Schteingart

En su cuenta de Twitter, Daniel Schteingart se define como doctor en sociología, desarrollista y beatlemaníaco. Pero una de las primeras cosas que hizo al comenzar la entrevista fue aclarar que tiene discrepancias con “la visión desarrollista clásica”. “Tengo una visión keynesiano-estructuralista”, explicó. Schteingart es investigador del Conicet y se especializa en el estudio del desarrollo comparado entre países. Asegura que, a diferencia de lo que proponen otros analistas, Australia no es un buen modelo de desarrollo para Argentina. Él recomienda mirar el ejemplo de Canadá, una economía con una alta participación tanto de la industria como de sectores basados en recursos naturales. También cuestiona la idea de que la industria es sinónimo de desarrollo. Escribió una tesis en la que defiende que el desarrollo de los países está más determinado por el sistema científico-tecnológico que por el grado de industrialización. En una charla larga y distendida, Schteingart expuso cuál cree que debe ser el rol del Estado y analizó la década kichnerista y la primera mitad del mandato de Mauricio Macri.

¿Por qué comenzaste a estudiar el tema del desarrollo?

De chiquito me gustaba mucho la geografía. Miraba los atlas y las fichas técnicas de las enciclopedias. Y cuando encontraba el PBI per cápita veía que había países ricos y pobres, y me preguntaba por qué. Con mi viejo siempre discutía esas cuestiones. Yo tenía la idea de que industrialización era igual a desarrollo, y me puse a chequear en qué medida eso era así. Mirando los datos me di cuenta de que eso era bastante cierto, pero no tan linealmente. Durante mucho tiempo tuve una mirada casi peyorativa con respecto a los recursos naturales, después la cambié. Me di cuenta de que los recursos naturales podían ser palancas del desarrollo. Y escribí la tesis de la maestría vinculada con el tema.

¿Sobre qué se trata la tesis?

Sobre qué tienen en común los países desarrollados. Y encontré que el denominador común no es tanto la especialización en bienes industriales, sino la existencia de fuertes capacidades tecnológicas en la economía. Estas capacidades permiten a los países apropiarse de la tecnología y los conocimientos existentes y crear nuevos conocimientos que puedan ser comercializados. La existencia de un sistema científico-tecnológico denso, entroncado con el aparato productivo, es más determinante que el perfil de especialización.

¿Pero no hay ninguna relación entre el grado de industrialización y el desarrollo?

Lo que yo hice fue armar un cruce de dos variables. Una es el perfil de especialización que tienen los países: más industrial o menos industrial. Y la otra es si el sistema científico-tecnológico es más denso o más laxo. Son cuatro combinatorias. El grueso de los países desarrollados tiene alta capacidades tecnológicas y está especializado en manufacturas. Es el caso de EE UU, Japón, Corea, el grueso de Europa y, cada vez más, China. Pero también hay países desarrollados que están especializados en recursos naturales y tienen un sistema científico-tecnológico denso, que son Australia, Nueva Zelanda y Noruega. Canadá es un híbrido entre estos dos tipos; tiene bastante industria, pero hay muchos recursos naturales. Es cierto que son la minoría de los países desarrollados, pero son desarrollados y muestran que los recursos naturales pueden ser palancas para el desarrollo. Por otro lado, también hay países que exportan bienes industriales y no son desarrollados, y tienen capacidades tecnológicas más bien laxas. Es el caso típico de México. También Filipinas y otros del sudeste asiático. Después está el resto de los países subdesarrollados, que exporta materias primas y tiene pocas capacidades tecnológicas. En ese grupo están el grueso de los países de África, Argentina, Uruguay, Chile, Perú, Venezuela o Colombia. Brasil es un intermedio.

¿Por decís qué México es el caso típico de país industrializado y subdesarrollado?

Hace 20 años se decía que México era un caso exitoso porque había pasado de exportar productos primarios a exportar bienes industriales, pero es un país con una trayectoria económica muy mediocre en los últimos 30 años. Cuando más creció fue entre 1930 y 1980, en la época en la cual el país encaró un proceso de industrialización dirigida por el Estado. A partir de los ‘80 se convirtió en una maquila de EE.UU y sigue el ciclo económico norteamericano. Salvo algo del sector automotriz, la industria mexicana genera muy poco valor agregado. No es un buen modelo. México tiene la misma pobreza que hace 30 años, expulsó el 6% de su población a EE.UU y tiene crecimiento del narco.


PARTE 1 | CAMINOS HACIA EL DESARROLLO

En tu tesis planteás que existen varios caminos para alcanzar el desarrollo. ¿Cuál le conviene seguir a Argentina?

