El jueves pasado se desató una crisis política imprevisible en Italia. Y la principal razón es la actitud insensata de Giuseppe Conte, el ex primer ministro, que se negó a votar la moción de confianza al gobierno del que forma parte su partido, que ocupa varios ministerios. Ante la pérdida de apoyos, el primer ministro, Mario Draghi, presentó su dimisión ante el presidente de la República, Sergio Mattarella, que rechazó la renuncia. Mattarella propuso, en cambio, que el aún primer ministro compareciera ante el Parlamento el próximo miércoles. La expectativa es que anuncie ese día si continuará al frente del Gobierno o no.
Italia enfrenta una nueva crisis política e institucional. De nada sirvió que Draghi, un tecnócrata de 75 años, advirtiera durante el último mes de que no seguiría al frente del ejecutivo si no se mantenía el Gobierno de unidad nacional. Resulta incomprensible la actitud del Movimiento Cinco Estrella (M5E), que en 2018 fue la sorpresa al ganar las elecciones y desde entonces ha tenido altibajos. Los grillinos se encuentran en plena ebullición tras la renuncia al partido de su exlíder y actual ministro de Relaciones Exteriores, Luigi Di Maio.
El cimbronazo contra Draghi vino por parte del ex primer ministro Conte, que había renunciado al cargo en 2021 tras una movida política originada por su antecesor, Mateo Renzi. Draghi llegó al poder para estabilizar la crisis provocada por la salida de Conte. El expresidente del Banco Central Europeo, considerado del salvador del euro, conformó un gobierno de unidad nacional con un perfil tecnocrático, del que forman parte todos los partidos con representación parlamentaria, con la única excepción de la formación de extrema derecha Hermanos de Italia, liderada por Giorgia Meloni. El M5E es uno de los partidos que integran el gobierno, pero tuvo una serie de desacuerdos con Draghi. Con la excusa de estar en contra de la construcción de una planta de residuos en Roma, los legisladores del M5E decidieron ausentarse de la votación de confianza del jueves pasado. Aunque el gobierno de Draghi superó la votación en el Senado para aprobar una ley de ayudas económicas por 24.000 millones de euros —con 172 votos a favor y 39 en contra—, Draghi decidió dimitir. Consideró que la unidad nacional se había roto.
El primer ministro comunicó primero a su gabinete la decisión de dimitir. «Desde mi discurso de toma de posesión en el Parlamento, siempre he dicho que este ejecutivo seguiría si tuviera una perspectiva clara para realizar el programa de Gobierno sobre el que las fuerzas políticas habían votado la confianza. Esta unidad ha sido fundamental para enfrentarnos a los desafíos de estos meses. Estas condiciones hoy ya no existen», dijo tras la votación. Y añadió: «Les agradezco su trabajo, los muchos resultados obtenidos. Debemos estar orgullosos de lo que hemos logrado, en un momento muy difícil». Draghi está «totalmente decidido» a no dar marcha atrás y el miércoles anunciará su renuncia, según el diario Corriere della Sera, que cita fuentes del entorno del primer ministro.
Riesgo de recesión
Cabe la aclaración de que la renuncia que Draghi presentó en el Palacio del Quirinale, sede de la presidencia, ante su amigo, el presidente Mattarella, no es irrevocable. Pero la decisión del primer ministro se fundamenta en que no acepta las artimañas típicas de la política italiana en un momento como el actual, ante la posibilidad seria de que el país entre este año en una recesión económica combinada con una aceleración de la inflación, agravada por la guerra en Ucrania que generó una extraordinaria subida de los precios energéticos.
La situación económica es un golpe duro para Draghi, ya que la expectativa era una reactivación en Italia tras dos años de pandemia, en gran medida gracias a la buena gestión del plan de vacunación y el uso inteligente de los fondos extraordinarios que transfirió la Unión Europea (UE). Además, el prestigio de Super Mario, como lo bautizaron en Nueva York y Washington, generaba confianza en todo en los mercados europeos e internacionales. Se daba por descontado que Draghi finalizaría su mandato en 2023. Sin embargo, todo se empezó a complicar tras la invasión rusa a Ucrania. Draghi fue un ferviente defensor del ingreso de Ucrania a la UE, se opuso a la invasión y brindó su apoyo al presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, y se opuso al agresor, Vladimir Putin.
Encima, Draghi defiende la necesidad de enviar armamento a Ucrania. Esta medida cayó mal en el sector del M5E encabezado por Conte, que entró en un conflicto abierto con el ministro de Relaciones Exteriores, Luigi Di Maio, alineado con Draghi, provocando un cisma en la formación fundada por el cómico Beppe Grillo.
Di Maio dio un portazo y se fue del partido para formar una nueva formación de centro, Juntos por el Futuro, llevándose a más de 60 diputados y varios senadores. La movida de Di Maio, que tiene como objetivo jugar en las próximas elecciones, provocó que el M5E dejara de ser la fuerza principal en el Parlamento.
Aunque el M5E abandonase definitivamente el Gobierno, Draghi tendría los números suficientes para seguir siendo primer ministro. Es lo que desean la UE y los mercados internacionales. Pero todo dependerá de lo que suceda el próximo miércoles en el Parlamento —donde nacen y mueren los gobiernos—. Allí Draghi tiene asegurados los apoyos de la centroizquierda del Partido Democrático (PD), de los partidos de centro y centroderecha, donde se destaca Forza Italia, del inoxidable Silvio Berlusconi, y también de parte de la extrema derecha, representada por La Liga de Mateo Salvini.
En caso de que no se llegara a un acuerdo, se celebrarán elecciones anticipadas, posiblemente en octubre próximo.
Elecciones anticipadas: la oportunidad de la extrema derecha
Las elecciones anticipadas son el escenario que sueña la líder de Hermanos de Italia, que es el único partido opositor al gobierno. Giorgia Meloni, experiodista de 45 años y de pasado militante en las filas del fascista Movimiento Social Italiano, lidera los sondeos de intención de voto con un 22,4%, según los datos del 14 de julio del portal YouTrend, basado en el promedio de las encuestas publicadas.
En frente tiene como adversario por el espacio de la derecha a Mateo Salvini, líder de la Liga, de capa caída tras haber alcanzado un 35% de popularidad en su mejor momento. Todos los sondeos proyectan que las distintas expresiones de la derecha ganarían las elecciones frente a una centroizquierda encabezada por el Partido Democrático, que en las últimas elecciones regionales y municipales se alzó con victorias significativas.
Los tres partidos de la derecha sumarían un 45,8% de los votos, según YouTrend, casi mayoría absoluta: Hermanos de Italia (22,4%), a la Liga (14,6%) y a Forza Italia de Silvio Berlusconi (8,8%). Si estos números se confirmaran en las urnas, Meloni podría convertirse en la primera mujer jefa de un gobierno italiano. Habrá que ver si Salvini mantiene el mismo criterio que había planteado cuando estaba en su pico de popularidad: el partido que saca más votos pone el jefe del gobierno.
Pero todavía no está dicha la última palabra sobre el gobierno de Draghi, que continúa con su agenda como primer ministro. De hecho, este lunes firmó con Argelia importantes contratos de abastecimiento de gas, algo imprescindible ante la posibilidad de que Rusia cierre el grifo del todo. Por otro lado, el mismo lunes más de 1.000 alcaldes de Italia publicaron un comunicado en respaldo del gobierno y pidieron que Draghi continúe al frente del ejecutivo.
Los designios del destino marcan que hay dos días de suspenso por delante. Mientras tanto, los italianos seguirán padeciendo los problemas socioeconómicos que generan un malhumor creciente.