*) Por Nicolas Yocca.
Hasta que no reparemos las desigualdades y cuidemos a aquellos que no pueden cuidar de sí mismos, no nos convertiremos en una nación cohesionada o civilizada
El 24 de junio y el 9 de noviembre de 2016 aproximadamente la mitad de la población del Reino Unido y de Estados Unidos despertaron a la sorprendente y dolorosa noticia de que su actual estilo de vida estaba bajo amenaza y sus necesidades futuras podrían no ser satisfechas. Al mismo tiempo, la otra mitad de la población despertó alegre y esperanzada frente a la noticia de que su estilo de vida actual podría mejorar y sus necesidades futuras podrían ser satisfechas.
El triunfo del Brexit en el referéndum fue por 58% de los votos a 42%. Donald Trump ganó la presidencia de EE UU por 47,3%, frente al 47,8% de Hillary Clinton. Ambos resultados ajustados tomaron al mundo por sorpresa y han generado una enorme grieta en el centro de sus sociedades que se esparce por el mundo como reguero de pólvora.
Han pasado varios meses desde estos sucesos y todavía nos preguntamos qué pasó, cómo pudo ganar Trump a pesar de sus posturas tan cuestionadas y lo mismo sucede frente al Brexit. Se han intentado cientos de explicaciones y diagnósticos que siguen sin encontrar una explicación integral. Mientras esto escribo, en una nota del diario Clarín, el escritor norteamericano Paul Auster se refiere al triunfo de Trump como “una tragedia grotesca» que no logra comprender.
Recientemente Richard Barrett, fundador de Barrett Values Center, un centro de desarrollo de conocimiento y metodologías sobre liderazgo, valores y transformación cultural, ha publicado una serie de artículos aplicando su particular perspectiva integral, evolutiva y cultural para intentar dar una explicación al presente estado del mundo y sus posibles derivas. El pensamiento de Barrett está basado en un desarrollo profundo del modelo de Jerarquías de Necesidades y Desarrollo del Potencial Humano, desarrollado por el psicólogo humanista Abraham Maslow. Sobre esta base, Barrett desarrolló un modelo de evolución psico-socio-cultural que aplica tanto a Líderes, Empresas y Naciones. En el presente artículo intentaré sintetizar sus puntos de vista sobre la situación global actual y aportar una mirada propia sobre su impacto en Argentina.
Diagnóstico: una secuencia con causas económicas, políticas, psicológicas y culturales
A continuación y a modo de síntesis intentaré explicar la dinámica del proceso de globalización y su impacto de una manera simple pero integral, para comprender el contexto impulsor y exponer sus principales causas y consecuencias:
- La globalización de la economía y de los mercados con su lógica de mayor competencia y eficiencia, genera ganadores y perdedores a nivel global, principalmente en aquellos países más abiertos y expuestos a procesos de transformación de sus estructuras.
- Los sistemas de gobierno de los distintos países dirigidos por líderes y elites políticas y empresarias, gobiernan en general aislados, pendientes de satisfacer sus propias necesidades, alejados de los problemas reales de la gente y no han sabido dar respuestas a las necesidades básicas de supervivencia y seguridad de las personas, produciendo una enorme desigualdad a nivel global y en el interior de las comunidades.
- La desigualdad produce una brecha entre ganadores y perdedores del sistema, lo que genera distintas miradas sobre la realidad: unas de miedo y desesperanza, y otras de conformidad, disfrute y esperanza sobre el presente y futuro.
- Frente al miedo, una parte de la sociedad busca cambiar el presente y el rumbo, buscando soluciones que retrotraigan la situación a etapas o estadios anteriores donde las condiciones fueron mejores para ellos.
- El miedo y la demanda de cambios clama por la aparición de nuevos líderes salvadores, que se aprovechan de la situación para alcanzar el poder, potenciando el temor y la división social, levantando con facilidad las banderas de reivindicaciones sin contemplar sus costos y posibilidades. Por ejemplo: levantar un muro pagado por los mexicanos.