Argentina está mayormente especializada en recursos naturales, pero no es todo recursos naturales. A diferencia de países como Colombia o Venezuela, tiene ciertas exportaciones industriales. Pero sus capacidades tecnológicas son de mitad de tabla para abajo. ¿Qué estrategia de desarrollo conviene seguir a Argentina? Un camino posible es el de Corea, que significa no apalancarnos en los recursos naturales y apuntar a una altísima especialización en bienes manufacturados, con altas capacidades tecnológicas. Entiendo que el desarrollismo clásico, de alguna manera, lo veía como un sendero posible. Muchos sectores de la heterodoxia económica lo han visto así. Otra opción es el modelo Australia, más cercano a una tradición liberal, que apunta a especializarse en recursos naturales para aprovechar las ventajas comparativas, agregar valor y generar capacidades científico-tecnológicas. Yo creo más en un camino intermedio.

¿Por qué Australia y Corea no son un buenos modelos para Argentina?

En primer lugar, ¿Argentina tiene recursos naturales? Sí, pero no tantos como habitualmente se cree. Hay una especie de fantasía de que Argentina es una potencia en términos de recursos naturales. El Banco Mundial mide el capital natural per cápita y Argentina está en el puesto número 40 a nivel mundial. Australia está en el puesto 10, con cuatro veces más recursos naturales per cápita que nosotros. Chile también tiene más recursos naturales per cápita que Argentina. Australia tiene la mitad de nuestra población y el triple de nuestra superficie, tiene una densidad poblacional mucho más baja. Es como una gran Patagonia. Lógicamente, los recursos naturales son en parte una consecuencia del desarrollo tecnológico: no son estáticos. Si bien hay una base propiamente natural, la tecnología puede crearlos al volver viables ciertas producciones: caso claro es el del fracking.

¿Australia siempre apostó por un desarrollo basado en recursos naturales?

Si bien siempre estuvo especializado en recursos naturales, Australia tuvo 70 años de cierto proteccionismo entre 1900 y 1970, en los que llegó a desarrollar un tejido manufacturero denso. En buena parte del mundo había una estrategia de sustitución de importaciones; en ese contexto, a mediados de los 70 Australia llegó a tener el sexto PBI industrial per cápita más alto del mundo. El peso de la industria en Australia en relación con el PBI hoy es bajo, pero igualmente tiene un PBI industrial per cápita alto, similar al de Europa.

¿Por qué la economía argentina no tuvo el mismo desempeño durante la etapa de sustitución de importaciones?

Existe la idea de que Argentina no fue Australia por culpa del peronismo, pero no es así. Entre 1945 y 1975 los PBI per cápita de Australia y Argentina crecieron prácticamente igual. Los grandes momentos de divergencia entre los dos países fueron en la década del 30 y en el último cuarto del siglo XX. En la década del ‘30 influyó mucho la geopolítica. Reino Unido firmó el pacto de Ottawa en el año 1932, después de la crisis, para privilegiar como socios comerciales a sus ex colonias, que formaban la Commonwealth. Eran Australia, Nueva Zelanda y Canadá, principalmente. Como respuesta defensiva, Argentina firmó en 1933 el pacto Roca-Runciman, pero nuestra performance fue bastante más floja en los años siguientes. En el último cuarto del siglo XX hubo una segunda divergencia, la más honda de todas, a partir de 1975, cuando Argentina pegó un volantazo en la estrategia de desarrollo que mantenía desde hacía 45 años. Fue un viraje tremendo, muy trágico en términos económicos. Argentina es el país que más se desindustrializó en el último cuarto del siglo XX.

Durante el modelo de sustitución de importaciones Argentina tuvo problemas en la balanza de pagos, ¿Australia no los tuvo?

Hay una cuestión adicional con respecto a Australia y es que desde la Segunda Guerra Mundial ha sido un aliado fundamental de EE.UU. Esa variable muchas veces en los análisis no se tienen en cuenta, pero hay que que considerarla. Australia tuvo déficit en la cuenta corriente, pero sin los problemas en la balanza de pagos que tuvo Argentina. En parte tiene que ver con que EE.UU no iba a dejar que cayera, como lo documentan bien Gerchunoff y Fajgelbaum en un gran ensayo llamado ¿Por qué Argentina no fue Australia?. A partir de la Segunda Guerra Mundial, Australia pasó a ser un aliado clave de EE UU en el Pacífico Sur, una región caliente en la Guerra Fría. En todas las guerras en las que EE UU se embarcó, Australia participó. Actuó casi como el sheriff norteamericano en el Pacífico Sur y casi un Estado más de EE UU, según el analista australiano Erik Paul. Y eso ha tenido su beneficio económico para el país. Hay una diferencia muy grande con la situación geopolítica de Argentina, que ha sido más irrelevante para EE UU.

¿Por qué Corea no es un buen modelo para Argentina?

