Ayer tenía que ir a Barracas desde Belgrano y me di cuenta que, una deuda pendiente en esta Ciudad, quizás sea ir de norte a sur o viceversa de una manera más rápida en transporte público. Estaba dispuesto a gastar la carga SUBE de la semana haciendo combinaciones, pero tenía que llegar con tiempo. El conductor del Cabify era una persona que superaba los 60 años, me llamó la atención que muy amablemente, se presentó por su nombre con un acento que no supe distinguir específicamente, pero sí que era caribeño. Roger, tal su nombre, me comentó que íbamos a hacer un viaje largo desde Saavedra a Barracas, que esperaba, que no me molestara su conversación. En principio, ya resulta al menos curioso, que a uno ya le conmueva esa amabilidad. Siempre me resulta interesante hablar con extranjeros que viven en la Argentina para entender que impresión tienen de nuestro país. Se me hace necesario escucharlo para re-convencerme de lo que tenemos y dejar un poco la crítica permanente que nos agobia cotidianamente contra el trafico, los políticos, la inseguridad y lo que sea. A los minutos me contó que hablaba con un acento venezolano distinto a lo que estamos acostumbrados a escuchar los argentinos, porque venía de Táchira una Ciudad en la frontera con Colombia. Según me comentó, esa región en particular hace muchos años sufría graves problemas de violencia. Recuerdo haber leído hace tiempo que había sido una de las zonas más problemáticas por la guerrilla y los paramilitares. Cuando atiné a decirle que creía que los argentinos no siempre recibíamos bien a los inmigrantes, su respuesta me dejo atónito: fue una negativa contundente: «estas equivocado, los argentinos nos reciben excepcionalmente bien, no tenemos más que palabras de agradecimiento con ustedes». Le dije entonces que había estado en Venezuela, más precisamente en Choroní y enseguida me empezó a hablar con un dejo de nostalgia de su país. Según sus palabras su Venezuela amada fue un país que recibió migrantes durante las guerras mundiales y que hasta los años 80 tenía una pujante clase media, que contaba con oportunidades a través de un sistema de educación pública como el nuestro. No le llegue a preguntar cuáles creía que habían sido las causas para el actual deterioro, pero ya de por si me dijo que si bien el problema ya era de antes, Chávez se fue radicalizando con el correr de los años empeorando las cosas. Decidió finalmente en 2018 venirse porque sus hijos empezaron a emigrar y su mujer le pidió acompañarlos.
Ella siendo pediatra consiguió trabajo en el Hospital que depende del Municipio de San Miguel. El hijo más grande había pasado un tiempo en Dominicana haciendo guiones para películas animadas y el segundo estaba estudiando Medicina en la Universidad pública en Venezuela cuando ya se le hizo imposible seguir por la situación que se estaba viviendo. Fue entonces que, en una conversación , le comentó a su hijo que al único país dónde podría ir para seguir sus estudios era Argentina. Las razones eran que teniendo en cuenta que las facultades de Medicina en Brasil o Colombia eran muy caras para un venezolano y que la UBA era una Universidad de prestigio en esa rama de estudios. Su segundo hijo entonces vino a la Argentina y consiguió trabajo en un call center en el que tenía que hablar alemán. Había estado viviendo en Alemania un año por un intercambio en su último año de colegio lo que le dio cierta fluidez. Hoy ya está en 5to año de la Facultad de Medicina de la UBA. Su hijo mayor, en tanto hizo una especialización en animación en el Instituto Da Vinci y esta trabajando para el estudio de Campanella en una serie de Mafalda, que ya produce Netflix. En ese un momento de la conversación en la que nos pusimos a hablar de Educación me dice que él fue profesor universitario, que terminó la carrera de Ingeniería Industrial, pero que le hubiera gustado estudiar un oficio, pues veía que acá a la gente que sabe de oficios le va muy bien para solventarse económicamente. Roger en Venezuela vivía en una casa grande con comodidades, ahora estaba en un departamento chico, pero lo que me sorprendió era su tono de agradecimiento constante a las oportunidades que le estaba dando nuestro país. Su historia es una más de las tantas de migrantes que conviven en nuestra Argentina.
Alberdi creía que la Argentina iba a requerir del aporte inmigratorio según sus palabras a partir de la llegada de “la raza europea del norte”, que había que producir “guerreros” de la Industria y así replicar los éxitos de dichos países. Era entonces fundamental para ese objetivo la educación industrial, de artes y oficios. Sarmiento vio el progreso en los Estados del Norte de América, percibiendo que los del Sur de Estados Unidos eran atrasados al tener todavía esclavitud y poco desarrollo económico. Fue una visión de estadista la de replicar las Escuelas de formación docente de dichos Estados del Norte trayendo maestras para crearlas a lo largo del país.
Quizás las migraciones no fueron como ellos esperaron pues vinieron mayoritariamente nuestros ancestros europeos del Sur, pero merced al esfuerzo, y una educación que les dio la posibilidad de esa anhelada movilidad social, fueron partícipes de la creación de una Argentina que prometía mucho más de lo que finalmente fue, pero eso ya es otra historia y responsabilidad de los criollos, no de los migrantes.
En cierta forma da satisfacción ver que todavía gente que está atravesando problemas graves en sus países gracias a una Constitución inclusiva están pudiendo tener un futuro mejor a la vez que aportan inmenso valor a nuestro país. En estos tiempos de cambios en el Zeitgeist siempre viene bien recordar las palabras del preámbulo “Bienvenidas todas las personas del mundo que quieran habitar el suelo argentino”.