
Todo fue sonrisas con aire de optimismo y sobre todo alivio. La demanda mundial tan ansiada se hizo realidad con el alto el fuego entre Israel y Hamas. Todo giraba alrededor del hacedor de la paz en Oriente Medio, Donald Trump, que con apretones de manos a sus homólogos español, Pedro Sánchez y Emmanuel Macron de Francia, piropos a la premier italiana, Giorgia Meloni, y humoradas al resto de los mandatarios, que generó cierta incomodidad en los presentes en la ceremonia de Sharm el Sheikh, en Egipto, que consagró el acuerdo de paz en la Franja de Gaza.
Pasada la tormenta de la barbarie, ahora, la gran incógnita es si la paz será duradera y cómo será la reconstrucción del devastado enclave gazatí. Una señal clara de alarma es si Hamas se desarma o no. Su negación encendería nuevamente las alarmas de la guerra. Encima existen clanes palestinos contrarios a la banda terrorista, que ya generó enfrentamientos que dejaron decenas de muertos y heridos. Si escala la confrontación pueden derivar en una guerra civil.
Del lado israelí, no convencido del todo con el acuerdo, el premier Benjamin Netanyahu hace malabares con sus socios ultranacionalistas y religiosos de gobierno que querían continuar con la guerra.
Estos últimos días tanto Hamas como Israel se acusaron mutuamente de violar el acuerdo. Desde el alto el fuego, en la zona hubo escaramuzas de ambos bandos, que dejó un saldo de 45 palestinos muertos y dos soldados israelíes caídos, que pone en riesgo la frágil tregua y puede reiniciar las hostilidades.
A pesar de este escenario, Israel y Hamas manifestaron que seguían manteniendo la tregua. El plan de paz del magnate republicano que consta de 20 puntos ya cumplió con las etapas de entrega de los rehenes vivos y los cuerpos que mantenía cautivos Hamas. Aún restan otros cuerpos que Hamas no sabe con exactitud su ubicación esparcidos entre los escombros de Gaza lo cual tensa la cuerda con los israelíes.
Por su parte, Israel se comprometió que devolverá los cuerpos de 15 palestinos a cambio de los restos de cada rehén israelí recibido. Además, Tel Aviv liberó cerca de 2.000 prisioneros palestinos y comenzó la retirada de sus tropas de algunas zonas de Gaza.
Sin embargo, Israel condiciona la reapertura del paso fronterizo de Rafah entre Egipto y Gaza, crucial para la entrada de ayuda fundamental para parear la hambruna en el enclave, a la entrega de todos los rehenes fallecidos.
Mientras tanto se mantiene las arduas negociaciones con los países mediadores Turquía, Egipto, Qatar y principalmente Estados Unidos fundamentales para mantener la estabilidad y comenzar con los planes para la reconstrucción de Gaza, que según datos de las Naciones Unidas hay 55 millones de toneladas de escombros en toda Gaza sumado a la severa crisis humanitaria.
La reconstrucción de Gaza
Para la reconstrucción de Gaza es esencial como dicta el plan de Trump el desarme total de Hamas acompañada de una amnistía o el exilio de sus combatientes. Aquí radica el éxito del plan. En caso de que la banda terrorista desista de la idea de deponer las armas y mantener su presencia en el enclave, Trump ya manifestó que su eliminación será absoluta. Para asegurar el plan de paz, Washington acordó con el Reino Unido el envío de tropas británicas a Israel como garante para supervisar el alto el fuego y la transición a un gobierno civil en Gaza. La intención es que confluyan en un Centro de Coordinación Civil-Militar comandado por Estados Unidos.
Las tareas de los británicos se coordinarían con las Fuerzas de Defensa de Israel, lo cual genera duda sobre su implementación. Desde ya, queda descartada su ingreso a Gaza.
También, la idea es conformar una fuerza multinacional para unir esfuerzos donde se sumarán tropas de Egipto, Qatar, Turquía, Azerbaiyán y Emiratos Árabes Unidos, además, de organismos no gubernamentales y del sector privado.
La parte económica es una de las principales acciones del plan que se concibe como un programa de ayuda y reconstrucción del enclave con incentivos preferenciales que generen prosperidad y empleo para contrarrestar las divisiones de la sociedad gazatí y la influencia de Hamas.
Otra faceta del plan es estabilizar a la región y que Israel acepte la nueva realidad de la Franja de Gaza con el aval de los principales países árabes. La cuestión se hace extensiva para frenar el plan de anexión de asentamientos ilegales en Cisjordania, impulsado por los socios ultra de Netanyahu, una condición impuesta por Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita. Además, Riad abre la puerta a la normalización de la relaciones con Tel Aviv a la solución de los dos estados.
Bajo la tutela internacional
Dentro del plan de paz desde lo político se prevé un gobierno transitorio tecnocrático comandado por palestinos sin distinción partidaria que estará supervisado por un Consejo de Paz presidido por Trump, pero con la presencia del expremier británico, Tony Blair, toda una figura polémica en el mundo árabe por su recuerdo de la Guerra de Iraq.
Los defensores del Consejo de Paz alegan los ejemplos sucedidos en Kosovo y Timor Oriental, aunque en la región permanece en la retina los desastres en Iraq y Afganistán. Y más lejano en el tiempo lo que fue el Mandato británico de Palestina, compuesto por los actuales Israel, Jordania, Cisjordania y la Franja de Gaza, que terminó de forma tortuosa cuando Reino Unido disolvió en 1947 el mandato sobre Palestina y traspasó el problema a las Naciones Unidas. En la ONU se acordó dividir la zona en dos estados, uno árabe y otro judío, con las ciudades de Jerusalén y Belén bajo jurisdicción internacional. El plan fue aceptado por el liderazgo judío de Palestina, pero rechazado por los árabes. Así comenzó la guerra de partición en 1948, el primero de los muchos enfrentamientos armados que ocurrieron desde entonces.
La idea central del Consejo de Paz tendrá una duración de cinco años aproximadamente que deberá traspasar Gaza a una nueva Autoridad Palestina que pone en tela de juicio a la actual Autoridad Palestina, cuestionada por Estados Unidos y principalmente por Israel.
Sin embargo, en el aire aún perdura la idea de los dos estados como única solución al conflicto latente en la zona. Hoy es inviable. Otra alternativa es la unificación en un único país binacional: árabe y judío. Una opción que tiraría por la borda los Acuerdos de Oslo de 1993, que establecía un marco de convivencia entre Israel y la Autoridad Nacional Palestina. La segunda alternativa es un Estado federal donde israelíes y palestinos tengan su propia autonomía y los mismo derechos. Una idea que es vista descabellada por ambos sectores.
El plan elaborado por Trump que tuvo dos espadas fundamentales, su yerno Jared Kushner y el enviado especial de la Casa Blanca, Steven Witkoff, es una apuesta al pragmatismo real a pesar de la complejidad del escenario y sus actores. Tiene mérito la acción empleada del magnate republicano que logró fijar una ruta que obliga a todos a marcar prioridades. Si el plan resulta exitoso será un punto de inflexión para Oriente Medio. Si fracasa, la guerra se hará nuevamente presente con daños incalculables.