Les propongo, en este artículo, elevarnos de la coyuntura y ensayar un escenario optimista (y plausible) del “modelo” que podemos deducir de los 10 puntos del Pacto de Mayo. Entiendo esa agenda no desde un punto de vista liberal sino desde una visión liberal-desarrollista, en la que el objeto último de la política económica es la promoción de la inversión y el empleo genuino.
La caída de la pobreza y mayores niveles de equidad serán solo posibles si recomponemos el proceso de acumulación de capital.
América Latina está plagada de gobiernos redistribucionistas, pero nuestro caso, tal vez, ha sido de los más burdos: lo hicimos sobre riqueza que dejamos de crear que engendró los grandes desajustes macroeconómicos y la pobreza que nos rodea. El estado caricaturesco que el populismo construyó en la Argentina pasó de ser un promotor del desarrollo a ser una fuerte traba al mismo.
Necesitamos un sector público que, a sus tres niveles de gobierno, reduce fuertemente su peso en el PIB, a niveles entre 25% y 33%, y permite hacer lo propio con la carga impositiva, que cae como una losa pesada sobre nuestro sector productivo, quitándole competitividad.
Un superávit fiscal de calidad, sostenible en el tiempo, permitirá conseguir una paridad cambiaria competitiva. Deberemos estar atentos a no sufrir la enfermedad holandesa por exceso de divisas, producto del boom exportador que encarezca nuestra producción en términos de dólares.
El RIGI (incluido en la Ley de Bases) es un instrumento definitivamente desarrollista, esencial para posibilitar una fuerte corriente inversora, necesaria, entre otras, para explotar intensamente nuestros recursos naturales.
Argentina se puede convertir en un país petrolero y minero, a lo largo de toda nuestra extensión territorial. Este régimen es imprescindible porque la inestabilidad de nuestra Nación ha vuelto imposible la viabilidad de las grandes inversiones por la ausencia total de estabilidad jurídica.
Debemos dejar atrás la maldición que, tan perfectamente, Spinetta expresó en los ´70s: “lo que está y no se usa, nos fulminará”.
Vaca Muerta es el segundo reservorio mundial de shale gas y la demanda de ese hidrocarburo es inmensa, desde nuestro socio comercial Brasil hasta la India y Europa, el mayor importador mundial de GNL.
Según el presidente de YPF, podríamos convertirnos en el quinto exportador mundial de GNL y en 2031 exportar US$ 30 mil millones de hidrocarburos, en mitades petróleo y gas. Para dimensionar el desastre de los gobiernos populistas, solo recordar que gran parte de nuestro desequilibrio externo (falta de divisas) y fiscal lo explicó nuestro déficit energético y el enorme costo de la importación de buques de gas.
Existen cinco grandes proyectos de cobre (3 en San Juan, 1 en Salta y 1 en Catamarca) que implican U$S 10 mil millones de explotación en 10 años (y trabajo para 40 mil trabajadores) que podrían convertirnos en el 5to productor mundial.
Tenemos, en Río Negro, la única empresa productora de carbonato de sodio de América Latina, insumo revalorizado por ser fundamental para la industria del litio. Precisamente, en materia de este último mineral raro, poseemos un triángulo junto con Chile y Bolivia que explica el 85 % del total de las reservas mundiales.
Todos estos son sólo ejemplos del potencial en un sector clave. Desarrollos sustentables con el medio ambiente que solo necesitan de un estado capaz de hacer cumplir las normas.
Las grandes inversiones no destruirán ni PYMES ni empleo, por el contrario, es el único medio de creación de miles de empresas y empleos genuinos, directos e indirectos, que tanto necesitamos. La destrucción del tejido empresarial y del empleo de calidad ha sido la consecuencia de la falta de inversión.
En el caso de la minería, hay estudios que muestran el potencial de arrastre sobre proveedores de los más diversos sectores, desde la gastronomía y el transporte y logística hasta la ingeniería civil, metales y metalmecánica, reparaciones de maquinarias y químicos. También aguas abajo se genera desarrollo con empresas que usan de insumos estos materiales como los productos de la petroquímica, por ejemplo.
Hay dos desafíos centrales de las políticas públicas para poder aprovechar plenamente un escenario de este tipo: a) la recuperación de nuestro capital humano que genere los trabajadores con las habilidades necesarias para cubrir la demanda de empleo que se generará y b) una política PYME que ayude a la generación de empresas super-competitivas, en los más diversos sectores, en condiciones de ser proveedoras de las grandes empresas.
Las pruebas PISA OCDE muestran el retroceso en los niveles educativos elementales que determina el reclamo extendido en todo el empresariado de la falta de recursos humanos capacitados. La necesidad de mejorar la educación básica y aggiornar nuestra enseñanza técnica es una condición necesaria para la expansión productiva.
Más allá de la obligatoriedad que contempla el RIGI sobre el 20% del monto de inversión de los proyectos adheridos destinado a proveedores debe ser cubierto por empresas locales, el gobierno nacional y los provinciales deben desenvolver políticas específicas, de las más variadas, para facilitar la generación de empresas que puedan aprovechar estas oportunidades.
Dejemos de vivir en el mundo del revés que nos planteaba el populismo y encaminemos hacia un capitalismo dinámico que nos conduzca al desarrollo económico y social que nos merecemos.
Fuente: Clarín
Un país desarrollado y productivo es posible (clarin.com)