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Inauguración del monumento a Arturo Frondizi en Navarro, Buenos Aires, el 1 de mayo 2021. / Alejandro Marmo

Un país es subdesarrollado cuando no puede autofinanciar su crecimiento y los cambios estructurales para motorizar su economía. Es el caso de Argentina. Las empresas argentinas no generan, no acumulan y no invierten. Ni siquiera reponen el desgaste de capital. Al igual que en 1958, actualmente no hay inversión significativa, pública ni privada, nacional o extranjera. Sin inversión privada, no hay producción creciente, no hay salario y crece la pobreza. La justicia social se hizo inalcanzable.

En los países desarrollados, desde EEUU hasta China, el sistema de precios permite la asignación de recursos. Los precios más importantes de la economía son el tipo de cambio y la tasa de interés doméstica. El primero depende de la productividad del país frente a otros países y el segundo, del rendimiento de los activos locales a largo plazo. Nadie sensato en estos países piensa que el tipo de cambio y la tasa de interés pueden definirse burocráticamente. Acám en cambio, el Estado interviene para establecer, sistemáticamente, precios que no reflejan la realidad económica.

Los Bancos Centrales de los países con procesos exitosos de desarrollo acelerado actúan para evitar la sobrevaluación de la moneda local y las oscilaciones bruscas del mercado. Buscan que sus economías funcionen con la cantidad de dinero necesaria para que la tasa de interés sea coherente con el rendimiento de los activos y la economía no se frene por falta de circulante o tenga inflación por exceso de oferta monetaria. Actúan con operaciones de mercado abierto, no fuerzan al mercado. Aquí lo usamos para financiar los déficits crónico del Estado. salida desarrollista salida desarrollista

El conjunto de las políticas económicas —fiscal, financiera, cambiaria y monetaria— debe alentar la inversión. Toda política contraria a la inversión termina es contraria al interés nacional. Las condiciones generales de aliento a la inversión, como los equilibrios macroeconómicos y un mercado interno sólido, facilitan tanto las actividades tradicionales como  aquellas en la vanguardia tecnológica, donde Argentina tiene un inmenso potencial.

La integración de los sectores productivos es fundamental: la industria necesita del campo y el campo de la industria El campo genera las divisas y la industria posibilita empleo de calidad que, entre otras cosas, permite pagar por los alimentos lo que realmente valen. En un país desarrollado no hay que subvencionar los alimentos de sus trabajadores vía retenciones, su salario es suficientemente alto.

El ejemplo del desarrollismo

Cuando el desarrollismo fue gobierno, se apoyó en tres pilares: el sinceramiento de precios, los equilibrios macroeconómicos y un plan de desarrollo acelerado. Son condiciones imprescindibles, que continúan vigentes, para que haya inversión en Argentina.  Es imprescindible el rol del Estado nacional como ordenador de la política económica para establecer las prioridades y definir el ritmo del proceso.

El desarrollismo sostiene la necesidad de una transformación profunda de las estructuras económicas y sociales. Para lograrlo, propone un instrumento político poderoso: el Movimiento Nacional, concebido como la confluencia de distintos partidos políticos y clases sociales tras el objetivo de la realización de la nación. El desarrollismo siempre pensó que la clase obrera organizada era parte fundamental del Movimiento Nacional y que sus derechos y su participación en el ingreso nacional se defendían desde una gran demanda de trabajo, con sindicatos fuertes y únicos por rama de actividad. Para ello, las paritarias libres eran, y son, una gran herramienta de negociación. Pero también los empresarios, del campo, la industria, el comercio y las finanzas, son otra columna del Movimiento Nacional.

Argentina debe eliminar las restricciones al desarrollo, agregar valor, integrar la economía, ocupar la geografía nacional y evitar la descapitalización implícita en nuestro actual comercio exterior. Nos hace más Nación una política exterior independiente, una justicia de calidad, una mejor educación, salud y cultura, pero solo son posibles si existen las bases económicas necesarias. Si no, todo queda reducido al voluntarismo y un ideologismo vacío que retiene al país en el subdesarrollo.

El desarrollismo es un sistema de ideas para examinar integralmente los problemas de la sociedad argentina. Tiene la nación como marco de referencia, categoría absolutamente vigente, y como objetivo su construcción y afianzamiento. Una nación de la que forman parte los distintos sectores sociales, con una rica historia y una base material importante. Hoy, en lo sustancial, ese sistema sigue siendo válido como salida a la crisis estructural que soportamos desde hace tantos años.