Esta vez, niguna de ellas pasó a la segunda vuelta. De hecho, tampoco ocuparon el tercer lugar, sino el cuarto y el quinto. Los votantes se inclinaron por alternativas bien definidas y una muy alejada de la otra. Los extremos ideológicos fueron la figura estelar de las elecciones.
La polarización fue una constante de la campaña, con munición gruesa verbal por las claras diferencias en las propuestas y en instalar la verdad absoluta sobre el pensamiento del otro. El desafío de ambos candidatos en la segunda vuelta es seducir a los votantes de centro que no apoyó a ninguno de los dos. O agitar el temor de la sociedad contra su adversario para acentuar la polarización.
Kast, del Partido Republicano, es admirador de las políticas pinochetistas y centró su campaña en un discurso simple: «orden, paz, libertad». Defiende posiciones conservadoras como la oposición al aborto (incluso en casos de violación o riesgo de vidad e la madre) y el matrimonio igualitario. En materia de seguridad propone mano dura para combatir a los separatistas mapuches de la Patagonia, una férrea lucha para terminar con el flagelo del narcotráfico y la delincuencia y controles más rigurosos frente a la inmigración. Desde lo económico su postura se basó en defender el modelo económico de Pinochet. Estás ideas sedujeron a una clara porción de la sociedad chilena y a algunos nostálgicos del régimen militar. De cara al balotaje del 19 de diciembre, Kast sumó un apoyo significativo de todas las fuerzas políticas que forman el oficialismo Chile Podemos Más (Renovación Nacional (RN), Unión Demócrata Independiente (UDI), Evolución Política (Evópoli) y el Partido Regionalista Independiente Demócrata (PRI).
Boric representa a la coalición Apruebo Dignidad, una alianza entre el Frente Amplio que incluye al Partido Comunista. El candidato de izquierda planteó cambios urgentes para terminar con las desigualdades sociales y económicas que fueron las banderas de los reclamos de 2019. Su discurso se centró en una postura progresista y antiliberal. Propone implementar el acceso universal a la educación y la salud, incrementos a las jubilaciones e impuestos a las grandes fortunas del país. Ante la etiqueta de izquierdista radical que le adjudicaron, tras las elecciones del domingo comenzó a girar su discurso hacia la moderación y mostró una faceta similar a Kast a la hora de combatir al narcotráfico y la delincuencia. También hizo hincapié en convertir a Chile en un Estado de bienestar similar a las socialdemocracias europeas. Boric esta semana sumó varios apoyo de cara al balotaje: de los expresidentes Ricardo Lagos y Michelle Bachelet y del Partido Socialista que integra la alianza política Nuevo Pacto Social.
La crisis del sistema de partidos tradicional
La sorpresa de la noche fue Franco Parisi. Éste candidato independiente, economista liberal con un discurso populista, obtuvo el tercer lugar con el 12,80%. La campaña de Parisi fue peculiar porque no piso tierra chilena y su plataforma de campaña se desplegó desde la redes sociales en EEUU, según el candidato, a causa de haber padecido COVID-19.
La crisis del sistema de partidos tradicional se expresó con claridad el domingo. El candidato de centroderecha y con auspicios del oficialismo, Sebastián Sichel, cosechó el 12,79% de los votos y quedó en cuarto lugar. El quinto lugar lo ocupó la candidata de la coalición de centroizquierda Nuevo Pacto Social—-heredera de la histórica Concertación—, la experimentada política Yasna Provoste, que alcanzó el 11,71%.
El balotaje es el 19 de diciembre y la gran incógnita es hacia dónde irán los votos que optaron por la centroderecha, centroizquierda y principalmente los 900.000 votos que cosechó el outsider Parisi, que les dio libertad de acción a sus votantes. En Chile el voto es voluntario. El domingo votaron más de 7,11 millones de personas, un 47% del padrón electoral. Por eso habrá que prestar atención a la participación electoral y ver si alguno de los dos candidatos logra movilizar a quienes no fueron a votar el domingo pasado.
El domingo también se votó la renovación del Parlamento. El resultado fue empate en el Senado. La derecha obtuvo 25 bancas en la Cámara Alta: 24 para la alianza oficialista Chile Podemos Más y una para el Partido Republicano de Kast. La otra mitad quedó para la izquierda: 22 bancas para el Nuevo Pacto Social, otro para Revolución Democrática (izquierda) y dos independientes. En cambio, en la Cámara Baja la centroizquierda contará con 79 bancas y la centroderecha con 76. La conformación del nuevo Parlamento refleja una expresión muy diferente a lo que mostraron las elecciones para la Convención Constituyente, donde la mayoría la obtuvo fuerzas independientes y de izquierda.
Chile enfrenta un futuro difícil. Una Asamblea Constituyente discute los cambios sustanciales que la sociedad chilena reclama. La búsqueda de consensos y acuerdos es imprescindible para las negociaciones de un proceso tan esperado. Pero el díalogo puede resultar complicado con una sociedad tan polarizada. Por lo pronto, resta saber quién será el nuevo ocupantee del Palacio de la Moneda.
La consolidación del chavismo
El mismo día de la votación en Chile, Venezuela celebró elecciones regionales y locales. La oposición iba a presentarse por primera vez desde 2018, tras su ausencia en las presidenciales de 2018 y las parlamentarias de 2020, que entregaron al chavismo el 92% de las bancas del Parlamento.
A pesar de las expectativas, la oposición fracasó. La principal razón fue la falta de unidad, que se reflejó en los magros números que obtuvo. Uno de los principales responsables de la derrota es Juan Guaidó, que por momentos rozó el enfrentamiento directo y sin sentido con Hernán Capriles. Diezmada, la oposición solo logró ganar en tres estados: en Cojedes, un tradicional bastión chavista, en Nueva Esparta y en Zulia que es el estado más poblado de Venezuela. El resto fue todo para el chavismo, que marcó un hito electoral, ya que superó su mejor performance: la de 2017, cuando venció en 18 estados y Caracas.
Caben destacar dos datos no menores: uno fue la abstención, sólo votó el 41,8% y el otro que tras 15 años hubo una Misión de Observación Electoral de la Unión Europea (MOE-UE), que no registró irregularidades en el sufragio.
Esta victoria consolida al régimen de Nicolás Maduro que busca un reconocimiento internacional a través de los cambios que viene efectuando de mayor apertura desde lo económico, que incluyó un ajuste ortodoxo con la quita de varios subsidios. Fue un triunfo doble para Maduro porque ante las presiones internacionales y sanciones su administración no fue doblegada al contrario se mantuvo y los resultados consolidan su poder.
La avanzada de Kast y la consolidación de Maduro es un retrato del estado actual de la región, donde cada vez quedan más desdibujados los años de estabilidad política. Los extremos ganan terreno. El próximo domingo se celebrarán las elecciones presidenciales de Honduras, que atraviesa un nivel de polarización y de violencia política sin precedentes cercanos. El último año, al menos 31 personas fueron asesinadas por motivos políticos. La prueba de fuego para la región, sin embargo, llegará el 2 de octubre del año próximo: ese día Jair Bolsonaro se juega la reelección en Brasil. Muchas cosas pueden cambiar a partir de entonces.