Había nacido el doctor Luis Rafael Mac Kay el 9 de baril de 1905, en Gualeguay (provincia de Entre Ríos). Fueron sus padres don Germán Mac Kay Ramírez y doña Concepción Tellechea. Graduóse como bachiller, con medalla de oro, en el Colegio Nacional del Uruguay (Concepción del Uruguay). Estudió en la Facultad de Derecho de la Plata, obteniendo el título de abogado en el término de dos años, en 1928. Su vida se desarrolló en una dura lucha por los más nobles ideales, que no abandonó sino cuando, vencido físicamente, su cansado corazón cesó de latir.
En 1930 fue elegido diputado provincial de Entre Ríos hasta el año 1933. Pertenecía al sector que continuaba leal al derrocado presidente Hipólito Yrigoyen. Se negó a seguir a los demás yrigoyenistas en su alianza con los antipersonalistas y fundó un pequeño partido, al que llamó UCR Yrigoyenista, con el que logró ser nuevamente elegido nuevamente diputado provincial en 1935.
Reincorporado al radicalismo, fue elegido nuevamente diputado provincial en 1943, pero no pudo asumir debido al golpe de estado de ese año. Fue elegido diputado nacional en 1946, y fue miembro del «Bloque de los 44» diputados radicales que se opusieron a los diputados del peronismo. Fue también uno de los fundadores del Movimiento de Intransigencia y Renovación, junto a Arturo Frondizi, Ricardo Balbín, Crisólogo Larralde, Moisés Lebensohn y Oscar Alende.
Frente a la división de la UCR ,se mantuvo leal al candidato elegido en la Convención de Tucuman, Arturo Frondizi que sería finalmente presidente de la Nación por la UCRI. La relación entre ellos era de estrecha confianza al punto que era uno de los pocos a los que Frondizi tuteaba y dejaba tutear.
Fue entonces designado Ministro de Educación y Justicia, cargo que desempeñó hasta el día del derrocamiento presidencial, en 1962. Llegó a esa cartera cuando muchos esperaban que Frondizi eligiera a Mac Kay para ser ministro de Agricultura y Ganadería, especialidades para las que había demostrado a través de los años, y en especial durante su actuación parlamentaria, versación y talento. Pero su incorporación al gabinete como ministro en otra cartera, permitió descubrir nuevas facetas de su personalidad. Para aquilatar su obra, basta citar que durante su gestión se sancionaron las leyes de Enseñanza Libre y de Estatuto del Docente, y se creó la Junta de Calificaciones para Docentes. Confesaba el doctor Mac Kay su amor a la literatura y a la música, su aficción a la filosofía, pero sobre todo, era un apasionado de la política. Expresivamente cariñoso, muchas veces se lamentaba de no poder dedicar más tiempo a los suyos. “Me gusta demasiado la vida hogareña”, decía a sus amigos. “Quizá por mis absorbentes actividades políticas –explicaba- me he visto obligado, muchas veces, a mantenerme alejado de ella”. De vida sencilla, amaba el campo, el folclores criollo; gustaba del mate y trabajar la tierra con sus manos. Pero sobre esta natural condición, era un hombre profundamente cordial, que a todos sabía dar un apretón de manos, mano fuerte y sincera; estaba el ciudadano celosos de la justicia, austero y firme, y se hallaba el intelectual, el estudioso. Y más allá, el hombre de convicciones religiosas, dado al bien por el bien mismo y por amor a la Divina Providencia.
Luis Rafael Mac Kay falleció en Lanús el 25 de mayo de 1963.
Fuente: Necrología Clarin 26/5/63
En la muerte de Luis R. Mac Kay
Discurso del profesor Antonio Salonia, en el sepelio de los restos del doctos Luis Rafael Mac Kay
Traigo aquí un costado del dolor diseminado, abierto, la pena inconmensurable, todas mis lagrimas filiales. Traigo también mi silencio hondo de ayer, los largos silencios de mañana, el ámbito de este nuevo habitantes de nuestra intimidad, de este personaje definitivo, el hombre del corazón fabuloso. Traigo el humilde testimonio de su permanencia, de la vida nueva que le damos en los sístoles y en las diástoles del tiempo por venir, nosotros, tránsito de su inmortalidad, privilegiados en la víspera de su mano cálida, de sus ojos limpios, de su sonrisa dulce y tierna, ancho cauce desde hoy- para siempre- de su ejemplo, de su mensaje de humanidad, de su humildad, de su magnifica lección de conducta, de honradez, de humildad, de su sincera vocación cristiana. Porque muertos como Mac Kay no mueren, son la gran paradoja del destino; rompen las leyes de la biología, el rigor matemático de los almanaques, la inexorabilidad del término fatal.
