En Argentina hace falta un movimiento social a favor de la producción, sostiene Matías Fernández, quien fue asesores del Ministerio de Producción de la Nación entre 2016 y 2018. «El sector privado tiene que tener una voz más fuerte en el debate argentino. Tiene que tener el mismo peso que Juan Grabois», señala Fernández en una charla organizada por la Usina Desarrollista y la Juventud del Movimiento de Integración y Desarrollo (MID). La invitación al exfuncionario surgió como respuesta a un artículo que publicó, titulado ¿Fue Macri antiindustria?, en el que analiza la política del Ministerio de Producción durante el gobierno de Cambiemos.
Uno de los principales problemas para el desarrollo del país, según Fernández, es la falta de organización y de visión del sector privado. «Las políticas productivas de un país no las define solo el Estado, sino en conjunto con el privado, que tiene que indicar para dónde puede ir», explica el exfuncionario, que ocupó el cargo en Producción durante la gestión de Francisco Cabrera. Fernández asegura que el gobierno de Cambiemos tenía un modelo de desarrollo, llamado Plan Productivo Nacional, pero el mensaje no llegó a muchos empresarios y ciudadanos por el contexto de crisis en el que se planteó.
El plan productivo, precisa Fernández, planteaba como un paso previo imprescindible el ordenamiento de la macroeconomía. «El principal desincentivo para invertir en Argentina no sectorial, sino la macro. La falta de inversiones se debe más a la incertidumbre en general del país que a que no se encuentre un negocio razonable», afirma el exfuncionario. Una vez lograda la estabilidad, explica Fernández, el plan proponía como ejes para el desarrollo: invertir en infraestructura, lograr una matriz energética competitiva, articular la producción con el sistema científico y tecnológico, bajar los impuestos e insertar el país al mundo para integrar las empresas argentinas a las cadenas globales de valor.
El ex jefe de asesores admite que fracasó la articulación con el sector científico y tecnológico, pero destaca que la baja de impuestos acordada en 2017 fue importante, en especial porque incluía una reducción de los tributos provinciales y del impuesto a las ganancias. En este punto, insiste sobre la poca organización del sector privado: «Nosotros hicimos una reforma a favor del sector privado y nadie nos apoyó. El gobierno de Alberto Fernández lo removió y nadie protestó». Fernández destaca que a pesar de que falta una mejor organización del sector privado, en Argentina hay empresas excelentes, tanto industriales como agropecuarias, incluso en el sector de la biotecnología. «El sindicalismo tiene una virtud en términos políticos: la CGT es una sola. Cuando se junta con el Gobierno, pide una cosa y la consigue. Cuando se junta con los empresarios, lo mismo. Las empresas está divididas en distintas entidades y cada una pide lo que quiere su sector. Falta que la masa crítica de empresarios argentinos diga: no más impuestos», sostiene.
Apertura y financiamiento
Fernández defiende que el gobierno de Cambiemos no fue contrario a la industria, una idea que es bastante debatida en la misma charla, que se realiza vía Zoom. Con respecto a la apertura comercial, señala que Mauricio Macri definió que no se abriera la economía de un plumazo, como se hizo durante el menemismo, porque la economía no estaba suficientemente estable, no había infraestructura y los impuestos eran muy altos. La definición, completa, era no hacer una apertura comercial que perjudicara a las empresas. Los sectores que perdieron, según Fernández, fueron víctima de la caída del consumo, no del aumento de las importaciones. «En términos netos, la imporación fue menor que en varios años del kirchnerismo. Macri no abrió la economía en forma indiscriminada», afirma.
Otro punto cuestionado de la política económica del macrismo fue la falta de financiamiento para el sector productivo. Fernández aclara que el Gobierno eliminó la subsecretaría de financiamiento del Ministerio de Producción porque definió que el BICE y el Banco Nación fueran los instrumentos que otorgaran créditos al sector productivo. El exfuncionario considera que el BICE no tiene una estructura comercial capaz de atender a un gran número de PyMEs y por eso se enfocó en el financiamiento de obras de infraestructura. «El Banco Nación que tiene su propia vida», admite Fernández, que ve como principal problema que la entidad financiera depende del Ministerio de Hacienda y, por eso, está muy orientada a cubrir los déficits del sector público. «El Banco Nación funciona bien con el agro», matiza, aunque reconoce que no tiene la misma dinámica con la industria.
El campo es el principal motor de desarrollo de Argentina, afirma Fernández. Y justifica: genera dólares, empleo en todo el país, inversión cada año, innovación y desarrollo. Y, además, está bien organizado. «Cualquier gobierno productivista llega al gobierno y ve que el agro es una oportunidad», destaca. Además de la agroindustria, el exfuncionario ve en la minería, la energía y el turismo los sectores con mayor potencial en el país.