Corea ha sido un faro para muchos. ¿Por qué no? En primer lugar, Corea no tiene recursos naturales. Son 50 millones de tipos en una superficie más pequeña que la provincia de Santa Fe, lo que implica una densidad demográfica altísima. Es un país tradicionalmente importador de recursos naturales. Argentina, en cambio, sí tiene recursos naturales y puede aprovecharlos. Segundo, la geopolítica también fue muy favorable para Corea. EE UU favoreció los procesos de desarrollo de Japón, de Corea del Sur y de Taiwán en la segunda posguerra con diferentes mecanismos, como la apertura de mercados y la transferencia tecnológica. Eran fronteras calientes. Taiwán era la parte capitalista de China; Corea del Sur, la parte capitalista de la península de Corea; y Japón estaba en la misma zona. Y tenías al lado de todo esto a la URSS y China.

¿Pero podrían tomarse algunas lecciones del proceso de desarrollo coreano?

Una cuestión adicional. Corea tuvo durante más de dos décadas un régimen recontra autoritario que es impensable acá. Era una dictadura desarrollista que fue desde 1962 hasta 1987. Y hoy tampoco es una democracia al estilo occidental. Es una democracia, pero con ciertos rasgos autoritarios. Lo mismo pasa en Singapur. El modelo de Corea es un modelo de palos a los trabajadores que no podemos pensar en Argentina, con una tradición muy distinta. Por eso me parece que el modelo coreano no es un caso de inspiración. Lógicamente, sí hay cuestiones interesantes a tener en cuenta, como el hecho de que el Estado privilegió fuertemente a grandes holdings económicos, llamados chaebol, distorsionando las señales naturales del mercado, a cambio de metas de desempeño tecnológico y exportador.

¿Canadá puede ser un buen modelo para Argentina?

Canadá tiene una situación geopolítica y una geografía económica muy privilegiada. Está al lado de EE UU y también estuvo en la Commonwealth. Pero lo interesante de Canadá, que tiene muchos recursos naturales per cápita, es que no solo está especializado en en recursos naturales y las industrias relacionadas, sino que está bifurcado también hacia otros sectores industriales más lejanos. Tampoco es Corea, que es esencialmente industria. En Canadá hay una industria forestal fuerte, una industria minera fuerte, una industria petrolera fuerte. Explota muchos recursos naturales, pero también está Blackberry, está Bombardier, que es la cuarta aeronáutica del mundo, y tiene una industria automotriz fuerte. Recursos naturales sí, pero con eso no nos alcanza. Argentina también tiene capacidades en ciertos sectores industriales. No es cierta la teoría de que la industria argentina es todo una porquería ineficiente.

¿Qué estrategia de desarrollo siguió Argentina hasta ahora?

Si mirás la trayectoria de los años ‘60 hasta ahora, Argentina deambula como un borracho. Pero hay una idea de que en el periodo de la segunda posguerra Argentina anduvo muy mal, y no es tan así. Esta idea de que Argentina se jodió en 1930 o en 1945 no es correcta. En efecto, el gran crecimiento argentino terminó más en 1913 que en 1929 o en 1944. En el periodo de 1913 a 1929 el crecimiento entre puntas fue magro y menor al de países como EE UU, Canadá, Brasil, Japón, Suecia e incluso países muy afectados por la Primera Guerra Mundial como Francia. Entre 1945 y 1975, el PBI per cápita de Argentina creció igual que el de Australia, Nueva Zelanda y Estados Unidos, un poquito más que el de Inglaterra, un poquito menos que el de Canadá y mucho más que el de Uruguay y que el de Chile. Ninguno de esos países tuvo peronismo.

¿Por qué existe una idea tan negativa sobre el modelo de sustitución de importaciones?

Es verdad que Argentina no fue un milagro económico. No creció como Europa, que vivió el milagro económico europeo, los treinta gloriosos. Pero tuvo un crecimiento aceptable, con problemas, porque sufrió el stop and go. En la etapa de 1964 a 1974 hubo una aceleración en el crecimiento. Fueron 10 años consecutivos de crecimiento y suba muy fuerte de la productividad. Y no solo eso, hacia fines de los 60 empezó a exportar por primera vez industria. En 1962 el 3% de las exportaciones de Argentina eran industriales, en 1974 eran el 25%.  En 1974 el país había eliminado el déficit comercial en industrias livianas, como textiles y calzados, y también en industria automotriz. Y era superavitario en maquinaria agrícola, que hoy es recontra deficitario. Se había eliminado el déficit de la maquinaria de oficina, que era la protoelectrónica. Seguía siendo deficitario en el complejo siderúrgico y en el complejo químico, sectores que maduraron después, a fines de los 70 y principios de los 80. Por eso no compro esa idea de que el modelo sustitutivo de importaciones estaba completamente agotado a mediados de los 70. Argentina exportaba plantas llave en mano a otros países de la región en la década de los 70. Había acumulado capacidades productivas y eso había empezado a dar sus frutos.


PARTE 2 | UNA VISIÓN KEYNESIANO-ESTRUCTURALISTA

¿Te considerás desarrollista?

