Si Argentina hubiera alcanzado el desarrollo, sería una excepción histórica, asegura Andrés Malamud. Ningún país periférico lo logró. Solo hay dos tipos de países desarrollados, según el politólogo: los de desarrollo temprano, como los europeos y Estados Unidos, y los que tenían un interés geopolítico especial para las potencias, como Corea del Sur. «No existen países que se hayan desarrollado en la periferia porque hicieron las cosas bien», sostiene Malamud en una charla organizada por la Usina Desarrollista en la que analizó el Mercosur como proceso de integración regional.
Toda integración regional es un proceso de aumento de escala, señala Malamud, lo que tiene efecto en tres dimensiones: producción, defensa e identidad. Las dos primeras se benefician con el aumento de escala. Un mercado más grande es mejor desde el punto de vista económico; cuanto mayor es la unidad política, más poderoso es el ejército. Ambas dimensiones tienden a fortalecer la unidad. «El punto débil es lo que algunos llaman la heterogeneidad de las preferencias. Son las diferencias internas, como los idiomas, las religiones, los intereses, las diferencias entre el centro y la periferia», explica el politólogo argentino desde su casa en Lisboa.
La identidad común es un punto que se destaca con frecuencia cuando se propone la integración latinoamericana. Malamud subraya que eso es un error. «La identidad común no une. Puede ayudar a suavizar los conflictos, pero las identidades dividen», cuestiona. La mayor parte de los imperios de la historia, recuerda Malamud, se disolvieron porque eran demasiado grandes. Por tensiones separatistas que también existen actualmente en Cataluña y en algunas regiones de China o de India. O en Mendoza. «Los mendocinos se consideran más ordenados, casi chilenos, y ven al resto de Argentina como más desprolija. La independencia es una opción inviable, pero tiene el apoyo de un tercio de los mendocinos», advierte.
La charla Argentina frente a la región y el mundo es la decimotercera del ciclo de videoconferencias que organiza en 2020 la Usina Desarrollista, un proyecto impulsado por Visión Desarrollista, el Movimiento de Integración y Desarrollo (MID), la Fundación Frondizi y la Fundación para el Desarrollo Entrerriano (FUNDER).
Los años dorados del Mercosur
El Mercosur fue un éxito, según Malamud. Y pone el énfasis en «fue»: ya no lo es. Durante los primeros siete años, entre 1991 y 1998, a los que Malamud define como los años dorados del Mercosur, el comercio intrabloque se triplicó a la par que aumentaron las exportaciones hacia otros países. «Fue maravilloso, después empezó la crisis y nunca se recuperó», señala. En la base del fracaso del bloque económico está la baja interdependencia: todos los miembros tienen como principal socio comercial a un país que está fuera del Mercosur. «Nos queremos mucho, pero nos necesitamos poco», apunta. El comercio intrabloque representa solo el 13% de los intercambios del Mercosur.
La Unión Europea es el caso inverso. «El centro de gravedad es el eje franco alemán», destaca Malamud y apunta que dos tercios del comercio de la UE es intrabloque y todos los miembros tienen como principal socio a otro país comunitario. Por eso, la economía actúa como una fuerza centrípeta, al igual que la defensa, a través de la OTAN. «La Unión Europea sirve para administrar la interdependenica», concluye.
Para Malamud, son diferentes los procesos de integranción entre países desarrollados de los que involucran solo a economías en desarrollo. «La integración entre países desarrollados busca aumentar la escala del mercado, la integración entre países en desarrollo busca aumentar el tamaño del trampolín», subraya. La Alianza del Pacífico, según Malamud, es «un trampolín gigantesco»: los miembros casi no comercian entre sí, pero funciona como una plataforma para aumentar las exportaciones hacia otros países y atraer inversiones. «Es branding, no creación de mercado», completa. «La razón de ser del Mercosur es servir como trampolín para ir afuera. Si no, no sirve. El mal funcionamiento expresa que hoy es un freno y no un trampolín», argumenta.
El acuerdo UE-Mercosur
El Gobierno de Cambiemos buscó dinamizar el Mercosur, volverlo un trampolín, explica Malamud. Tenía a su favor el alineamiento ideológico de los gobiernos de los países de bloque. Ese fue el espíritu detrás la negociación del acuerdo del Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea, indica Malamud. «Pero la idea es construir un trampolín para saltar al mundo, no para que el mundo nos salte encima», advierte. El acuerdo con la UE, sin embargo, avanzó solo a nivel político y todavía no fue firmado por los jefes de Estado ni aprobado por los parlamentos nacionales, matiza el politólogo.
El TLC es una apuesta de la Unión Europea a que el Mercosur se convierta en un espacio económico relevante, destaca Malamud. «Los largos plazos de implementación no son solo por una buena negociación, sino que indican que el Mercosur hoy no es un espacio relevante», razona.
La pregunta, dice Malamud, es «qué tipo de irrelevancia va a tener América Latina» en el mundo que viene. Va a ser menos relevante que África, considera, tanto si a África le va bien, porque va a crecer más económicamente, como si le va mal, porque va a tener consecuencias perjudiciales para Europa. «Sin embargo, Latinoamérica tiene algunas ventajas en el escenario internacional, como el Amazonas, algunas tierras raras y minerales. Es posible que la disputen las potencias», advierte. El politólogo ve un escenario de mayor competencia entre las potencias y menor colaboración. «Los bloques están mucho más entrelazados que en la Guerra Fría. Antes las economías estaban desacopladas, ahora es mucho más difícil desvincularse. Pero es lo que está pasando», aclara.
La oportunidad Argentina
«Argentina es un desastre macroeconómico, pero en la micro es un éxito», según Malamud. Eso explica que existan nichos de negocio interesantes en la estructura económica nacional, destaca. «Es el único país en desarrollo que vendió tecnología nuclear a países desarrollados. También es importante el desarrollo en satélites«, apunta.
El punto a resolver en materia de desarrollo, según Malamud, es el conflicto entre dos modelos: uno aperturista, el otro proteccionista. El problema es que existe un empate y ninguno logra imponerse, considera. Para el politólogo, la solución pasa por «ponerse de acuerdo con dolor»: todos tienen que perder algo hoy y todos ganarán algo mañana. «La industria argentina solo funciona con protección. Hace falta la industria, pero otra industria», plantea.
Malamud explica que no hay buenos modelos de desarrollo para países como Argentina. Es decir, países periféricos que no son relevantes desde el punto de vista geopolítico. Como no hay ejemplos, según Malamud, se ponen como modelo a países como Chile, Perú y Colombia. «Son países a los que le fue un poco mejor, pero no son desarrollados. El 1% de las empresas concentran el 70% de las exportaciones chilenas, que son cobre. Tenía una mejor tendencia, pero a Chile no le faltaba tiempo para desarrollarse sino un cambio de estructura económica”, sostiene.
A la hora de pensar los socios comerciales, el politólogo destaca que Argentina tiene que mirar a Asia. No solo a China, sino también a Indonesia y a Vietnam, que ya es el sexto socio comercial de Argentina. «Es mucha gente. Si conseguimos vender un producto en estos países, tenemos un destino», señala.