Domingo Faustino Sarmiento, retratado por su nieta Eugenia Belín. Museo Histórico Sarmiento, Buenos Aires.
Domingo Faustino Sarmiento, retratado por su nieta Eugenia Belín. Museo Histórico Sarmiento, Buenos Aires.

Sin dudas Domingo Faustino Sarmiento ha sido el gran cerebro que tuvo nuestra nación. Su gigantesca figura despierta admiración para muchos y para otros genera odio. Cada paso que dio en su vida estuvo marcado en dejar una huella con el fin de que todos podamos acceder a tener las mismas armas para poder desarrollarnos.

Fue un revolucionario de la educación. Cuando el país se encontraba profundamente dividido, en 1857, ante la posibilidad fehaciente de una guerra civil, desde su puesto de jefe del Departamento de Escuelas del gobierno rebelde del Estado de Buenos Aires apostó hacia la construcción de nuevos establecimientos educativos con el fin de comenzar una ardua tarea para el desarrollo material de la sociedad en su conjunto no sólo los porteños sino todos los argentinos.

Fue una pluma filosa e inigualable la uso contra su férreo opositor  Juan Manuel de Rosas y todo lo que aquel representaba en su famoso Facundo o civilización y barbarie en las pampas argentinas. Combatió a las montoneras de los  «barbaros federales» también con las armas llegando  incluso a cargar sobre sus espaldas el asesinato al caudillo riojano Chacho Peñalosa, suceso que si bien festejó no tuvo responsabilidad directa.

A través de sus libros y por intermedio de su labor periodística dejó sentado las bases del modelo nacional que anhelaba para el futuro del país. Su misión fue impulsar un movimiento que atravesó varias décadas de su vida, y post muerte continuó, que fue la alfabetización en todo el territorio nacional. Proyectó y concretó un innovador sistema de enseñanza con maestro en cada rincón de la nación que, con el corolario de la Ley 1420 de educación primaria común, gratuita y obligatoria, logró el objetivo de que Argentina sea el país más alfabetizado de América latina. (Al momento de sanción de la ley, el entonces ex presidente Sarmiento se desempeñaba como Director General del Consejo Nacional de Educación del segundo gobierno de Julio Argentino Roca).

De manera ecuánime Sarmiento impartió con insistencia que todo argentino debía gozar, por lo menos, de los beneficios de la instrucción primaria como la piedra esencial para poder empezar a desarrollarse cada persona. Comprendió que la educación es progreso, es desarrollo. Esa fue su visión  y la empleo siempre que ocupó cargos como cuando fue gobernador de San Juan, ministro plenipotenciario en los Estados Unidos, presidente de la república o senador nacional.

En la búsqueda de la perfección educativa Sarmiento cruzó varias veces el océano y también recorrió el continente americano. Cada viaje que emprendió al exterior fue una rica enseñanza de la cual implementó innovadoras ideas y proyectos.

Durante su pasó por Estados Unidos y Europa identificó con sabiduría los instrumentos educativos, culturales, científicos y tecnológicos que utilizaban cada país que visitó. Puntualmente quedó maravillado con el sistema educativo del gigante del norte. En Boston, conoció al educador, escritor y político Horace Mann y a su mujer la maestra Mary Mann, con la cual mantuvo correspondencia durante años. Ambos le mostraron el programa educativo que habían creado y estaban empleando con éxito que consistía en la construcción de escuelas y capacitar a los profesionales de la enseñanza.

Cumpliendo con sus deberes de ministro plenipotenciario en Estados Unidos, en 1867, cuando se empezó a conocer las candidaturas para las elecciones presidenciales que se iban a efectuar el próximo año, en una carta a su gran amigo el tucumano José Possé le manifestó: «Por mi parte, y esto para ti solo, te diré que si me dejan le haré a la historia americana un hijo. Treinta años de estudio, viajes, experiencia, y el espectáculo de otras naciones que aquellas de aldea me han enseñado mucho». Los generales Emilio Mitre, hermano de Bartolomé, y Lucio V. Mansilla fueron, junto con un grupo de jóvenes que combatieron en la Guerra del Paraguay, sus mayores promotores.