Sí, pero tengo discrepancias con la visión desarrollista clásica. Hay interesantísimos debates en cuanto a cuáles son los drivers del desarrollo. Diría que tengo una visión keynesiano-estructuralista del proceso de crecimiento. Tengo un par de premisas. La primera, el crecimiento es tirado por la demanda. Y la inversión tiende a reaccionar ante la demanda. Una discusión importante es qué es lo que más motoriza la inversión. Si son los animal spirits y el clima de negocios, que es la visión predominante en el gobierno actual, o si son los horizontes de poder vender. En Argentina la inversión suele sobrerreaccionar al ciclo económico. En 2011 el PBI per cápita de Argentina alcanzó el récord y el país registró el ratio de inversión sobre PBI más alto en los últimos 30 años; después empezó a bajar porque el ciclo económico empezó a caer.

¿La demanda es más importante que el clima de negocios para que haya inversiones?

Que la demanda sea importante no implica que el clima no importe, ojo. Es difícil que haya un boom de inversiones sin un ciclo económico que acompañe, y eso lo demuestra econométricamente muy bien Ariel Coremberg y otros académicos en un paper llamado Determinantes de la inversión en Argentina entre 1950-2000. ¿Hay excepciones? Sí, en 1960 con Frondizi. En ese año el consumo estaba planchado, sobre todo después del plan de estabilización de 1959 que había provocado una caída fuerte en el salario real, y las inversiones volaron. Pero fue porque hubo un cambio muy fuerte en el marco regulatorio, en donde el Estado aseguraba rentabilidad en ciertos sectores. Pero entre 1930 y 2016, la inversión y el consumo —el principal componente de la demanda en Argentina, aunque no el único— fueron de la mano en 67 de los 86 años. Más del 75% del tiempo cayeron juntas o subieron juntas. En ese tiempo, hubo solo cuatro años en los que cayó el consumo y subió la inversión: en 1960, con Frondizi; en 1956, después del derrocamiento de Perón; 1966, después del golpe de Onganía; y en 1976, tras el comienzo de la última dictadura. Los golpes de Estado provocaron un shock inmediato en términos de inversión. Pero después, con demanda fría, la inversión se volvió a caer. Con un ciclo económico que cae, sube la capacidad ociosa de las empresas. Y con capacidad ociosa es difícil pensar en un boom inversor.

Pero hay sectores que tienen demandas que no dependen del mercado interno…

Puede haber inversiones puntuales en el agro, energía o en la minería, que son sectores donde la demanda no depende del mercado interno. Pero es difícil pensar que haya un boom de inversiones en el sector industrial con una capacidad al 65%, como ahora. La inversión reacciona al ciclo económico. Si hay buen clima de negocios, mejor todavía, eso no cabe la menor duda. Pero miren lo que pasó en 2016. Hubo un giro muy importante en el gobierno y en el discurso, pero la inversión cayó. ¿Y por qué cayó? Porque hubo una caída de la demanda en general.

Entonces, ¿la clave es el mercado interno?

En un país como Argentina, el mercado interno es muy relevante. Pero no se trata solo de darle a la demanda, darle al consumo o al gasto público para que eso traccione la inversión, porque sería muy fácil. El gran problema es que por la estructura productiva desequilibrada de Argentina, crecer implica un salto en las importaciones. Por eso se necesitan políticas específicas para sustituir mejor importaciones y exportar más, para conseguir las divisas necesarias para que el proceso de crecimiento sea sustentable. El motor del crecimiento es la demanda, el combustible son las divisas. Esa es la premisa keynesiano-estructuralista. Keynesiana porque el motor del crecimiento es la demanda, estructuralista porque de la estructura productiva depende de que pueda obtener las divisas.


PARTE 3 | LA DÉCADA KIRCHNERISTA

¿Qué lectura hacés de la etapa kirchnerista?

Un dato que interesante es que en Argentina entre 2002 y 2008 no solo hubo una fuerte suba de la inversión, sino que hubo un tremendo boom de empresas nuevas. El número de empresas en 2008 era 36% mayor que en 1998, previo a la crisis de la convertibilidad. Casi todo ese boom se explica por las pymes, que explican el 99% de las empresas totales. Y ese boom derivó en un gran dinamismo del empleo. El periodo de 2002 a 2008 es el mejor periodo económico de Argentina en décadas. Todas las variables daban bien: cantidad de empresas, empleo en blanco, salario real, producción, productividad, pobreza, distribución del ingreso; todo mejoró.

¿Por qué no se pudo mantener?

