De manera violenta y sin un procedimiento adecuado donde no se respetó los fueros fuerzas policiales y militares detuvieron a Luis Fernando Camacho, mandatario provincial de Santa Cruz, el pasado 29 de diciembre del 2022, por la supuesta acusación de terrorismo por la crisis que llevó al derrocamiento de Evo Morales en 2019. Férreo opositor del presidente Luis Arce y del exmandatario Evo Morales, detrás de la narrativa de la detención hay una vendetta política contra quien consideran fue uno de los principales artífices que puso fin a la administración de Morales hace tres años.
Sin embargo, en Bolivia en noviembre del 2019, no hubo ni un golpe de Estado, ni proclamas alcistas o comunicados clausurando los tres poderes de la nación. Mucho menos tanques con tropas desfilando por La Paz arrestando a civiles o imponiendo la ley marcial. Lo que sucedió en aquel entonces fue un abuso de autoridad por parte del entonces presidente Evo Morales que generó una conmoción social.
Evo Morales se derrumbó así mismo
Todo comenzó cuando Morales anuló un plebiscito, que el mismo había convocado, para poder acceder a un nuevo mandato y en el cual sus propias bases le negaron esa posibilidad. Independientemente de la decisión de sus pares, Morales alegó que el resultado representaba una proscripción política y por lo tanto tomó la determinación de presentarse a elecciones el 20 de octubre de 2019 para buscar un cuarto mandato consecutivo.
Las elecciones transcurrieron normalmente con las típicas irregularidades de siempre. Cuando comenzó el conteo de votos, Morales llevaba la delantera, pero los números marcaban que no podía evitar el balotaje. El escenario era complejo para el líder del MAS porque la oposición se iba a unir y probablemente perdería en segunda vuelta.
Sin embargo, de manera sorpresiva y sin explicación alguna el conteo de los resultados se detuvo esa misma noche. A su reanudación, el día siguiente, de forma mágica Morales tenía los diez puntos necesarios para ganar en primera vuelta. La reelección era un hecho. La reacción de varios sectores de la población fue espontanea y, principalmente los jóvenes, se volcaron a las calles con la bronca y furia acumulada del caso omiso al plebiscito y ahora a la burla total lo acontecido en los comicios. Además, el país andino pasaba entonces por problemas socioeconómicos que generaron pocos apoyos populares a Morales. Semanas antes había expulsado de sus tierras a algunos pueblos originarios del amazonas boliviano para ampliar la frontera agropecuaria por lo que incluso tampoco allí encontró apoyo el ex presidente. La falta de sustento popular hacia Morales fue evidente. Encima la misión para los comicios de la Organización de Estados Americanos (OEA) detectó la manipulación de los votos a pesar de que, vergonzosamente, su secretario general Luis Almagro avaló la reelección de Evo. La violencia no cedía en las calles no sólo por la elección sino también por un fuerte sentimiento de descontento con el gobierno.
El vacío de poder en el ejecutivo era evidente. Ante semejante panorama la histórica Confederación Obrera Boliviana pidió la dimisión de Morales. La iniciativa estuvo acompañada por el jefe de las Fuerzas Armadas, Williams Kaliman, de buena relación con el presidente. Morales aceptó la sugerencia y partió rumbo a México. Desde allí denunciaría un golpe de Estado a su gobierno.
El trasfondo político y socioeconómico
A fines de 2019 asume la vicepresidenta segunda del Senado, Jeanine Áñez, la primera en la linea de sucesión que mantenía el cargo. Si bien no tenía mayoría en el Congreso, la Constitución ameritaba que en situación de acefalía pueda hacerlo sin quorúm completo y así fue. Poco después el Tribunal Constitucional, máximo órgano boliviano de control constitucional, lo avaló. Sin embargo su gobierno de 11 meses fue muy cuestionado por su ineficacia y falta de representación, a lo que se sumaron los pérfidos efectos de la pandemia de COVID 19. Con muy mala imagen convocó a elecciones presidenciales de 2020, y no fue sorpresa que entonces se imponga el delfín de Morales, Luis Arce, quien una vez en el poder tuvo fuertes roces con el ex presidente, ya convertido en rival. Sí en cambio coincidieron en la iniciativa de cierto revanchismo o represalia por lo sucedido con el líder del MAS. Primero enjuiciaron a Áñez por su accionar en su administración siendo sentenciada a diez años de prisión por los delitos de “incumplimiento de deberes” y “resoluciones contrarias a la Constitución”, por el Tribunal Primero de Sentencia Anticorrupción de La Paz. La expresidente fue la primera pieza de domino en caer de la oposición.