Hizo tantas cosas, tan bien hechas…. Fue tan bueno, excepcionalmente bueno. Bueno tanto.., Hombres de su prodigiosa dimensión moral, insólitos, íntegros, creyentes, construyen y mantienen los valores espirituales del pueblo, la alta dignidad del destino comunitario. Son prototipos. Mac Kay es columna y acicate, militante en la vanguardia de los quehaceres nacionales, camarada de los entusiasmos nuevos, prueba irrefutable de la perfectibilidad humana, de la humana posibilidad de ser cada día mejores, más solidarios, más útiles, más limpios. Mac Kay fusionó en su personalidad y en su vida –increíble armonía- las duras exigencias de la pelea política, de las afirmaciones partidarias, con las cálidas virtudes de la caridad cristiana, del amor al prójimo, de la solidaridad, sin rótulo ni banderas. Nunca se encerró en le interés faccioso de una parcialidad mezquina ni el triunfo honrado de su propio grupo lo llevó al olvido de los dolores y de la dignidad de los compatriotas ausentes, dueños de otras consignas, militantes de otras esperanzas.
Hombres de todo el país conocieron su talento, su fecunda capacidad de trabajo, su fidelidad a la causa popular, sus desvelos desde el llano por la libertas de todos, su prudencia y su humildad desde el poder y su generosa disposición para tender la mano y entregar el corazón.
Su tránsito por el Ministerio de Educación es una de las contribuciones más importantes al crecimiento del país. Estremeció la enmohecida estructura educacional argentina y trazó nuevos rumbos sobre lo que habrá de continuarse inevitablemente. Dignifico al maestro argentino a través del Estatuto del Docente –que con justicia ya todos recordamos como Estatuto Mac Kay- en el que se reúne la legislación orgánica más avanzada, los derechos y deberes de los educadores en un documento que tiene pocos parangones en el mundo entero, ninguno similar en nuestra América.
Mac Kay es el Ministerio de la Libertad de Enseñanza.Tuvo fé, decisión, firmeza, sensibilidad democrática, visión del futuro para la lucha por la conquista que lega más importante en el panorama educacional del siglo XX en la Argentina. Porque Mac Kay era culturalmente maduro pudo dar, con Frondizi Presidente, testimonio de la madurez intelectual y moral de nuestro país, incorporando al quehacer humanístico, científico, técnico y artístico la actividad creadora de las universidades e institutos privados plantados y crecientes en los cuatro rumbos de la patria real, honda, laboriosa. Ya nada ni nadie podrá dar un paso atrás en estas realidades; por el contrario, en el tiempo nuevo habrá de consolidarse y comprenderse la libertad de enseñanza que tuvo en Mac Kay su más positivo realizador.
Creó y construyó escuelas en todas las latitudes del país, estimuló a los docentes para su perfeccionamiento, alentó el progreso técnico pedagógico, la actualización y la modernización de la enseñanza. Los Seminarios de la Educación y la creación del Servicio Nacional de Planeamiento Integral son hechos trascendentes de su gestión que servirán de base e instrumento de la reforma educacional que la Nación espera.
Vinculó al país con organizaciones internacionales y supo ganar para Argentina, en el campo de la cultura de las ciencias y las artes, la consideración y el respeto de América y del mundo.
Hizo lo que debía hacer y todavía más. El país lo sabe. La Historia lo reconocerá.
Pero nosotros, que fuimos colaboradores en el Ministerio de Educación, más acá o más allá de su obra concreta como Ministro, recogimos de él la más alta lección de humanidad, de ancha comprensión, de emocionantes generosidad de que tengamos memoria y particularmente, Mac Kay mostró con su vida y su conducta que es posible la política y el poder en la humildad, en la honradez y en el desinterés.
Antonio Salonia
Fuente: repositorio.educacion.gov.ar