En 2007/2008 aparecieron claros cuellos de botella. En 2007 empezó a haber señales de inflación  y en 2008, a la crisis con el campo se le sumó la crisis internacional. Pero en 2010 y 2011 hubo de vuelta un crecimiento muy fuerte. En 2011 el PBI per cápita alcanzó su nivel récord en la historia argentina. El PBI industrial per cápita de 2011 llegó a igualar el de 1974, para que se den una idea de lo que se había destruido antes. Entre 1974 y 2002 se había destruido casi la mitad del PBI per cápita industrial; entre 2002 y 2011 casi se duplicó. Creo que el problema fue que en 2011 el país empezó a quedarse sin divisas, por varias razones. Hubo una muy mala política energética, que provocó que se usaran divisas para importar energía y eso metió presión en la balanza comercial. También hubo un tema con el tipo de cambio. Otro problema muy fuerte fue una fuga de capitales muy grande en 2011, que se resolvió muy mal con el cepo.

¿Cómo lo tendría que haber resuelto?

En 2011 era clave subir la tasa de interés y volver a tomar un poco de deuda. Había que incentivar las colocaciones en pesos, como hace el Banco Central hoy. Pero en 2011 el Gobierno insistía en mantener bajas las tasas de interés para fomentar la expansión económica. Eso terminó siendo recesivo por otro canal, porque la tasa baja hizo que los agentes económicos se fueran al dólar y la falta de divisas planchó la economía. En materia de inflación, era clave alinear expectativas salariales y de precios: ello hubiera implicado reconocer el problema de la inflación y del INDEC, pero el kirchnerismo no lo hizo nunca. Creo que en 2011 hubo un punto de inflexión muy grande. Hasta 2011 yo hacía un balance más positivo que negativo del proceso de crecimiento; otros dicen que en ese momento el modelo ya estaba arruinado.

¿Considerás que hubo un cambio en la matriz productiva, un proceso de desarrollo real?

Entre 2003 y 2011 hubo una transformación en la que se generó más masa. No cambió tanto lo cualitativo, fue mucho más cuantitativo. Pero hubo un proceso nada despreciable. En Argentina hoy hay 600.000 empresas, en 1998 había 425.000. Desde 2011, la cantidad de empresas y el empleo quedaron estancados.

Podríamos decir que hubo crecimiento, pero no desarrollo. ¿Por qué no hubo un cambio cualitativo?

Para ir por ese camino se necesita buena macroeconomía y política industrial. Entre 2003 y 2007 había buena macro: un tipo de cambio competitivo, baja inflación, el país desendeudado, superávits gemelos; pero no hubo mayor política industrial. La política industrial era más continuidad que ruptura con los noventa. Cuando la macro se empezó a caer un poco, en 2007 y 2008, la política industrial empezó a ganar peso. En el último kirchnerismo, entre 2011 y 2015, ya había más instrumentos de política industrial, aunque bastante descoordinados entre sí. Nunca tuvimos la combinación virtuosa de buena macro con mucha y buena política industrial. Ahí hubo un problema, el kirchnerismo en lugar de anticiparse y tener planificación estratégica del desarrollo, que incluyera además fuertes inversiones en infraestructura, corrió detrás de los problemas que iban surgiendo. Iba tapando con parches. Pero hubo iniciativas interesantes, como Fabricaciones Militares, el Polo Tecnológico para la Defensa o el complejo nuclear. También la estatización de YPF, que puede ser un instrumento tremendo de desarrollo productivo. Algo parecido al rol que tuvieron la Statoil en Noruega o Petrobras en Brasil.


PARTE 4 | EL ROL DEL ESTADO

¿Cómo puede servir la estatización de YPF para potenciar el desarrollo?

La discusión centrada en YPF tenía que ver con dos líneas, que se mantienen todavía hoy. Si hay que tratar de garantizar el autoabastecimiento energético cuanto antes e importar maquinarias como sea, o si hay que ser más paciente y apostar por generar una red de proveedores de base nacional para la industria petrolera. Noruega, por ejemplo, como en los años 60 y 70 no tenía urgencia, apostó por construir una industria petrolera nacional a largo plazo.

¿Cómo lo hizo?

Llamó a los capitales extranjeros y les dijo: «Ustedes explotan, pero me dan muchas regalías e impuestos y además me hacen la transferencia tecnológica y me contratan proveedores nacionales. Y sepan que el gran jugador nacional, al que voy a privilegiar, va a ser la Statoil». Llevó el capital extranjero, pero de un modo nacionalista, no les dijo que fueran a hacer lo que se les antojara. Era un win-win. La Statoil es hoy un jugador de peso tremendo en la extracción de petróleo off shore y, además, generó un cluster enorme. Entroncó el petróleo con un montón de proveedores y el sistema científico-tecnológico.

¿Se puede implementar un modelo así en Argentina?

Creo que sí, y que YPF es el instrumento clave. El problema es cuando en el país lo urgente todo el tiempo posterga lo importante. YPF puede ser una enorme plataforma de desarrollo de proveedores. Dentro de los instrumentos de la política industrial, hay dos que pueden ser muy utilizados en la era de la OMC [la Organización Mundial del Comercio] y que Noruega ha utilizado muy bien: las empresas públicas y las compras públicas.

¿Cómo podrían usarse?

