No se trata de nuevo o viejo, ya que lo nuevo podría enmascarar algo viejo. Tampoco se trata de crear un híbrido intermedio, que terminará incoherente e inservible. No se trata de recrear una nueva polarización extrema para romper la anterior o fraccionarla. Argentina necesita un proyecto superador distinto, pero que esté en sintonía con lo que ocurre en el mundo.
Siempre se nos explica que debemos competir con el exterior, abriendo nuestros mercados al mundo. Veamos qué hacen los poderosos en su lucha por el poder mundial: a contramano de los manuales del liberalismo clásico, han desencadenado una oleada proteccionista, encabezada por EEUU y Europa and betfa.cam. Invirtiendo su posición histórica, le cierran la entrada a China y a otros, lo que provocará represalias; y ningún país podrá quedar ajeno a lo que ocurre en el gran tablero global. Siempre hay impactos sistémicos cuando los gigantes se pelean, porque alteran la economía de todo el planeta, ya sea por fluctuaciones de precios de materias primas, los costos logísticos y por la incertidumbre permanente. La guerra arancelaria es un síntoma de esta época, que básicamente se explica por razones geopolíticas. Hace rato que China dejó de ser la periferia industrial y la ensambladora o productora de bienes, concesionadas por las empresas transnacionales occidentales; ahora es un fuerte competidor mundial en industrias de media y baja complejidad, pero también de alta tecnología.
China es muy superior en una industria clave: la de los autos eléctricos. Sabiendo que no podía competir con los autos a combustibles fósiles, planificó desde hace una década su supremacía en los ecológicos autos eléctricos. Produce un 36% del total mundial; su mercado interno representa el 50% del total. Hasta la japonesa Toyota ha debido incorporar, por calidad y precio, a sus propios vehículos, parte de la tecnología BYD, empresa líder mundial china. Hasta Tesla, empresa de Elon Musk, ha quedado en un segundo puesto.
En realidad, la competencia geopolítica se produce porque el auto eléctrico es una computadora sobre ruedas. La competencia central entre China y EEUU es tecnológica; básicamente en la cadena de valor de los microchips y el uso del Internet de las Cosas (IoT, en inglés), y en su uso masivo, ya sea en la transición energética o en el control de las plataformas cibernéticas y de inteligencia artificial; ambas asociadas a la guerra cognitiva que cubre todo el planeta. Esta es la causa principal de la cual derivan consecuencias, como la guerra arancelaria y la ola proteccionista.
Desde 2018, EEUU (Trump) mantiene una fuerte política arancelaria contra China, que Biden ha reforzado, aumentando los aranceles a los autos eléctricos del 27,5% al 100%, y además estableciendo aranceles del 50% a los paneles solares y del 25% a otros materiales como el aluminio, las baterías eléctricas y el acero. A su vez, la Unión Europea impuso aranceles del 36% a los vehículos eléctricos importados desde China.
Las tres grandes automotrices europeas, las alemanas (Volkswagen y Mercedes Benz), y la ítalo-franco-estadounidense Stellantis están perdiendo mercados frente a los chinos. Además, tienen el problema de su dependencia del mercado chino, hacia donde exportan la mitad de su producción, mientras simultáneamente compiten en la producción de baterías y minerales claves, especialmente tierras raras, donde China es líder global. China a su vez replica forzando investigaciones sobre las subvenciones europeas a sus productos agrícolas, como el caso de los lácteos, que China importa de UE.
