*) Por Agustina Sirvén.
El próximo 30 de noviembre y 1 de diciembre, recibiremos en la Argentina a los líderes políticos más importantes del mundo para consensuar políticas públicas que resuelvan los principales desafíos globales, entre ellos, el futuro del trabajo
En un contexto donde la cuarta revolución industrial llegó para quedarse y cambió en 180 grados la forma en que se ofrecen, consumen bienes y servicios en todas partes del mundo, el rediseño de la estructura laboral dejó de ser ciencia ficción para convertirse en una preocupación cada vez más tangible entre ciudadanos, empresas y Estados del mundo.
En este sentido, arrancó la cuenta regresiva para que Buenos Aires sea el anfitrión del “evento más importante de la historia moderna de la Argentina”, tal como expresó el coordinador de la Unidad Técnica del G20, Hernán Lombardi.
En este evento histórico para la cooperación económica, financiera y política, estarán presentes los miembros del G-20, que en conjunto representan: el 85% producto bruto global, el 66% de la población mundial, el 75% del comercio internacional y el 80% de las inversiones globales.
La agenda anual del G-20 abordó las principales temáticas que preocupan al mundo: futuro del trabajo, infraestructura para el desarrollo, futuro alimentario sostenible y perspectiva de género. Significó más de 84 reuniones de trabajo, con 5.000 delegados participantes, en 11 ciudades sede en la Argentina.
En unos días, los Estados firmarán una declaración final en la que se comprometen a cooperar en los temas tratados. Particularmente, una de las prioridades abordadas en este foro internacional, fue el futuro del trabajo para lograr un mundo “inclusivo, equitativo y sostenible”.
Economías gig. Economías colaborativas
En la infinidad de incertidumbres filosóficas, sociológicas y económicas que despierta el futuro del trabajo, el dilema mayor podría ser: ¿Cómo subsistirá gran parte de la población si la mayor parte de sus trabajos son automatizados por inteligencia artificial?
Desde otra óptica, también aparecen posibilidades de empleo alternativas a las tradicionales que revolucionan el mercado laboral y digital. Como las “economías gig”: pequeños encargos o trabajos ocasionales que conectan personas que quieren trabajar con personas que necesitan determinados servicios. Uber (choferes con pasajeros), Rappi o Glovo (entregas a domicilio con mensajeros), son algunos ejemplos.
Otro fenómeno disruptivo con impacto en todos los sectores de negocios son las “economías colaborativas”, que ponen en jaque al sistema económico tradicional: la gente puede conseguir lo que necesita de manera directa, sin intermediarios, en una gran comunidad donde el nuevo contrato entre las partes es la puntuación y reputación y donde se prefiere compartir en vez de poseer. Airbnb es un claro exponente, que conecta a quienes tienen un espacio disponible para alojar huéspedes con quienes necesitan ese alojamiento, siendo una alternativa más flexible y económica que los hoteles.
El lado b de esta nueva moneda sería la precarización laboral para millones de personas que actúan como contratistas independientes sin derechos laborales (salario mínimo, vacaciones, seguridad social, etcétera) y los conflictos lógicos en el contexto de la transición entre las fuerzas tradicionales y las innovadoras. Pero aquí tampoco hay vuelta atrás. Según el emprendedor español Carlos Blanco, esta forma es “una consecuencia de la digitalización, pero también una réplica frente a los abusos en los precios, el mal servicio y la pésima regulación. Se entiende que esta propuesta es algo más que sofisticados algoritmos entre la oferta y la demanda”.
La irrupción de la economía colaborativa genera intensos debates en el mundo. En ese sentido se pronunció el Parlamento Europeo y advirtió de que “es importante que las plataformas, que en algunos casos se han convertido en grandes multinacionales, asuman su responsabilidad y su rol activo en la creación de la oferta y la demanda, algo que va más allá del simple intermediario”. Por ello, “deben aceptar una contribución fiscal, responsabilizarse frente a los consumidores, garantizar los derechos de los trabajadores y ser transparentes con los datos y el uso de algoritmos que ayudan a puntuar a los proveedores”.
La creatividad, principal ventaja de América Latina
Los cambios en el mundo del trabajo influyen particularmente en los países de América Latina y el Caribe ya que “casi la mitad del ingreso se origina del trabajo y la gran mayoría de las personas dependen de su actividad laboral para poder subsistir económicamente”, como señala un informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Pero las perspectivas no son tan negativas para la región. “América Latina y el Caribe tiene una oferta inigualable de talento creativo que le permite competir en la economía global”, señala el BID. En particular en lo que este organismo llama la “Economía Naranja”: las industrias creativas y culturales (ICC), basadas en el conocimiento, el talento y la creatividad. Por sus características, las ICC son capaces de “generar empleo y riqueza, y de provocar un alto impacto social y económico”. Las tres habilidades más requeridas por los empleadores en el futuro serán “la resolución de problemas complejos, el pensamiento crítico y la creatividad”, de acuerdo con un informe del Foro Económico Mundial.
Cumbre del G-20: el futuro del trabajo
El rol de los representantes de los Estados es fundamental para una planificación responsable de medidas que acompañen los cambios. En esa línea, según la Declaración Conjunta que consensuaron en septiembre los ministros de Educación y Empleo del G-20, la meta a lograr es “un futuro inclusivo, equitativo y sostenible“. El texto detalla los siguientes puntos como desafíos clave a tratar en la Cumbre de Líderes:
- Promover el desarrollo de habilidades y aprendizaje permanente para alcanzar un futuro del trabajo inclusivo, reducir la brecha de género y aumentar la participación en el mercado de personas con discapacidad. Promover inversión continua para el desarrollo de habilidades.
- Consenso para adaptar los sistemas de protección social, formalización laboral y promoción del trabajo decente.
- Sistemas de gestión que incluyan la colaboración de ministerios de educación y trabajo en los distintos niveles de gobierno.
Al respecto, el director general de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), Guy Ryder, destacó: “Me complace ver un fuerte compromiso con las políticas sociales y de empleo innovadoras, particularmente aquellas dirigidas a reducir las brechas de habilidades y acelerar el progreso hacia la equidad de género en un mundo laboral que cambia rápidamente”.
Las declaraciones sobre el futuro del trabajo que se presentarán la semana próxima en la Cumbre de líderes en nuestro país prometen continuar en la agenda de los Estados, empresas, trabajadores y educadores del mundo.