Las empresas públicas tienen una racionalidad que no es la misma que en una empresa privada. Por ejemplo, facilita el desarrollo de proveedores aunque ello en el corto plazo eso sea ineficiente. Hoy por hoy, para Argentina está claro que importar maquinaria es más barato y es mejor en el corto plazo. El problema es que se reproduce la dependencia y el sesgo importador. Además, el sector de maquinarias suele ser un gran creador de progresos técnicos y entronca con el aparato científico-tecnológico. Por eso es necesario pensar estrategias de mediano y largo plazo.

¿Y las compras públicas?

La compra pública significa que el Estado demanda a algunas empresas cierto tipo de bienes y servicios. Las empresas tienen la demanda garantizada y producen, y en ese proceso aprenden a producir. Está claro que se necesitan cierto tipo de incentivos para que esas empresas no se achanchen. Es el criterio de la industria infante.

¿No es un problema la corrupción en las compras públicas en Argentina?

Sí, por eso siempre digo que un problema muy grande que tuvo el kirchnerismo es creer que las capacidades de gestión y la corrupción son agenda del liberalismo gorila. Creo que es un error y que hasta legitima el discurso anti-estatista. Noruega es una sociedad profundamente estatista porque la ciudadanía confía en el Estado, porque el Estado es muy competente y es honesto.

¿Hay otros países que usen estos mecanismos?

Ese es el modelo noruego, que creo que es un modelo interesante y poco estudiado. Después está el modelo norteamericano, que es muy distinto. El modelo de EE UU está más centrado en compras públicas. El Estado no es el productor de bienes y servicios, como Noruega, sino el usuario. EE UU usó muchísimo el instrumento de las compras públicas en el siglo XX. En 1933 creó la Buy American Act, favoreciendo muchísimo a grandes empresas nacionales. Gigantes como Boeing, IBM, Lockheed, Intel, DuPont, Monsanto o Pfizer, entre otros, no se pueden entender sin las compras públicas. Pero no sólo eso. ¿Conocen a Mariana Mazzucato? Escribió un libro de lectura obligatoria: El Estado emprendedor. Lo que dice es que si bien Steve Jobs es un genio, todas las tecnologías madre que tiene el Iphone —GPS o Internet, por ejemplo— surgieron directa o indirectamente del Estado norteamericano.


PARTE 5 | QUÉ SECTORES POTENCIAR

¿Argentina podría ser un país desarrollado si se concentra en el campo y la agroindustria?

Yo estoy completamente a favor del aumento de la producción del campo. Es obsoleto pelearse con el campo, pero también es erróneo creer que la industria es el problema, como dicen otros tantos. Me resulta difícil pensar que un país de casi 45 millones de habitantes viva solo de los recursos naturales y todos sus encadenamientos. Ya es algo muy difícil que los recursos naturales generen todos los encadenamientos que queremos que generen, porque eso no se da automáticamente. Y aunque se diera, creo que no alcanzaría.

¿Ni desarrollando todos los encadenamientos de la agroindustria?

Ahí ya hay un problema, porque ni siquiera están. En maquinaria agrícola, el país es deficitario. Y miren lo que está pasando ahora. La producción de maquinaria agrícola sube un poquito, el empleo del sector también, pero las importaciones vuelan. Hay que generar encadenamientos como Noruega. Eso lo tienen muchos países desarrollados. Pero creer que solo con la agroindustria más la minería, el turismo y el petróleo se resuelven los problemas del país, es un error enorme. Los países grandes en términos poblacionales tienen una diversificación mucho mayor. Cuanto más grande, suele tener mayor diversificación. Eso no significa que haya que sustituir todas las importaciones. Hay que ver los sectores industriales donde hay capacidades y fomentarlos.

¿En qué sectores hay capacidades?

Dentro de lo que habitualmente se llama industria hay una enorme heterogeneidad. Hay diferencias en el grado de formalidad, el salario, la productividad, la competitividad y la contribución al empleo. Hay que ver caso por caso. En mi opinión, hay que pensar cómo reconvertir la industria textil-indumentaria en Argentina, como hicieron la mayoría de los países industrializados. Y es deseable que en el largo plazo haya menos de eso. El tema es que hoy ese sector genera mucho empleo. La cadena de textil-indumentaria genera unos 400.000 empleos. Muchos de ellos en negro, en malas condiciones, pero es una salida de empleo para un sector de la población, muchos de ellos migrantes, muchas mujeres. La peor salida es el desempleo. Hay una frase muy buena de José Natanson, el politólogo, que dice: «Hay ciertos sectores industriales que son ineficientes, pero te garantizan la paz de los conurbanos«. Hay que tener esa variable siempre en el radar siempre.

¿Conviene mantener sectores ineficientes subsidiados?

