Colombia
Gustavo Petro (izquierdda) y Rodolfo Hernández (derecha) se enfrentan este domingo en el balotaje por las presiidenciales de Colombia

El outsider Rodolfo Hernández fue la sorpresa en la primera vuelta de las presidenciales de Colombia. Aunque el candidato de izquierda Gustavo Petro salió primero, tal como lo anticipaban las encuestas, Hernández, un populista de derecha al que llaman el Trump colombiano, pasó al balotaje tras superar a Federico Fico Gutiérrez, que contaba con el apoyo del uribismo. Pero esa no es la única sorpresa: los sondeos prevén una segunda vuelta muy pareja, con menos de un punto de diferencia entre ambos candidatos. Las elecciones de este domingo serán, por lo tanto, una de las más reñidas en la historia del país cafetero. Los dos resultados posibles son inéditos para Colombia: la llegada al poder de un presidente de izquierda o de un populista impredecible.

Tras los comicios del 29 de mayo, la campaña fue atípica, cargada de agresividad entre ambos contendientes, con acusaciones cruzadas y circulación de falsas noticias. Uno de los golpes de efecto más impactantes fue provocado por las filtraciones que sufrió el comando de campaña de Petro, que expusieron cómo fueron planificadas diferentes campañas armadas para desprestigiar a sus competidores. Petro, actual senador, se defendió acusando al Gobierno de haberlo espiado y comparó el caso con el Watergate, el escándalo de espionaje en EEUU que desencadenó la renuncia de Richard Nixon.

Hernández, que se presenta como un populista antisistema en sus discursos, también padeció las filtraciones. Una de ellas fue la de un video donde se lo ve bailando con el torso desnudo y una cadena de oro colgando, junto con mujeres en traje de baño. Pero las filtraciones no fueron la única fuente de la campaña contra Hernández. En las últimas semanas circularon videos que lo mostraban en situaciones incómodas o haciendo declaraciones escandalosas, con alto contenido violento o misógino. Ante semejante avanzada mediática en su contra, el ingeniero Hernández dejó de lado sus apariciones públicas y declaró que temía que atentaran contra su vida.

La campaña para el balotaje tuvo pocos actos partidarios y los candidatos apostaron por las redes sociales para alcanzar a los votantes, principalmente a los indecisos. El otro gran ausente de la elección fue el debate presidencial. Debido a la negativa de Hernández de enfrentar a Petro en un cara a cara, un tribunal de Bogotá había ordenado a los candidatos para sostener un debate presidencial. Hernández presentó una serie de exigencias —entre ellas que el debate se celebrase en Bucaramanga, la ciudad de la que fue alcalde entre 2016 y 2019—, que Petro aceptó, pero el equipo de campaña de Hernández no se presentó finalmente ante el ente público responsable de la organización. Los colombianos, por lo tanto, no podrán ver a los candidatos confrontar sus visiones del país.

La primera vuelta evidenció el hartazgo de la sociedad con el bipartidismo que por décadas gobernó el país. Es el fin de una era. A Petro, de 62 años, lo votaron unos 8,5 millones de colombianos; un 40% de los votos. Las ciudades más grandes del país, con excepción de Medellín, optaron por el exalcalde de Bogotá. Se impuso también en las periferias y en la costa. En cambio, Hernández, de 77 años, magnate millonario de la construcción, obtuvo casi 6 millones de votos, un 28,2%,  que se repartieron entre el centro del país —excepto Bogotá— y las ciudades intermedias. Ni bien terminaron los comicios, Hernández recibió el apoyo de la mayoría de sus antiguos rivales de centro y centroderecha. Es un respaldo clave para capitalizar el temor de los sectores conservadores hacia la posibilidad de una presidencia de izquierda.

El guerrillero que sueña con llegar a la presidencia

Con un pasado en la guerrilla del Movimiento 19 de abril (M-19), a Gustavo Petro le gusta que lo reconozcan por su labor revolucionaria y no como un simple guerrillero. Nació en 1960, hace 62 años, en un pueblo del departamento caribeño de Córdoba, Ciénaga de Oro. Es el mayor de tres hermanos. Creció en un hogar católico de clase media. Estudió en Zipaquirá, un pueblo andino cercano a Bogotá, en el colegio La Salle, por cuyas aulas había pasado Gabriel García Márquez. Fue allí donde se interiorizó en el marxismo y comenzó su militancia en formaciones de izquierda. A los 18 años dio un giro radical en su vida: ingresó a las filas de la guerrilla del M-19. Mientras participaba en el movimiento, estudió Economía en la Universidad Externado de Colombia. Dentro de la guerrilla se destacó por la búsqueda de nuevos militantes en el ámbito urbano y no tanto por la lucha armada. Conocido con el alias Aureliano, como el personaje de Cien años de soledad, estuvo tres años en la clandestinidad y pasó dos años en prisión, donde sufrió constantes torturas.

