Era una linda postal; ya es una imagen del pasado. La convivencia entre el presidente, Alberto Fernández, y el Jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, reflejaba madurez política y llevaba tranquilidad a la sociedad en medio de la crisis provocada por la pandemia de COVID-19. Ahora es solo una nueva chance desperdiciada para construir la ansiada agenda de unidad nacional. Una nueva victoria de los extremos. El resultado: la grieta se hizo más ancha y se vio fortalecida.
La moderación llegó a su fin y se impuso la voluntad de la vicepresidenta, Cristina Fernández, y su príncipe heredero, Máximo Kirchner. Cristina Fernández define la estrategia y el presidente la ejecuta a la perfección. Esto se vio en la decisión de quitar un punto de coparticipación a la Ciudad de Buenos Aires. De manera unilateral y sin pasar por el Congreso de la Nación, el presidente sacó 45.000 millones de pesos a un distrito para financiar el presupuesto de seguridad de la provincia de Buenos Aires y atender el reclamo salarial de la policía bonaerense.
La crisis de la policía bonaerense dejó al descubierto que Sergio Berni no controla la fuerza. A esta situación debe sumarse el mal manejo en las tomas de terrenos. Tanto Berni como el gobernador Axel Kicillof son dirigentes que pertenecen al círculo íntimo de la vicepresidenta. El gobernador denunció que la protesta de la Bonaerense era una «extorsión» y veía maniobras para desestabilizar a su gobierno. Apuntó a la oposición, como si ésta pudiera controlar a la policía. Por debajo, Kicillof deslizó que la responsabilidad era de los intendentes con los que mantiene una pésima relación. Algunos intendentes veían con agrado que caiga Berni por este conflicto. Es un enemigo para varios de ellos. Esto se suma a la tensa relación que mantiene Kicillof con el PJ bonaerense y la vicegobernadora Verónica Magario.
La solución que encontró y escenificó Alberto Fernández evidenció que el Gobierno bonaerense no ejerce el poder real, sino que actúa como un apéndice del Gobierno nacional. Desde el comienzo de la gestión de Axel Kicillof, Olivos socorren a La Plata en todos los ámbitos. Y principalmente en los temas económicos. La provincia recibió en lo que va de 2020 un 628% de fondos por afuera de la coparticipación federal. En el ránking de los más asistidos por Nación le siguen Tucumán (491%), San Luis (239%) y Santa Cruz (189%). En cambio, los dos distritos que menos dinero recibieron fueron la Ciudad de Buenos Aires (37%) y Córdoba (23%), una opositora y la otra no bien definida, pero adversa electoralmente al Frente de Todos. ¿Casualidad?
Larreta, líder de la oposición
Cristina, Máximo y Alberto habían insinuado en reiteradas ocasiones que iban a echar mano sobre los recursos de la CABA. Horacio Rodriguez Larreta había apostado desde el comienzo por una buena convivencia a través del diálogo, pero no sirvió de nada para evitar este desenlace. Cristina nunca vio con buenos ojos la relación entre Alberto y Larreta. Y con está jugada logró el cometido de romper la armonía y el entendimiento entre Nación y Ciudad. Divide y vencerás decían hace varios siglos Julio César y Napoleón Bonaparte.
Un efecto indirecto de la decisión fue que Rodriguez Larreta se subió al ring y quedó ungido como el líder de la oposición. El Jefe de Gobierno, agradecido. Brindó una conferencia de prensa en pleno prime time con un claro mensaje nacional y con altos grados de moderación. Llamó al diálogo continuo, a pesar de las diferencias, para resolver los problemas de la gente. Habrá que ver cuánto tiempo durará el efecto de este momento. Para el 2023 falta una eternidad y sostenerse como opción de voto es la clave. También puertas para adentro de su espacio se posiciona y deja abierta la puerta para dirimir con internas su nuevo rol.
La política del diálogo quedó suspendida. Se impuso el conflicto, las aguas donde Cristina se siente más cómoda. Larreta enfrenta el dilema de contener a la tropa propia que le exige contestar con la misma moneda. Deberá soportar esa avanzada e imponer la idea de que el único camino es el entendimiento con el otro a pesar de que piense diferente.