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Una retroexcavadora trabaja en el mejoramiento de un camino rural. / TELAM

Argentina está en condiciones de fortalecer su inserción en las cadenas de valor alimentarias globales. Esto es así por factores tanto internos como externos. Entre los internos se destaca la dotación de recursos naturales, la eficiencia de la producción agrícola, los cambios tecnológicos y organizacionales implementados y el grado de industrialización de algunos rubros asociados al agro. El principal factor externo es el escenario internacional que, a pesar de la dura coyuntura provocada por la pandemia de COVID-19, es muy beneficioso para el país. El aumento de la demanda global de alimentos está asociado con el crecimiento de los países asiáticos, una tendencia que se prevé que se sostenga en el futuro. Para aprovechar estas oportunidades, sin embargo, Argentina tiene que trabajar para mejorar la competitividad. Y un pilar fundamental para ello es la infraestructura.

En el país existen 100.000 kilómetros de caminos de tierra, según el Consejo Federal Vial. La falta de pavimentación de los caminos de la producción tiene consecuencias negativas para una gran variedad de actividades agropecuarias. El traslado del ganado por caminos de tierra, por ejemplo, provoca una pérdida del 2% del peso de la hacienda, lo que es conocido como tasa de desbaste. El anegamiento de caminos por inundaciones genera, por otra parte, pérdidas debido a la imposibilidad de sacar la mercadería del campo. Esto se ve claramente en el sector lácteo: las pequeñas explotaciones no cuentan con capacidad suficiente para almacenar la leche refrigerada, por lo que terminan tirándola. La imposibilidad de sacar la producción a tiempo afecta también al sector porcino y avícola, ya que torna necesario dar alimento extra a los animales sin que ganen peso, lo que aumenta los costos de producción. La fruticultura sufre la consecuencia de los caminos en mal estado, ya que las frutas se dañan en el transporte y pierden calidad.

Riego, electrificación y conectividad

La infraestructura necesaria para aumentar la competitividad de las cadenas agroalimentarias no se agota en los caminos rurales. El aumento de la oferta de infraestructura hídrica permite incorporar nuevas hectáreas para cultivos y aumentar el rendimiento de las plantaciones existentes. Esto incluye tanto la construcción de acueductos y canales de irrigación como la mejora en la cantidad, calidad y disponibilidad del agua.

La electrificación rural es otro recurso fundamental para el desarrollo agropecuario. Por un lado, genera un gran ahorro por sustitución de otras fuentes. En la mayoría de las explotaciones agropecuarias, la falta del servicio eléctrico es suplida por generadores eléctrico con un mayor costo de operación y mantenimiento. La ganadería también se beneficia por la electrificación rural, ya que permite el bombeo de agua para bebida animal y la instalación de cercos para el mejor aprovechamiento del recurso forrajero, lo que genera un aumento de los rindes. Los tambos también ahorran tanto por el reemplazo de las energías fósiles por energía eléctrica de red como por la posibilidad de instalar sistemas refrigerados para almacenamiento de leche, lo que permite una mayor oferta y mejor calidad. Otro sector favorecido es el forestal, ya que puede ampliar la potencia del parque de maquinarias gracias a la repotenciación de las líneas eléctricas.

La conectividad, por último, es una infraestructura con demanda creciente en las explotaciones agropecuarias por la implementación de nuevas tecnologías. Las aplicaciones para la gestión de la producción, tales como el monitoreo satelital, brindan mayores herramientas al productor para la toma de decisiones.

Las condiciones macroeconómicas, el tipo de cambio real, la política arancelaria y los precios internacionales siguen siendo factores primordiales para el desarrollo agropecuario. Pero la infraestructura es la base de la competitividad del sector, lo que a su vez aporta a la resolución de otro desequilibro argentino como es el desarrollo territorial.