El M-19 abandonó la lucha armada en 1990. Al año siguiente, Petro llegó al Congreso de la República. Es un gran orador, a pesar de que sus conocidos aseguran que es tímido y reservado. Se destacó tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado, donde levantó las banderas anticorrupción. Tras varias denuncias hacia la administración del expresidente Álvaro Uribe y grupos paramilitares, comenzó a recibir amenazas. Fue entonces cuando decidió exiliarse en Bélgica porque consideró que corría riesgo de vida.  Allí hizo una especialización en Ambiente en la Universidad de Lovaina.

En 2011 fue electo alcalde de Bogotá. Fue una gestión relativamente buena, pero en lo cotidiano varios de sus asesores cercanos sufrieron la falta de trabajo en equipo. Petro no es fácil de tratar, por eso durante su pasó por la Alcaldía hubo varias dimisiones de sus colaboradores. Petro, casado y padre de seis hijos, de diferentes parejas, llega a su tercer intento por la presidencia. Al frente del Pacto Histórico, una amplia coalición de partidos de izquierda, Petro se autodefine progresista. Es una forma de salir de la casilla de izquierdas. Sus principales propuestas chocan con el establishment. Es un defensor de la justicia social, el ambiente y la inclusión de las minorías indígenas, raciales y de género. Por eso, propone ampliar los programas sociales para los más vulnerables, desprivatizar parte de los fondos de pensiones y aumentar los impuestos a los más ricos. Aunque quizás la más ambiciosa —y polémica— sea iniciar una transición energética que termine con la paralización de todos los proyectos petroleros del país.

El candidato que no vieron venir

El ingeniero Rodolfo Hernández no estaba en los planes de nadie. Ni siquiera tiene un partido político. Sin embargo, está cerca de llegar a la Casa de Nariño. Nació en 1945 en Piedecuesta, en el departamento de Santander, en el norte del país. Se crió en el seno de una familia campesina. En 1970 se recibió de ingeniero civil en la Universidad Nacional de Colombia. Tras su graduación comenzó a realizar varios proyectos inmobiliarios donde amasó una fortuna y se convirtió en un magnate de la construcción. Está casado con Socorro Oliveros y tiene cuatro hijos. Pero en su historia de vida no todo fue color de rosa. Su padre fue secuestrado por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). El cautiverio duró 135 días. Pero el mayor golpe lo sufrió en 2004, con el secuestro y desaparición de su hija Juliana a manos de la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN). Sus allegados aseguran que los secuestros que sufrió su familia estuvieron detrás de su decisión de lanzarse a la vida política.

Hernández fue elegido en 2016  alcalde de Bucaramanga, capital de Santander. Se jacta de haber ordenado las cuentas de la ciudad, pero tuvo un mandato agitado. Fue dos veces suspendido. La primera, por golpear a un concejal. La segunda, por militar en forma ilegal a favor de un candidato a sucederlo, cuando faltaban tres meses para que terminara su periodo de gobierno. De hecho, tras la segunda suspensión, renunció al cargo. Su campaña a la presidencia se focalizó en un potente discurso contra la corrupción. Estuvo inspirada en la misma lógica que siguió para triunfar en Bucaramanga: rodeado de jóvenes y concentrado en las redes sociales. La estrategia ha sido exitosa y muchos lo llaman «el viejito de TikTok», una plataforma donde emite mensajes simples y directos, algunos de ellos con tonos humorísticos.

Con una propuesta económica conservadora y cercana a la derecha, Hernández se presenta como «capitalista» y no plantea ningún giro radical con respecto al modelo que sigue Colombia desde hace décadas. Asegura que no hará una reforma tributaria y que reducirá el IVA al 10%, casi la mitad del monto actual. Una de las propuestas que planteó y que no cayó nada bien fue aumentar la jornada laboral en 10 horas y disminuir el tiempo de descanso de los empleados; otra, que generó una fuerte repercusión, fue regalar droga a los adictos para combatir al narcotráfico.

Gane quien gane, Colombia no será la misma después de la elección. El país se enorgullecía de ser una democracia estable desde finales de la década de los 50, a pesar de haber vivido períodos oscuros por la lucha armada de las guerrillas de izquierda, los grupos paramilitares de derecha y la violencia del narcotráfico. En el caso de que se imponga Petro, la mayor pregunta será cómo encara su programa económico, en especial por su promesa de intervenir el Banco Central, que mantiene una celosa independencia desde hace más de 20 años, para poder emitir y ayudar a los más desprotegidos. Si triunfa Hernández, todo será una incógnita, a pesar de que el establishment y la «vieja política» respiraría más aliviada. En cualquier escenario, ambos que carecen de mayoría legislativa y deberán negociar con el Congreso, que será el árbitro del futuro gobierno.