Sin embargo, el último y verdadero opositor de peso del gobierno y enemigo acérrimo de Morales era el gobernador de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho. Abogado y empresario de 43 años, representa el poder político de la región conocida como Media Luna que históricamente debate el modelo político y económico de Bolivia en contraposición de la región de El Alto. Aquí es donde se concentra el núcleo del electorado del MAS de Morales y Arce y representa a los departamentos de La Paz, Cochabamba, Potosí y Oruro en su mayoría étnica ayamara y quechua, los dos grupos originarios que predominan en Bolivia con un 41% del total de la población. Además, representa al poder político porque en la capital La Paz están las sedes gubernamentales.
En cambio, la región de la Media Luna o también conocida como el Llano, compuesta por los departamentos de Santa Cruz, Tarija, Beni y Pando, es el motor económico de Bolivia pues genera la mitad del PBI y sus ingresos per cápita superan al Alto. Allí se concentran las empresas industriales manufactureras sumado a los recursos que originan el procesamiento de gas y crudo. Las diferencias entre el Modelo económico extractivista que plantea el líder del MAS, Evo Morales, desafía constantemente al Llano que tiene una mirada modernista capitalista que generan tensión. De hecho más de una vez el Llano se planteó la posibilidad de secesión. Otro factor para tener en cuenta de esta disputa histórica en la composición étnica. Mientras que el Llano está compuesto por migración europea y criollos, la base electoral de Morales que plantea un discurso de restauración indigenista basada en el colectivismo, en cierta manera es antioccidental y marcadamente indígena.
Allí radica el conflicto contra Camacho, representante máximo del Llano, que resiste a la propuesta anticapitalista de Evo Morales. Meses atrás el cruceño logró convocar un paro de un mes para impedir los intentos del líder del MAS de manipular las cifras del censo nacional que fue postergado para 2024. Por eso, la represalia no se hizo esperar y con el sustento de una denuncia que fue presentada a finales de 2020 por una exlegisladora del MAS, detuvieron de manera arbitraria a Camacho y estará encerrado por cuatro meses en el penal de Chonchocoro, una prisión de máxima seguridad en La Paz con fama de problemas de regulación y condiciones precarias.
Enseguida el repudio no se hizo esperar. El presidente del Legislativo departamental de Santa Cruz, Zvonko Matkovic Ribera, aseguró que “la administración de Luis Arce sigue los pasos de gobiernos como los de Cuba, Venezuela y Nicaragua al instaurar un reino del terror para perseguir a sus detractores”. En sintonía, desde la cárcel, Camacho manifestó que no se iba a rendir y llamó a los bolivianos a evitar que «el masismo” imponga una dictadura como en Venezuela y Cuba», haciendo alusión que La Paz, Caracas y La Habana son aliados políticos. Además, el gobernador de Santa Cruz sufre de una enfermedad crónica y responsabilizó al gobierno socialista por lo que pueda pasar con su vida.
La escalada de tensión continúa y las protestas en Santa Cruz de la Sierra son sosegadas con una fuerte represión policial y militar, de efectivos oriundos del Llano. La represión es tan salvaje que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y su Relatoría Especial para la Libertad de Expresión (RELE) condenaron la violencia de la represión a las protestas en Bolivia que tienen lugar tras la detención del gobernador Camacho. Habrá que ver qué consecuencias tendrá a futuro si para mal o cierta mediación que pueda tranquilizar las fuertes olas que golpean a la sociedad boliviana.