Muchos otros países periféricos han adoptado políticas de desarrollo propias en orden a disponer de mayor autonomía estratégica, volviéndose más nacionalistas en lo cultural y protectores de sus industrias y empleos para proteger sus intereses nacionales. Las políticas proteccionistas perdurarán durante estos tiempos erráticos porque, por ahora, no hay posibilidades reales de establecer reglas generales como las dictadas oportunamente por la OMC. Un proyecto superador nacional debe tomar en cuenta la realidad global, apartándose de conceptos ideológicos universales, o de adoptar políticas ultra-liberales, con aperturas indiscriminadas sin justas compensaciones, que nos aseguren mercados para nuestros productos. Deben restaurarse estrategias claras y desafiantes, que defiendan y promuevan el empleo argentino, propias de un mundo que tiene actualmente tendencias caracterizadas por la intervención estatal, en lo comercial y en lo productivo, por medio de la promoción industrial y de los regímenes de inversiones.
Es preocupante el estancamiento del Mercosur. A diferencia de otros espacios geográficos (Europa, ASEAN Group), donde hay fuertes flujos de comercio e inversiones, por la inserción real de cadenas de valor regionales, que producen un fuerte comercio intrarregional de más del 50%, en nuestra zona (Mercosur) no hay una verdadera integración productiva o un nivel de comercio intrarregional importante (alrededor del 15%), lo que indica que no hay un desarrollo de cadenas regionales de valor y explica la escasa relevancia del bloque en la economía mundial.
Si a esto le sumamos la ola proteccionista global y los desencuentros entre los líderes del Mercosur, estaremos a las puertas de graves problemas. Mucho se ha hablado del reshoring de las inversiones globales por razones geopolíticas, o sea de la relocalización de algunas cadenas de valor del sudeste asiático, por interés de los EEUU. Pero realmente sólo se está dirigiendo a sus fronteras, principalmente a México; Brasil y Argentina solo tendrán oportunidades marginales. El friendshoring es una quimera ideológica, pero bastante irreal en términos geopolíticos. Los que criticaban al Mercosur como excesivamente proteccionista, deberían ahora dirigir sus miradas hacia EEUU, Europa o Japón, y reconocer que la realidad es la única verdad de los intereses nacionales. Los dogmatismos están fuera de la agenda global.
Nadie quiere seguir con una Argentina en crisis permanente, errática, débil, dependiente, con políticas oscilantes en lo internacional. Hemos probado de todo. El futuro de los más capacitados no puede seguir siendo la emigración. Argentina tiene todos los recursos materiales y humanos para sobresalir en la esfera mundial. ¿Qué nos falta? Un proyecto superador debe fijar sus objetivos en los hombres y mujeres que viven en nuestro país, adecuando, modificando y revolucionando la mirada que tenemos sobre nuestros preconceptos ideológicos. Para superar el pasado hace falta: 1) Vocación política de ser una Nación fuerte y potente, 2) Reconciliarnos entre los argentinos y no dejarnos arrastrar por polarizaciones y peleas internas inconducentes, 3) Tener claro cómo funciona el mundo que progresa: defendiendo sus intereses nacionales y planificando su desarrollo integral, de acuerdo a sus propias características y circunstancias, 4) Proceder con una economía sana, sin déficits permanentes, sin predominio de lobbies internos o externos, o de corporaciones que impongan sus intereses sectoriales en contra del Bien Común, para así hacer crecer las necesarias inversiones, 5) Resaltar o promocionar la creatividad nacional, el orgullo de la argentinidad, predicar un sano nacionalismo en pos de la unidad nacional, 6) Diseñar una nueva reindustrialización, a partir de una estrategia tecnológica moderna, coherente con un Proyecto de Desarrollo, diseñado por argentinos y ejerciendo el control financiero de los recursos aplicados, 7) Aprovechar nuestros RRNN como base para el desarrollo, pero sin la finalidad de mantener un modelo primarizado, 8) Una federalización inteligente que permita negociaciones equilibradas con corporaciones poderosas; 9) Ejercer realmente nuestra soberanía sobre los territorios terrestres, marítimos y espaciales; 10) Resolver la deuda financiera que debería ser pagada en base a nuestro desarrollo sin aceptar el mecanismo de la usura de la deuda eterna.
Fuente: Infobae «Un proyecto superador»