Hay que ver cómo reconvertirlos en un contexto de expansión económica. Pero hay otros segmentos industriales que están en la frontera. Parte de la industria aceitera, la industria química, que tiene empleo de altísima calidad, parte de la automotriz. Este es el sector que está en verde. Mencioné el rojo y el verde, pero hay uno amarillo. Son los sectores que con una buena macro andan muy bien, como entre 2003 y 2008 buena parte de la metalmecánica, y con una macro más adversa empiezan a tener problemas. A cada sector hay que abordarlo con políticas distintas. A algunos hay que aplicarles políticas para fomentar mayores exportaciones y que se internacionalicen, que son las que ya están en frontera; a los que están en semáforo amarillo hay que facilitarles que sustituyan mejor importaciones y gradualmente comiencen a exportar; y los que están en rojo, que son importantes en términos de empleo, ver cómo reconvertirlos en el largo plazo. Ahora, hago un paréntesis. La mayoría de los países desarrollados protegen, por razones de equilibrio de empleo.

¿Por ejemplo?

Nosotros pagamos cara la ropa. La verdad, nos molesta pagar cara la ropa. Y parte de eso tiene que ver con los costos altos y con con otras cuestiones como logística, impuestos, renta shopping o comisiones de tarjetas de crédito. Pero, ¿saben cuáles son los tres países donde el arroz es más caro? Japón, Corea y Taiwán. El arroz que nosotros pagamos a 25 pesos el kilo allá sale 70. Y eso que el arroz es para ellos como para nosotros es la carne.

¿Por qué es más caro?

Porque los tipos administran el comercio para proteger a los productores. Aunque también surgió en el pasado como seguridad alimentaria ante una eventual guerra. Otro caso es el de las frutas y las verduras en EE UU, que cuestan el doble que acá. Podrían importar más, pero protegen. Fijate lo difícil que es exportar limones. Nosotros pagamos cara la ropa, es cierto. Pero otros pagan muy caro el arroz o las verduras. No somos una tremenda anomalía en ese sentido.

¿Qué problemas puede traer la reconversión de un sector como el textil?

Hay que pensar hacia dónde van a ir los laburantes. Y la respuesta de que se van a crear cervecerías artesanales [se refiere a la declaración del candidato a senador de Cambiemos Esteban Bullrich], me parece de un nivel de desconocimiento enorme. Generalmente, el obrero textil con secundario incompleto que trabaja en el conurbano, si pierde el laburo va a cuentapropismo de subsistencia. O al desempleo. Las sociedades desarrolladas son sociedades asalariadas, no son cuentapropistas. Está bárbaro el emprendedorismo, pero significa crear empresas que generen nuevos puestos de trabajo, no generar nuevos cuentapropistas. En Argentina tenemos que un 75% de la fuerza de trabajo es asalariada. En los países como los que queremos ser —Noruega, Suecia, Dinamarca, Alemania— el 95% son asalariados en relación de dependencia. Y en Bolivia, el 45% es asalariado en relación de dependencia. Hay una correlación altísima entre asalarización y desarrollo.

Algunos hablan de que el mercado laboral está evolucionando hacia un modelo tipo Silicon Valley, con mayor peso de los trabajadores freelance. ¿Qué opinás?

Ese perfil en Argentina es una minoría del empleo. Es un trabajador muy típico en Capital, pero en el conurbano nada que ver. Y en el resto del país tampoco. El problema es creer que ese trabajador, que existe, es la norma. El grueso del cuentapropismo en Argentina es de baja calificación. Tres de cada cuatro cuentapropistas son de baja calificación y uno de cada cuatro es cuentapropista profesional, como por ejemplo el diseñador freelance. Y otra aclaración. Cuando hablamos de los llamados servicios, la gran mayoría son servicios de baja calidad. Por ejemplo, comercio o restaurantes, donde abundan el empleo en negro y los salarios bajos, o el servicio doméstico —que es el peor de todos los sectores, mayormente feminizado—, o el transporte, que es algo mejor pero lejos de los servicios intensivos en conocimiento.

Pero también hay servicios que generan empleo de calidad…

Los servicios high tech, claro. Representan mucho del empleo en EE UU y en Inglaterra, pero poco en Argentina. Viene subiendo muy de a poco, pero todavía no es lo más común. Y para entrar ahí se necesitan credenciales educativas muy fuertes y pensar a largo plazo. Si se rompe la industria, el laburante industrial que tiene secundario completo y un laburo en blanco, se va a la informalidad, al cuentapropismo o al desempleo. No va a ir al high tech, tipo Silicon Valley. Ese es un gran tema a tener en cuenta. Cuando se rompió la industria en Argentina a fines de los años 70 y en los 90, la salida fue hacia ahí. Esa es mi discusión contra los que dicen que la industria “ya fue” y que hay que apuntar todo a los servicios. En el mundo desarrollado se nivela para arriba: el tipo que era empleado cuello azul en la manufactura, ahora es empleado de cuello blanco [administrativo] o incluso labura en servicios high tech. En países que tienen desindustrializaciones prematuras, como ha tenido Argentina, se ha nivelado para abajo: de operario industrial en blanco a cuentapropismo de subsistencia o desempleo.