- Esta grieta genera en cada país y comunidad un alto nivel de entropía o disfunción sistémica, impidiendo generar una cultura de cohesión lo que limita o lentifica el proceso de evolución hacia estadios superiores.
- La tensión desemboca en una crisis, desencadenando una etapa de corrección que implica en la mayoría de los casos un retroceso a etapas o estadios anteriores en búsqueda de situaciones que alivien la tensión de los necesitados, pero que llevan a situaciones de baja calidad institucional y sustentabilidad.
Estudios y encuestas de medición y caracterización cultural
En 2012, Barrett Values Center realizó una encuesta para medir y caracterizar la cultura del Reino Unido. Encontraron un nivel muy alto de disfunción, en términos de conciencia conducida por el miedo. El nivel de entropía cultural era del 59%, medida en términos del total de valores limitantes obtenidos sobre el total de los valores positivos. Debido a la desigualdad, había muy poca cohesión en la nación. Los retrocesos ocurren cuando existen desigualdades entre las entidades que intentan unirse para formar una estructura mayor. Es por eso que Brexit ganó. Hay demasiada desigualdad en el Reino Unido para que sea una nación cohesiva. Demasiadas personas se sienten desprotegidas y no quieren tener nada que ver con Europa, ya que unirse a Europa no funcionó para ellos.
También se realizaron encuestas de valores en EE UU, donde las medidas de entropía cultural fueron alrededor del 52% en 2009 y 2010. Estos resultados y el alto nivel de desigualdad que existe en ese país, permitieron a Richard Barrett pronosticar antes de las elecciones que Donald Trump ganaría las elecciones presidenciales. “Al igual que el Reino Unido, Estados Unidos necesita arreglar el interior de su casa para convertirse en una nación cohesionada. Quién aproveche las preocupaciones de los marginados ganará las elecciones en Estados Unidos, así como los que aprovecharon las preocupaciones de los marginados en el Reino Unido ganaron el voto Brexit», advertía.
Tanto en las encuestas realizadas en Gran Bretaña como en EE.UU, los valores que utilizaba la gente para describir la cultura de sus países eran: corrupción, desempleo, pobreza, desigualdad, incertidumbre acerca del futuro, inseguridad, conflicto, violencia y materialismo. Y si bien las mediciones usadas corresponden al período 2009/10, que mostraban las consecuencias del Gobierno anterior de George Bush, es evidente que la gestión de Obama no pudo cambiar la situación estructural del país y por ende la vida de muchos norteamericanos, a pesar de los importantes avances logrados durante su gestión.
Si queremos encontrar una nación con una cultura cohesiva, hay que mirar a Canadá, Dinamarca o Bután donde las encuestas realizadas muestran los niveles de entropía cultural de 32%, 21% y 4% respectivamente, datos significativamente menores a los de Reino Unido y EE UU, mostrando culturas con mayor grado de cohesión, igualdad y bienestar.
Principales conclusiones
La principal conclusión es esperanzadora. Considera que la situación actual, tanto en el Reino Unido como en EE UU, se trata de una fase correctiva, un retroceso temporal, un desvío en la evolución de la conciencia humana que se autocorregirá en algún momento del futuro. ¿Por qué cree que es inevitable? Porque eso es lo que miles de millones de años de evolución dicen. La evolución siempre ha sido desordenada, pero siempre adaptativa y siempre previsible: siempre evolucionando hacia entidades y estructuras que son más inclusivas y muestran niveles más ampliados de conciencia.
Mientras no restablezcamos la igualdad en nuestras naciones no seremos capaces de evolucionar, porque la igualdad es fundamental para la vinculación y la vinculación es esencial para la evolución de la conciencia grupal. Necesitamos líderes que puedan operar desde los más altos niveles de conciencia, individuos auténticos que sepan dialogar y estén dispuestos a mostrar empatía y compasión por las personas más necesitadas. Hasta que no reparemos las desigualdades y cuidemos a aquellos que no pueden cuidar de sí mismos, no nos convertiremos en una nación cohesionada o civilizada.
