Como bien sabemos los alumnos de la carrera de Derecho, una de las asignaturas de la profesión es la transmisión del acervo hereditario, de aquello que nuestros padres pudieron lograr con el esfuerzo de su trabajo. Sin embargo, mi intención no es hablar de bienes materiales, ya que de lo material se puede prescindir fácilmente. Hoy quiero hablar de una herencia que me ha transmitido mi padre, que me dio la oportunidad de conocer con sus charlas una Argentina distinta, que me legó la admiración a un líder político de gran preparación intelectual y con valores éticos, que pensó en integrar al país, poco reconocido actualmente, quizás porque los que escriben la historia son los que ganan y deciden a quién recordar y a quién no.
Hoy quisiera hablarles del expresidente y abogado Arturo Frondizi, que ejerció su mandato constitucional entre el 1 de mayo de 1958 y el 29 de marzo de 1962, cuando fue derrocado por un golpe militar. Eran tiempos políticos muy turbulentos, con el comunismo tratando de expandirse en el mundo, en un contexto de plena guerra fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética.
Arturo Frondizi fue elegido en elecciones democráticas luego del gobierno de facto de Eugenio Aramburu, llamado la “Revolución Libertadora”, que desalojó del poder al presidente Juan Domingo Perón. En aquel entonces el peronismo contaba con dos millones de votos que serían llamados a votar en blanco si el general así lo consideraba. Con el peronismo proscripto quedaba, entre otros, el radicalismo como la fuerza política más numerosa para disputar las elecciones. Luego del pacto Perón – Frondizi, el expresidente Perón ordenó a votar por la fórmula Frondizi-Gómez y permitió la victoria.
La debilidad política del gobierno era palpable, con un peronismo que operaba desde las sombras que deseaba que se levante su proscripción y los militares que tildaban a Frondizi de comunista. Durante los cuatro años de presidencia, Frondizi recibió 26 planteos militares y 6 intentos de golpe de Estado. El mandato entonces era de seis años.
Una mirada que abarca a todos
La doctrina desarrollista que se implementó en el país durante su administración abarca a todos y a cada uno de nosotros. No divide, sino que incluye. El frondizismo permite a cada partido de ideologías diferentes tomar lo que le es conveniente y ponerlo en práctica. Así, la centroderecha puede rescatar la apertura al mundo y la llegada de capitales extranjeros, que fueron utilizados para la batalla del petróleo con la que se logró el autoabastecimiento energético; la industria siderúrgica; la industria petroquímica; pasar de un modelo agro-exportador a un modelo industrial con mano de obra especializada. La centroizquierda puede admirar su rol como director de Estado, como estadista, y las grandes obras se llevaron a cabo en el país, como el túnel subfluvial que unió las provincias de Santa Fe y Entre Ríos, por debajo del río Paraná o el gasoducto de Campo Durán a San Lorenzo que conectó las provincias de Salta y Santa Fe. Los liberales conservadores pueden admirar su apuesta por un Estado de Derecho fuerte y por la inversión en obras públicas.
El peronismo puede tomar del frondizismo su pragmatismo y su flexibilidad ideológica, como se aprecia en el pacto Perón-Frondizi, que provocó el nacimiento a las dos facciones del radicalismo: la Unión Cívica Radical del Pueblo (UCRP), presidida por el doctor Balbín; y la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI) presidida por el doctor Frondizi. Otro signo de pragmatismo fue la apertura de las universidades privadas, ya que era el Estado Nacional el que poseía el monopolio para expedir títulos universitarios. El conflicto lo llevó a enfrentarse con su propio hermano Risieri Frondizi, filósofo y antropólogo, que en aquel entonces era el rector de la Universidad de Buenos Aires, Ambos se enfrentaron por la política pública educativa de Estado, que se debatía entre «Laica o Libre», «Estatal o Privada». Cada adepto llevaba una cinta distintiva. Los Libres, una cinta verde y los Laicos, una cinta violeta. Gracias a este enfrentamiento, fueron creadas diversas universidades privadas, entre ellas, en 1964 se creaba la Universidad Argentina John F. Kennedy, que fue mi primera casa de estudios y que comparto con el profesor Di Sanzo. Su Aula Magna se denomina Arturo Frondizi y allí se presentó el Centro de Estudios Nacionales, presidido por la historiadora Emilia Menotti, que fue mano derecha del presidente Frondizi y actual amiga mía. Finalmente, la izquierda también tiene un motivo para admirarlo, ya que tuvo una reunión con Ernesto «Che» Guevara en la Quinta Presidencial de Olivos, en momentos en que Estados Unidos quería aislar a Cuba de la Organización de los Estados Americanos, y estaba latente el conflicto de la crisis de los misiles en Bahía de Cochinos.
Frondizi pensaba que sería un grave error segregar a Cuba de la OEA y que la solución al conflicto no era a través de la violencia. Es muy probable que esa reunión secreta, de la cual poco se sabe, no fuera bien recibida por el ámbito militar con pensamiento de derecha. También tuvo influencia intelectual de izquierda gracias a Rogelio Frigerio, abuelo del actual ministro del Interior, que expresaba sus ideas en la revista Qué, usina del pensamiento desarrollista. Como estrategia de política internacional y diplomática, fue el primer presidente viajero y llegó por primera vez a la India; en Indonesia,el protocolo lo invitó al clásico paseo sobre un elefante; en Japón el Emperador Hirohito, en una actitud poco frecuente, salió del Palacio Real para recibirlo, reconociendo la hospitalidad argentina que fue brindada a la colectividad japonesa. Se suman a la lista de países visitados: España, Tailandia, Holanda, Persia —actual Irán—, Italia, entre otros. Finalizó su recorrido con una entrevista con el presidente de los Estados Unidos, John F. Kennedy. Además dio los primeros pasos para la formación del Mercosur.
Un discurso es muy corto para hablar de este presidente que es reconocido por haber tenido una visión de un país integrado y desarrollado, quizás siendo uno de los pocos presidentes que nos pensó. Como última reflexión quiero expresar que necesitamos con urgencia pensar un modelo de país, pensar juntos como sociedad, como una nación, hacia dónde queremos ir. Para tener un objetivo claro, preciso, constante y factible, que sea posible a largo plazo, y dejar de lado las disputas corporativas que nos hacen perder tanto tiempo. La suma de las partes hace al todo, y por eso mismo tenemos que estar integrados.
El sistema presidencialista argentino está caracterizado por el caudillismo, por las personalidades fuertes, que no respetan las instituciones políticas que son aquellas que nos trascienden, creadas para mantener el equilibro del sistema y la república. Que tengamos ideologías diferentes no nos hace enemigos. Al contrario, debemos nutrirnos de nuestras diferencias y del debate, aunque nos cueste, para mantener un equilibrio que nos ayude a seguir un plan de acción en común para el desarrollo nacional.
Por último, quisiera cerrar con una frase de Aristóteles que deberíamos poner en práctica diariamente: “Somos lo que hacemos día a día, de modo que la excelencia no es un acto sino un hábito”. Muchas gracias.
* Discurso dirigido a los alumnos de Taller de Retórica y Oratoria Forense – Carrera de Derecho. Universidad Nacional de la Matanza