Como parte central de las sanciones impuestas a Rusia por la invasión a Ucrania, las economías del G7 y la Unión Europea habrían bloqueado unos 300.000 millones de dólares en divisas que el Banco Central de Rusia tenía en sus mercados. Esto ha tenido un efecto colateral en la aceptación del dólar como reserva de valor además de medio de pago pues Putin ha decidido liderar una cruzada contra la internacionalización del dólar, que ha tenido su efecto más contundente en adoptar al yuan para su comercio con Latinoamérica, China y el resto de Asía. Hoy ya tiene más peso en la economía rusa que el dólar. Promueve así la intención china de reducir su dependencia del dólar y promover el renminbi (el nombre general de la moneda china, mientras que yuan se refiere la una unidad de ese dinero) como herramienta de intercambio a nivel global.
En ese mismo sentido y aunque por diversos motivos, esta semana, Brasil y la Argentina fueron noticia en promover la instalación del renminbi como moneda de intercambio.
Por un lado, Lula hizo una movida desafiante a Estados Unidos en el contexto del rol que Brasil pretende jugar como un actor internacional en los procesos políticos internacionales: “Me pregunto todas las noches: ¿por qué todos los países están obligados a comerciar en dólares?”, decía Lula durante su intervención. “¿Por qué no podemos comerciar en nuestra propia moneda? ¿Por qué no apostamos por la innovación? ” Lo dijo en el marco de la asunción de Dilma Rousseff, en China, como directora del Nuevo Banco de Desarrollo de los llamados BRICS y en línea con el impulso sino ruso hacia la desdolarización del mundo.
La actitud de Lula da Silva no cayó bien en Washington, a pesar del reconocimiento que Biden le hizo su par sudamericano, porque se suma a los gestos desafiantes y de distancia que ha tenido últimamente el presidente brasileño, en especial a su posicionamiento con respecto a la invasión rusa a Ucrania, sobre la que considera que la guerra nunca fue responsabilidad exclusiva de Rusia.
El caso argentino es diferente. No hay jugadas de posicionamiento geopolítico sino enorme necesidad de ahorrar dólares y tener divisas (yuanes) para importar. El país sustituirá el dólar por el yuan para pagar los productos importados del gigante asiático. En verdad es un adelanto del swap acordado que servirá en gran parte para pagar las importaciones pendientes de abril y mayo con China, sin que se tengan que usar dólares. Financiamiento encubierto garantizado con producción energética futura. Massa lo viste de buenas noticias: “Nos permite mantener el nivel de actividad, mantener el volumen de importaciones, mantener el ritmo del comercio económico entre la Argentina y China y mantener los niveles de funcionamiento económico que la Argentina necesita” explicó. A China le conviene, además, como un paso hacia una mayor internacionalización de su moneda y de influencia en la región. A Estados Unidos no le afecta mucho, porque –por ahora- es un comercio marginal que por su escaso volumen no tiene connotaciones profundas desde la geopolítica (como si sería ya avalar una moneda de los BRICS), pero ello no quiere decir que le agrade y no envíe señales de que los acercamientos a China no tienen su visto bueno, con visitas reiteradas de personalidades políticas y militares.
Donde China viene apostando fuerte es en convencer a Arabia Saudita, de quien China compra más del 25% del petróleo que exporta, de establecer su comercio directamente entre monedas de ambas naciones. Esto podría implicar incluso romper la histórica alianza estrategia del reino saudí con Estados Unidos, que no está en su mejor momento.
Perspectivas reales en el corto y mediano plazo
Ahora bien, una cosa es reducir la dependencia y alinear geopolíticamente a los aliados políticos y a los socios comerciales estratégicos, otra en cambio es disputar y romper la hegemonía del dólar como moneda global. La pregunta clave es si el renminbi alcanzará la misma preponderancia mundial que la economía china, o quizá a mediano plazo la del dólar. La respuesta depende de tres conceptos individuales pero interrelacionados sobre la moneda:
Internacionalización: Su uso como unidad de denominación y pago de transacciones comerciales y financieras transfronterizas, es decir, como medio de cambio internacional. Si bien se ven avances concretos y una estrategia orientada a lograrlo, el renminbi ha pasado de ser la octava moneda más utilizada en el Mercado de Divisas o forex en el 2019 a la quinta posición en 2022, aunque su relevancia está muy lejos de alcanzar al dólar estadounidense que representa el 88% de los mercados de divisas. Una perspectiva realista es dominar el mercado ASEAN (hoy el yuan ya supera al dólar en el comercio transfronterizo de China)
Moneda de reserva: Es decir, si los bancos centrales acumulan la moneda como protección contra crisis de balanza de pagos. Hoy el nivel de reservas que los bancos centrales tienen para financiar las necesidades de sus bancos y de las empresas que exportan e importan el dólar representa el 58,36% en las reservas mundiales mientras que el yuan solo el 2,69%. Sin embargo, aquí también se advierte que ese proceso va generándose en el marco de la expansiva estrategia china (los swaps chinos en argentina son un caso). Se puede decir que el tamaño y las perspectivas de crecimiento de China obligan a pensar en que el renminbi a la larga se puede convertir en moneda de reserva.
Convertibilidad de la cuenta de capital: El grado en que un país restringe la entrada y salida de capital financiero determina su grado de exposición a los flujos de capital especulativo, tanto en su entrada como en su salida (escape) y una cuenta de capital completamente abierta no tiene restricciones. Acá es donde se advierten grandes dificultades con el sistema político económico chino. El uso internacional y la apertura de la cuenta de capital son requisitos para la aceptación de la moneda como moneda internacional de reserva. Para ser una moneda global el yuan debería ser totalmente convertible y hoy no lo es (está controlado por el banco popular de china). La clave de porqué el dólar ha conseguido mantener hasta el día de hoy su poder es porque la economía de Estados Unidos tiene muchos instrumentos financieros como la deuda pública en los que los inversores se sienten seguros invirtiendo y porque hay confianza en las políticas económicas de la reserva Federal. Es una divisa a la que se puede acceder fácilmente y por eso las empresas la demandan generando un círculo que se retroalimenta desde hace décadas. Para eso China tendría que cambiar su modelo económico y generar confianza a los inversores y eso no está aún ocurriendo en una dinámica general.
Orillar al dólar no es viable ni cultural ni económicamente en el corto y mediano plazo. El dólar es, a pesar del reciente aumento de los tipos de interés (y de su devaluación administrada a lo largo del tiempo), y aún a pesar de las sanciones a Rusia como hecho anómalo, la referencia mayoritaria en las transacciones comerciales y financieras y por lo tanto su hegemonía parece no estar en riesgo en el corto plazo.
Mientras tanto China avanza y apunta a objetivos más concretos y cercanos: las sanciones económicas a Rusia le hicieron tomar mayor alerta del riesgo que una potencial y futura acción bélica china, como Taiwán, podría implicar dificultades en sus cuentas globales en dólares. Reducir esa exposición es el motivo principal para promover su moneda y para tener bien aceitados los vínculos comerciales, en yuanes, con países proveedores de insumos estratégicos como alimentos y energía. Y apostar a que por esa vía comercial, apuntalada por el poderío continental del coloso asiático, equilibre la actual hegemonía estadounidense con el afianzamiento de un equilibrio multipolar que abra mejores perspectivas múltiples de desarrollo en todo el planeta.