Corría el año 1890, habían finalizado los combates y los restos de las tropas de la Revolución del Parque estaban en retirada. Si bien el gobierno nacional se impuso a los sublevados, el presidente Miguel Juárez Celman estaba acorralado por los problemas económicos y políticos que generaron estragos en la sociedad. Tras una semana sin ningún apoyo, estampó su firma en la dimisión.
Antes de asumir el mayor reto de su vida, Carlos Pellegrini citó en su casa a las personas más acaudaladas de la sociedad porteña. Un numeroso grupo de políticos, militares y banqueros a los que comentó el estado del erario nacional. Allí explicó que debían entre ocho y diez millones de pesos a Londres y que el Banco Nacional contabilizaba nada. En el caso de no pagar, el país sería inscrito en el libro negro de las naciones insolventes. Acto seguido, pidió la ayuda de todos los presentes y logró recaudar dieciséis millones. Asombrado con la suma recaudada, exclamó: «Ahora soy presidente».
La exquisita pluma de Octavio Amadeo lo describe: «Pellegrini era jefe nato; en cualquier parte del mundo habría sido un conductor; tenía la estirpe y la estampa; en pocos se vio mayor armonía entre cuerpo y espíritu. Fuerza, serenidad, nobleza interior se veían de afuera. Estatura, pecho, puños, voz, mirada, conjunto heroico, traducían su intimidad. Ninguna le estatua suya superará en belleza plástica».
Pellegrini nació el 11 de octubre de 1846 en Buenos Aires. Era hijo de Carlos Enrique Pellegrini, un ingeniero y retratista de Saboya que llegó contratado por Benardino Rivadavia por iniciativa de Juan Larrea. Tenía como objetivo realizar varios proyectos de construcción, entre ellos el puerto de Buenos Aires. Su madre, María Bevans, pertenecía a una familia británica con larga trayectoria arquitectónica en Argentina.
El Gringo, como le decían a Pellegrini, estudió en el Colegio Nacional de Buenos Aires y se grauduó en derecho en la Universidad de Buenos Aires. Combatió en la Guerra de la Triple Alianza. Pasó por la redacción de La Prensa y comenzó su labor en la administración pública trabajando en la subsecretaría del Ministerio de Hacienda, durante el gobierno de Domingo Sarmiento.
Fue parte de las filas del Partido Autonomista liderado por Adolfo Alsina y candidato a diputado en las elecciones de 1870 y 1871, pero fue vencido por los nacionalistas comandados por Bartolomé Mitre. Recién con el triunfo de Alsina, y gracias a la elección del gobernador Mariano Acosta por la provincia de Buenos Aires, obtuvo su primera legislatura. Con solo veintiséis años, fue el más joven entre los diputados provinciales y su primer discurso fue sobre la conversión del papel moneda.
Desde su banca, junto a Vicente Fidel López, fue partidario de la implementación de políticas para la protección de la industria nacional, además de ser uno de los principales actores en la fundación del Club Industrial. También, fue una voz precursora por los derechos cíviles de las mujeres en Argentina, solicitando que se les reconociera el derecho a voto . Fundó el Jockey Club y fue miembro activo de la Masonería.
En 1874, apoyó la candidatura de Nicolás Avellaneda y fue su ministro de Guerra y Marina en reemplazo de Julio Argentino Roca. Enfrentó la rebelión del gobernador Carlos Tejedor de 1880, que se negó a aceptar la Ley de Federalización, que le quitaba a la provincia de Buenos Aires el territorio de la Capital Federal y a su vez los resultados electorales presidenciales que consagró a Roca.
Durante la presidencia de Roca ocupó una banca en el senado y dedicó parte de su tiempo a viajar por Europa. En 1886 acompañó en la formula presidencial a Miguel Juarez Celman y fue electo vicepresidente de la nación.
Presidencia
Tras la renuncia de Juarez Celman, asumió el periodo presidencial por dos años. En el transcurso de su presidencia logró, junto con su ministro de Hacienda, Vicente Fidel López, que el Congreso aprobara varias leyes para mejorar y ampliar la recaudación fiscal. Entre ellas, la creación de la Caja de Conversión, predecesora del Banco Central, y la del Banco Nación, para canalizar los esfuerzos de la producción agrícola y el débil sector industrial.
Las medidas implementadas, sumadas al aumento de la moneda en circulación, terminaron con la crisis. Entre otros grandes logros, creó el Museo Histórico Nacional y solucionó problemas limítrofes con los países vecinos: Brasil, sobre las Misiones; Chile, vinculados a las provincias de la cordillera y Tierra del Fuego; Bolivia, sobre la Puna de Jujuy, Salta y Catamarca, que pasaron a jurisdicción argentina. Además, perfeccionó a las Fuerzas Armadas y tuvo relevante logros en educación.
Últimos tiempos
Roca y Pellegrini fueron las figuras del Partido Autonomista Nacional. Ambos protagonistas de una época política transcendental de nuestra historia. Enfrentaron al nuevo partido popular, la Unión Cívica Radical, en varias ocasiones. Sin embargo, la relación entre ambos se rompió en la segunda presidencia del Zorro Roca cuando solicitó a Pellegrini un proyecto para reorganizar la deuda externa. La sociedad rechazó la solución propuesta y generó un clima adverso y tenso. Ante semejante presión, Roca retiró el proyecto del Congreso. No avisó a Pellegrini y esto los distanció para siempre.
Sin dudas, Pellegrini fue unos de los mayores actores políticos de nuestro país. Olvidado por muchos y reivindicados por pocos. Y que aún perduran sus augurios por su amada argentina que no se concretan: «Tengo la fe más absoluta de que al finalizar el siglo XX, seremos no solo la potencia más grande de la América española, sino una de las más grande del mundo. Y si no lo somos, no será por culpa de nuestra política exterior, sino por causas internas…».