Las grandes crisis argentinas se producen por falta de divisas. La restricción externa limita el crecimiento: cuando la economía arranca, llega un punto en el que los dólares necesarios para abastecer los insumos importados y el ahorro supera lo que ingresa por exportaciones. Casi el 70% de esas exportaciones son productos primarios y manufacturas de origen primario. La estructura económica argentina explica esta relevancia exportadora de los sectores primarios. También evidencia la necesidad de diversificar la canasta exportadora y agregar valor. Con las exportaciones primarias no alcanza para garantizar el bienestar de más de 47 millones de argentinos.
Históricamente, el desarrollismo criticó la consolidación de una estructura productiva con predominancia de la producción primaria y enfatizó la importancia de la industrialización. Pero es una falsa antinomia creer que eso implica estar en contra de la explotación de los recursos naturales. La clave es construir encadenamientos productivos que creen empleos de calidad, paguen mejores salarios, exporten bienes de mayor valor y, al mismo tiempo, se integren con otros sectores industriales y tecnológicos más sofisticados.
En el libro ¿Por qué Argentina no fue Australia?, Pablo Fajgelbaum y Pablo Gerchunoff señalan que los dos países tenían ciertas similitudes en términos del potencial de los recursos naturales. Sus caminos, sin embargo, han tenido un corto período de convergencia desde 1884 hasta 1929 y un largo período de divergencia entre 1929 y 2002 en términos de los principales indicadores económicos.
Australia logró el desarrollo fundamentalmente por un boom temprano de sus recursos naturales, en donde a partir del descubrimiento del oro en mediados del siglo XIX logró aprovechar el sistema mundial de libre comercio. A su vez, fue fundamental el consenso político sobre la necesidad de implementar políticas proteccionistas para promover el bienestar de la población y una política internacional acertada, teniendo a Gran Bretaña como socio histórico y luego de la Segunda Guerra Mundial a Estados Unidos y Japón.
¿Por qué Argentina se perdió en el camino? Los autores señalan que el desfasaje temporal del boom de los recursos naturales argentinos, a finales del siglo XIX; un proteccionismo tardío y conflictivo incentivado por el peronismo; y una geopolítica adversa para conseguir mercados, inversiones y financiamiento conspiraron para colocar a la Argentina en el mundo del subdesarrollo.
En el artículo ¿Qué modelo de desarrollo para la Argentina?, Daniel Schteingart y Diego Coatz concluyen que Argentina no puede seguir el camino de desarrollo de Australia. Su argumento central es que Argentina tiene un capital natural por habitante menor al de Australia. Los datos que contemplan los autores relevados por el Banco Mundial en 2005 se confirman en el informe del Banco Mundial de 2018, en donde Argentina —en términos de capital natural— apenas supera el promedio mundial. Es decir, no es un país con abundancia de recursos naturales como siempre se creyó, pero aún así hay una posibilidad de expandir la capacidad exportadora argentina por medio de los mismos.
Australia no logró el desarrollo por medio de la simple extracción de sus recursos naturales, sino a través una política estratégica de innovación y tecnología procesando los recursos naturales. Esto supone un proceso de agregación de valor hacia atrás y hacia adelante. Maquinarias exploratorias y extractivas de minerales, biotecnología (alimentos del futuro), conocimientos especializados en geología o mineralogía, software para minería y a partir del eslabonamiento con actividades vinculadas a esos sectores. Por esta razón, Schteingart y Coatz colocan a Australia en el cuadrante de los países innovadores en recursos naturales, es decir, un país con una canasta exportadora de predominio de recursos naturales pero con una fuerte impronta de inversión en ciencia y tecnología y de establecimiento de patentes técnicas. En su análisis, Argentina se ubica en el cuadrante de no innovadores primarizados debido a que predominan los recursos naturales en su canasta exportadora pero con una escasa inversión en ciencia y tecnología y de asentamiento de patentes técnicas. Este es el enfoque agrario limitante que combatió siempre el desarrollismo.
Este proceso de innovación tecnológica de los recursos naturales no se dio por la espontaneidad del mercado. El Estado australiano jugó un rol clave por medio de centros tecnológicos y de investigación articulados con el sector privado. Lograron un triángulo virtuoso entre gobierno, estructura productiva y la infraestructura científico-tecnológica orientado a la innovación, en los términos que planteaban Natalio Botana y Jorge Sábato.
El sistema de innovación australiano atiende a los requerimientos del sector privado en toda la cadena de valor: investigación y desarrollo, inicio de nuevos negocios, comercialización de los productos, tecnologías o servicios e incentivos a la articulación a redes internacionales. El vínculo aceitado entre gobierno, estructura productiva y ciencia y tecnología es lo que necesita un país como Argentina para innovar agregando valor a sus productos y servicios.
Vaca viva, Vaca muerta y minerales
El campo argentino es un actor global relevante, pero aún así tiene la posibilidad de expandir más su presencia en los mercados internacionales. Hay una inmensa cantidad de productos vinculados al agro con un relevante potencial de exportación sin explotar. Entre ellos, se destacan algunos los vinos; los alimentos de la pesca, los camarones y langostinos congelados; los cítricos, que tienen gran presencia en la Unión Europea y pueden aumentar sus ventas hacia el mercado chino. También otros productos derivados de la soja, el maíz y el trigo. Algunos con mayor valor agregado, vinculados al agro como la biotecnología, lo que incluye biocombustibles tales como el bioetanol y el biodiesel. Y, finalmente, las industrias vinculadas al agro, como la fabricación de cosechadoras y tractores, los fitosanitarios, los fertilizantes, los insecticidas, los raticidas y los herbicidas.
