Biden
Joe Biden conversa con dos votantes de origen latinoamericano en un bar. / joebiden.com

Todo indica que el demócrata Joe Biden se convertirá en el cuadragésimo sexto presidente de Estados Unidos. La derrota de Donald Trump será celebrada por la mayoría de los progresistas latinoamericanos. La incógnita es qué significará para la política regional la llegada de Biden a la Casa Blanca.

América Latina ha perdido relevancia en la política exterior de EEUU desde la caída de la Unión Soviética. La región hasta ese momento había sido un escenario más de la disputa geopolítica en el marco de la Guerra Fría. Con el comienzo del nuevo milenio, EEUU redefinió su posicionamiento estratégico. En especial después de los atentados de 11 de septiembre. El enemigo externo ya no era el comunismo, sino el terrorismo fundamentalista islámico. Washington buscó nuevas alianzas para sustentar sus intervenciones en Medio Oriente, que comenzó con la guerra de Afganistán y continuó en 2003 con la polémica invasión a Irak.

Desde esa perspectiva, es poco sorprendente que el vínculo con los países latinoamericanos haya tenido poca presencia en los mensajes de campaña de Joe Biden. Incluso cuando parte de su estrategia es captar el voto de los migrantes de estos países. Aunque América Latina no haya sido una prioridad para ninguna administración de EEUU desde 2000, hay un dato a remarcar: como vicepresidente, Biden visitó América Latina en 16 oportunidades y era el encargado de supervisar las relaciones con los gobiernos latinoamericanos durante la presidencia de Obama. «De todos los lugares en crisis en el mundo, llegué a creer que Centroamérica tenía la mejor oportunidad», escribió Biden en su libro de memorias Promise Me, Dad.

El regreso del ‘obamismo’

Un triunfo demócrata significaría el regreso del obamismo en política exterior, señaló el especialista en política estadounidense Joaquín Harguindey a La Política Online. Es decir: un mayor multilateralismo y una vuelta al manejo tradicional de la política exterior de Washington, que sufrió durante los últimos cuatro años la impronta del excéntrico presidente Trump.

Las relaciones exteriores en la era Trump estuvieron marcadas por la hostilidad hacia los inmigrantes de México y América Central, el endurecimiento de las relaciones con Cuba y el repudio al régimen gobernante en Venezuela. A su vez, Trump mantuvo relaciones amistosas con Jair Bolsonaro en Brasil, buena sintonía con Mauricio Macri en Argentina y una afinidad bilateral histórica con Iván Duque en Colombia.

Biden tiene una mirada más simpática hacia los inmigrantes indocumentados y se espera que esto se traduzca en menores presiones para deportar y detener a mexicanos, guatemaltecos, salvadoreños y hondureños. Una de las propuestas de campaña de Biden es un paquete de ayuda de 400 millones de dólares para países centroamericanos, que tiene como finalidad atender en el país de origen los problemas que causan las migraciones.

Con respecto a Cuba, los asesores de Biden consultados por el New York Times explican que el demócrata revertirá las políticas más hostiles implementadas por Trump, que frenaron el turismo, el giro de remesas y  el comercio bilateral. Para Nicolás Maduro, el triunfo de Biden sería un alivio. Los asesores del candidato demócrata indicaron al diario neoyorkino que Biden buscaría negociar con el régimen de Caracas para que defina una fecha para convocar a elecciones justas y limpias. Es un cambio brusco con respecto a la política de Trump, que confronta directamente a Maduro y reconoce a Juan Guaidó como el presidente legítimo del país.

La marea rosa y el ALCA

El cambio de prioridades de EEUU aflojó las presiones sobre América Latina. Fue en este contexto cuando surgió en la región la llamada marea rosa, un variado conjunto de gobiernos, algunos de carácter populista y otros, progresista. El más notorio de los populistas fue la Venezuela de Hugo Chávez, que se alineó con la Cuba castrista. El marcado discurso antiimperialista de Chávez convivía con la contradicción de una alta dependencia de las ventas de petróleo hacia EE UU. Paradojas de la política exterior: con los ingresos de esas ventas, Venezuela financiaba y auxiliaba a La Habana, que atravesaba un momento crítico. En la línea populista también se destacaron la Nicaragua de Daniel Ortega, el Ecuador de Rafael Correa y la Argentina del matrimonio Kirchner. Siguieron una impronta progresista, pero más pragmática, el Chile de Michele Bachellet, el Brasil de Lula y Dilma, el Uruguay del Frente Amplio y la Bolivia de Evo Morales. México y Colombia, por su parte, mantuvieron intactas las relaciones carnales con EEUU.

Con la llegada a la Casa Blanca de Barack Obama, las relaciones entre EEUU y América Latina continuaron como venían: distantes y frías. Hasta que, en los últimos años del gobierno de Obama, hubo un acontecimiento histórico. El presidente de EEUU anunció la reanudación de las relaciones bilaterales con Cuba. El deshielo con La Habana duró poco, ya que la administración Trump volvió a enfriar las relaciones, pero explicitó cuál era el legado que Obama quería dejar en la región. En el último año, el presidente realizó numerosas visitas a otros países. Uno de sus viajes fue a Argentina en la era Macri.

El descuido de EEUU en la región no solo posibilitó la marea rosa, también abrió las puertas para la penetración de China y, en menor medida, de Rusia. Mientras que Pekín siguió una estrategia basada en inversiones y comercio, Vladimir Putin enfocó sus esfuerzos en la ayuda militar a algunos países de América Latina.

La última gran iniciativa impulsada desde Washington con ambición continental fue el Acuerdo de Libre Comercio para las Américas (ALCA). Que fue sepultada por la marea rosa, tras el rechazo de Lula da Silva y Néstor Kirchner en la cumbre de las Américas en Mar del Plata de 2005. Si hay algo seguro, es que un gobierno de Biden no impulsaría una política similar. El exvicepresidente descree de los tratados de librecomercio. Cree que estos acuerdos perjudican a los trabajadores estadounidenses. «Es, tal vez, el ítem en el que poseen mayores chances de romper con el legado pro libre comercio del partido Demócrata del pasado cercano», asegura Harguindey a La Política Online.