PARTE 6 | LA ERA MACRI

¿Cómo ves la política económica actual?

Creo que el problema es el timing del Gobierno. El Gobierno sigue la agenda de abrir la economía y luego crecer. Yo creo que tendría que primero apuntar al crecimiento y con el mercado interno en expansión, ir abriendo. En 2016 subieron las importaciones con un mercado cayendo y eso para una empresa que está perdiendo demanda es un problema. Es el reverso de 2002. Veamos por ejemplo el caso de la producción de calzado. En 2001 se importaban 25 millones de pares y se producían 35 millones. En total, el mercado eran 60 millones; no se exportaba casi nada. En 2002 se hizo pelota el salario y cayó el consumo, pero como subió el tipo de cambio a las nubes, las importaciones cayeron de 25 millones a 3 millones. La demanda total cayó 10 millones, pero la producción local subió 12 millones. De alguna manera, en 2016, si bien hubo una recesión —mucho más leve, por suerte, que la de 2002—, pasó al revés: cayó la producción local más que proporcionalmente y subieron las importaciones.

¿Y la estrategia para frenar la inflación?

El gobierno seguramente tenga cierto éxito en bajar un par de puntos la inflación vía la moderación salarial, aunque a expensas de debilitar la demanda y, ergo, el crecimiento. Por su lado, la inversión en obra pública, que ahora está subiendo, podría subir muchísimo más. El nivel de la obra pública rebotó fuerte, pero está debajo de los niveles de 2015. Impulsar agresivamente obra pública es crucial para un proceso de desarrollo.

¿Pero no creés que debería recortar el gasto público?

Hay una discusión teórica sobre el tema fiscal, la idea de que hay que cuidar muy fuertemente el gasto público. Yo creo que si el gasto público aumenta, por ejemplo vía obra pública, y logra incidir en la reactivación económica, el incremento se puede recuperar con la recaudación y hasta puede mejorar los resultados fiscales. Además, la obra pública mejora la competitividad sistémica de la economía. Miren el caso de Brasil: durante los últimos cuatro años ajustó el gasto y empeoró el déficit, porque se paró tanto la economía que cayó la recaudación.

Hablaste de convalidar un mayor aumento de los salarios, ¿pero no generaría más inflación?

Si el Gobierno hubiera convalidado un punto más de aumento salarial, eso podría haber provocado uno o dos puntos más de inflación, pero habría generado más consumo y crecimiento. A la vez, se hubiera podido compensar con otras herramientas, como subsidios a la tasa de interés para bajar el costo financiero a empresas. Se puede manejar de otro modo.

¿El Gobierno está cumpliendo las metas económicas que se había fijado?

Creo que en 2017 la economía no va a estar tan lejos de las metas fijadas. Va a estar un poquito por debajo de los objetivos. No creo que la inflación llegue al 17%, la veo más cerca de 23%. El Gobierno dice que aspira a que el país crezca al 3% o 4% por 20 años y que sea sustentable. Creo que este año va a estar más cerca del 2,5%. Mi gran pregunta es, ¿qué va a pasar en 2018? Porque si después de las elecciones el salario real no crece y el gasto público real tampoco… ello haría que 2018, a priori, sea más flojo que 2017. Un salario real estancado plancha el consumo, y si baja el gasto público cae otro componente de la demanda que es el gasto. El Gobierno cree que la inversión va a venir por los animal spirits, pero en la inversión inciden mucho los otros componentes del ciclo económico. Y el cuarto componente de la demanda, las exportaciones, depende mayormente del ciclo económico de nuestros socios comerciales. Brasil es nuestro principal socio y no sé si va a jugar a favor o en contra. Habrá que ver el resto de los países. Para mí 2018 es una incógnita.

Así como lo planteás, no parece que tengas dudas sobre cómo va a ser 2018…

Las tengo. Hay que ver un montón de otras cosas. Puede haber caída del salario real, pero un boom del crédito que permita compensar y hacer que el consumo crezca. El modelo de EE UU de fines del siglo XX es un modelo con el salario real planchado, pero con un consumo que vuela por el crédito. Se puede ir hacia un esquema así. En Argentina, el nivel de crédito como porcentaje del PBI es bajísimo y más parecido al de un país africano que al de uno latinoamericano.

¿Qué creés que hay que hacer?

Yo diría que, si hay divisas, hay que empezar por la política industrial para ir cambiando la estructura productiva. Y no ajustaría el gasto. El gasto puede ser un gran inductor de otros componentes. Es crucial ser muy agresivos con la obra pública. Y el tema del salario real, trataría de asegurarme de que creciera algo. Pero para eso el salario no tiene que perder nunca contra la inflación. Si no, insisto, no sé de dónde puede venir el driver del crecimiento.


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