El 12 de octubre de 1868 asumió la presidencia, sin partido propio pero con un enorme prestigio personal. Dentro de sus múltiples medidas que tenía en mente para el desarrollo nacional estaba llevar a cabo lo que observó y aprendió en Boston. Consecuentemente tomó la decisión de traer maestros, y principalmente maestras, desde EE.UU para implementar el modelo de Mann. En total inmigraron 65 docentes para los profesorados de las escuelas normales de primaria. Siguiendo con la política educativa de su predecesor Bartolomé Mitre, Sarmiento fundó colegios nacionales a lo largo y ancho del país.

Pasaba varias horas de arduo trabajo en la Casa de Gobierno. Por fin sus ideas para el país se iban a hacer realidad. Durante su presidencia impulsó con ímpetu la industria autóctona, con buenos resultados, fomentó la inmigración europea para poblar el extenso territorio nacional, creó el primer censo nacional; promovió la colonización agrícola y la perfeccionó con la creación de escuelas de arboricultura y agronomía en su provincial natal San Juan, en la ciudad de Mendoza, en San Miguel de Tucumán y en la ciudad de Salta. Imitando a lo vivido en Francia cuando asistió al Exposición Universal que se realizó en París 1867, en Córdoba organizó, en 1871, la Exposición de Artes y Productos Nacionales que a pesar de ser criticada fue un rotundo éxito que permitió al país ofrecer sus productos al mundo. También en la provincia mediterránea constituyó un polo cultural de primera línea al sumar a las carreras tradicionales nuevas disciplinas prácticas, como la agricultura, dar vida a la Academia Nacional de Ciencias y promover la construcción del Observatorio Astronómico. En un país donde no existía una tradición científica, Sarmiento importó «cerebros» para que sirvieran de basamentos de una ciencia nacional.

Desde Córdoba, además, puso en marchar la obra ferroviaria que permitió la conexión a Tucumán que comunicó el noroeste con los puertos del litoral. Puso en marcha un total de 5000 km de líneas telegráficas que conecto a todo el territorio nacional, además, de inaugurar la primera comunicación telegráfica con el viejo continente. Renovó y profesionalizó a las Fuerzas Armadas con la creación del Colegio Militar de la Nación y la Escuela Naval Militar. Enfrentó con éxito el alzamiento de Ricardo López Jordán en Entre Ríos, tras el asesinato del ex presidente Justo José de Urquiza. Derrotó la revolución de 1874, cuando su predecesor Bartolomé Mitre se alzó al desconocer los resultados de los comicios presidenciales que llevaron a la presidencia a Nicolás Avellaneda. En las relaciones exteriores, compartió la generosa fórmula de su canciller Mariano Varela: «la victoria no da derechos», al concluir la guerra contra el Paraguay, y se mantuvo firme ante las pretensiones del Imperio del Brasil luego de finalizada la contienda.

La luz de su vida se apagó a los 77 años, en 1887, en Asunción del Paraguay donde se había hospedado para evitar el invierno de Buenos Aires por sugerencia médica a raíz de su delicada salud deteriorada por la sordera y una insuficiencia cardiovascular y bronquial.

Sarmiento fue un luchador incansable que busco la perfección y la igualdad de todos los ciudadanos de la República. Fue un adelantado e incomprendido por varios de su época algo que suele pasar en nuestro país. Sin embargo, a lo largo de los años figura fue reivindicada y agigantada no sólo en nuestro país sino en todo el mundo.

No hay mejores palabras para definirlo como las que expresó en su entierro Carlos Pellegrini que sentencio: “Fue el cerebro más poderoso que haya producido la América».


Por Nicolás Foscaldi y Sebastián Lucas Ibarra