Otro sector con gran potencial exportador es Vaca Muerta, el segundo mayor recurso no convencional de gas en el mundo. Con un plan estratégico de inversiones adecuado, Vaca Muerta podría generar 25.400 millones de dólares de exportaciones para 2030, según un informe elaborado por el Departamento de Informaciones y Estudios Económicos de la Bolsa de Comercio de Rosario, que no tiene en cuenta el alza reciente de los precios del gas y el petróleo. Aunque suena impactante, esto no convertiría al país en un emirato árabe. Por otro lado, hoy parece más una quimera que una realidad: sin condiciones macroeconómicas estables, previsibilidad en el sector y mejoras del sistema logístico no hay un ritmo acorde a las oportunidades. Mientras el mundo demanda gas, la situación para autoabastecimiento de Argentina es adversa, con la necesidad de importar gas de Bolivia debido a que no se concluyó la construcción del gasoducto Néstor Kirchner, proyectado hace más de 10 años.
La extracción y exportación de hidrocarburos no es sinónimo de desarrollo. Si bien ayuda a las esquilmadas cuentas del país, sin inversión tecnológica para agregar de valor, por ejemplo en la industria petroquímica, o aprovechamiento del recurso para brindar energía barata a los sectores productivos, será una proceso equiparable al modelo agroexportador: vender cueros para importar botas y ponchos.
El otro sector fundamental a abordar es la minería. Argentina exportó en 2021 3.200 millones dólares de minerales, pero el potencial de exportación para 2030 es de 12.000 millones de dólares, de acuerdo al Plan Estratégico para el Desarrollo Minero Argentino (PEDMA). Este plan, promovido por el Ministerio de Desarrollo Productivo de la Nación, prevé un flujo de inversiones directas por 33.000 millones de dólares en los próximos años. La mayor expectativa está en el cobre y el litio. Este último mineral tiene una fuerte revalorización debido a la fuerte demanda de autos eléctricos en el proceso de transición energética. Ciertas limitaciones en los competidores de Argentina —Australia y Chile— pueden incentivar la ampliación de nuevos mercados del litio argentino. Las relaciones de Australia con China, su principal cliente, está atravesando por un momento complicado. Por su lado, la política minera en Chile está en debate y eso genera incertidumbre entre los inversores.
La explotación minera tampoco implica, per se, un proceso de desarrollo. Pero genera oportunidades para agregar valor, por ejemplo, en la fabricación de maquinarias exploratorias y de extracción, la especialización en servicios técnicos o la producción de baterías eléctricas para celulares y autos eléctricos.
A su vez, Argentina tiene un enorme potencial en energías renovables —eólica y solar— que podría posicionarlo a nivel internacional durante la transición energética. Se requiere un marco regulatorio que de previsibilidad en el sector, estabilidad macroeconómica e incentivos a empresas globales relevantes en la industria para impulsar el desarrollo. Es un tipo de explotación focalizado en distintos puntos del país. Mientras que el potencial eólico se concentra en la Patagonia, las regiones con mayor radiación solar son el Noroeste, Cuyo y todo el norte argentino. Aunque, en mayor o menor medida, todo el territorio es susceptible de ser aprovechado para desarrollar la energía solar.
La base desde la cual proyectar el desarrollo argentino
La estrategia de impulsar un modelo de desarrollo privilegiando el procesamiento de recursos naturales es viable, siempre y cuando se haga con eje en la innovación científica y tecnológica. El potencial argentino en términos de recursos naturales debe ser aprovechado para diversificar la canasta exportadora y aumentar la inversión directa para así evitar el constante estrangulamiento externo que padece el país. Es la manera más rápida de proveer las divisas que demanda la economía.
Este enfoque no implica desproteger y dejar librada a su suerte a la industria nacional. Mientras que, por un lado, se generan oportunidades para promover la integración y desarrollo de la misma a partir de los recursos naturales, por otro se debe tener abordajes específicos, como protección con límite temporal junto a inversiones en mejoras de productividad, para los sectores industriales tradicionales que aportan capacidades tecnológicas relevantes así como oferta de empleo. Que los países desarrollados hayan vuelto apostar a las manufacturas en el marco de las nuevas tecnologías de la cuarta revolución industrial es un indicador que lejos de abandonar las valiosas capacidades industriales, Argentina debe priorizarlas y apostar por seguir ese mismo camino.
El país puede seguir una hoja de ruta hacia el desarrollo inspirada en modelos exitosos, adecuados al contexto nacional. Para lograrlo, es fundamental lograr consensos sobre qué sectores de la economía son prioritarios. Un Estado inteligente es un Estado que fija prioridades, planifica estratégicamente, se inserta inteligentemente en el mundo, canaliza recursos y lidera ingeniosamente el triángulo de gobierno, estructura productiva e infraestructura científico-tecnológica para lograr el desarrollo del país.