El ajedrez es un juego que se desenvuelve sobre un tablero de 64 casillas, con 16 piezas cada contendiente, peones, caballos, alfiles, torres, dama y rey, de diferente importancia relativa en las aperturas, en el medio juego y en los finales y cuyo objetivo es capturar en forma irreversible el rey del oponente.
Así, cada jugador debe elaborar una estrategia para lograr el objetivo, la cual puede contar con uno o más planes para la apertura, el medio juego y el final. Las piezas se deben ubicar de manera tal, que armónicamente enlazadas y siguiendo una secuencia determinada logran encaminar el juego hacia el objetivo deseado.
En Economía, el objetivo debería ser que ésta contribuya esencialmente al desarrollo, concepto mucho más amplio y abarcativo que puede definirse como “estado ideal al que puede aspirar una sociedad, que garantice el bienestar económico, las libertades individuales y políticas, el acceso a la educación y a los servicios sociales, la transparencia de los actos públicos y el sólido funcionamiento de las instituciones”.
La mayor aspiración de todo gobernante debería ser encontrar la fórmula que permita encaminar la economía de un país en un proyecto nacional de desarrollo. Llegar a dicho objetivo es un largo proceso de políticas virtuosas basadas en el interés nacional, en el que se deben remover trabas estructurales, ideológicas y políticas generalmente muy arraigadas en la sociedad.
Para eso, un gobierno dispone de un conjunto de herramientas de política económica, fiscales, tributarias, monetarias, financieras, de ingresos, empleo, comercio exterior, etc., las cuales, igual que en el ajedrez, deben utilizarse en forma coherente en función del objetivo propuesto. Aquí entran a jugar las diversas estrategias que pueden desenvolver los diferentes actores tanto en el ajedrez como en la política.
Las diferentes variantes de juego y el fracaso argentino
Los que creen que la estabilidad es requisito indispensable para el logro de inversiones, piensan en que, para lograrlo, hay que controlar la emisión de moneda y equilibrar las cuentas fiscales. La contracción monetaria, a su vez, lleva al alza la tasa de interés; la inflexibilidad del gasto lleva aumento de la presión tributaria para lograr el equilibrio de las cuentas públicas. Ello, lejos de ayudar a crear el campo propicio para lograr inversiones, las desalientan.
Otros en tanto creen que la estrategia pasa por expandir el mercado interno, para lo cual fomentan el aumento del consumo mediante regulaciones que fomenten el aumento de ingresos nominales de la población, salarios, jubilaciones, subsidios, etc. El estímulo artificial de la demanda sin que haya habido un incremento equivalente de la oferta, desemboca en un proceso inflacionario, factor inhibitorio de inversiones.
Estas son las estrategias que alternadamente se ha seguido en nuestro país en los últimos 50 años. Así como un ajedrecista que elige estrategias equivocadas y pierde la mayoría de las partidas, la Argentina, en el concierto de las naciones, ha tenido performances que terminaron de ubicarla entre las peores del mundo.
Vivimos en un país cuya base institucional se inscribe en el modelo occidental. Una república democrática, basada en la división de poderes y un sistema federal de gobierno. Resulta obvio que una cosa es el análisis en abstracto y otra cosa es la realidad. Quienes deben tomar decisiones están condicionados por diferentes razones, intereses políticos, económicos, sectoriales, etc., que son determinantes. La dirigencia política que debe someterse a la evaluación por parte de la sociedad cada dos años, es impermeable a tomar medidas impopulares que comprometan el resultado electoral y proclives a impulsar medidas demagógicas que terminan agravando los problemas que arrastra el país.
El tablero de la política argentina ofrece la particularidad que, oficialismo y oposición se encuentran en una posición ajedrecística de “zugzwang”, que implica que cualquier movida que se haga será peor que la situación actual. En el ajedrez conduce a la derrota y, en la política argentina, a la debacle electoral.
En dicha situación y agotados los recursos, el populismo es incapaz de generar las condiciones para un virtuoso plan de desarrollo. Mientras que, en el polo opuesto, las propuestas liberales/neoliberales, agotan rápidamente el poder político tratando de disminuir el déficit fiscal sin advertir que ello no es suficiente cuando el nivel de gasto público alcanza una dimensión tal, que su financiamiento inhibe todas las posibilidades de avanzar en un programa de desarrollo.
Así, la suma de todas las cosas, explica la dramática situación en la estamos sumergidos.
Quizás deban comprender que en esta partida el verdadero rival que enfrentan no es la oposición o le gobierno de turno, sino la pobreza, el subdesarrollo y la perdida en las condiciones de vida de los argentinos. Y entonces sí, se podrá salir la una situación de «zugzwang» en la que la dirigencia argentina nos tiene empantanados y empezar a consensuar y transitar un programa compartido de integración y desarrollo.