Pero, si bien en el largo plazo el mundo retornará a su senda de evolución natural positiva, cuáles serán las consecuencias en el corto plazo de estos desvíos. ¿Qué mundo enfrentaremos bajo el liderazgo de Trump y la amenaza de una Europa desintegrada?
Sin duda no se trata de una fase correctiva superadora, sintetizadora de las diferentes demandas del pasado. Se trata de una fase de retroceso, buscando revivir estructuras del pasado y por lo tanto, más allá de algunas mejoras temporales, no supondrán cambios positivos sustentables.
Ya hemos comenzado a experimentar algunos cambios: configuración de liderazgos personalistas de características tóxicas, autoritarismo, aumento de las tensiones y conflictos, aumento de la protección y defensa fronterizas en contra de extranjeros, aumento del proteccionismo económico con probable generalización a nivel global, con sus consecuencias negativas esperables de aumento de precios, disminución del comercio y ralentización de las tasas de crecimiento de la economía global.
En síntesis los próximos años de EE.UU. y del mundo serán difíciles y tardaremos varios años hasta retornar al ciclo de evolución y despliegue más positivo del potencial de la humanidad.
La aplicación del modelo en Argentina
En Argentina vivimos una situación similar en el 2001 como consecuencia del modelo de globalización y apertura de los mercados instaurado en los 90, que generó consecuencias económicas y sociales negativas, en términos de fuerte incremento de la desigualdad, la pobreza y la marginalidad, que terminó en una mega crisis a fines del 2001 de impacto político, económico, social y cultural.
Las mediciones realizadas por Barrett en Argentina en 2001 mostraban un indicador de entropía cultural del 60%, con valores que caracterizaban la cultura similar a los descriptos para Reino Unido y EE UU: corrupción, desempleo, desigualdad, pobreza, inseguridad, violencia y aislamiento. Cabe advertir que una sociedad con niveles de entropía superiores al 51% se encuentra al borde de una situación de crisis que puede derivar en potenciales conflictos sociales, desobediencia civil y necesidad de cambio de políticas o de gobierno.
Y eso sucedió. De dicha crisis emergió un clamor de los argentinos bajo la frase “que se vayan todos”, mostrando el fracaso de la política y la clase dirigente. Tras la crisis, en 2003 emergió un nuevo gobierno e inició una nueva fase correctiva, pero que al poco de andar mostró características y valores cercanos a los descriptos también de retroceso evolutivo, que luego de 12 años y más allá de ciertas mejoras relativas dejó al país con graves problemas aún sin resolver.
En las elecciones del 2015, la sociedad argentina estaba dividida en dos mitades, una profunda grieta real y alentada se enfrentaba en las urnas, continuidad y cambio eran sus slogans representativos. Y finalmente en el ballotage del 22 de noviembre se impuso el cambio por escaso margen de 51% a 49% a favor de Cambiemos, una alianza electoral liderada por el PRO, un nuevo partido político, emergido también luego de la crisis del 2001 en respuesta al que se vayan todos y al reclamo de nuevas dirigencias.
Esta nueva etapa pareciera un intento de volver al sendero evolutivo, una nueva fase correctiva pero positiva en tanto propone una síntesis de las demandas sociales básicas de empleo, seguridad y educación, sumada a las nuevas demandas de transparencia, respeto de la ley y a la democracia, políticas equilibradas y sustentables, integración inteligente al mundo y un Estado presente y sensible a las necesidades de todos los habitantes.
La Argentina ha iniciado un ciclo distinto, desprendido del ciclo global, como si estuviera viviendo anticipadamente, habiendo enfrentado y superado, al menos temporalmente, el desvío de su camino, aunque con consecuencias graves en cuanto a los numerosos problemas que aún debemos resolver.
A pesar de las dificultades, Argentina tiene una nueva oportunidad de iniciar una etapa de transformación y despliegue de su potencial para convertirse con continuidad y esfuerzo en un ejemplo a imitar de una cultura cohesionada basada en los valores de libertad, igualdad y bienestar para todos sus habitantes.