Unión Europea
Banderas de la Unión Europea en frente de la sede de la Comisión Europea, en Bruselas. / Guillaume Perigois (Unsplash)

Corría el 28 de junio de 2018. En plena cumbre del G20 en la ciudad japonesa de Osaka, el entonces canciller argentino, Jorge Faurie, telefoneó emocionado al presidente Mauricio Macri —que en ese momento era presidente pro tempore del Mercosur— para comunicarle la noticia. Tras 20 años, el Mercosur y la Unión Europea firmaron el ansiado acuerdo de libre comercio. El pacto tenía un valor adicional: se había logrado en el contexto del proteccionismo defendido por Donald Trump.

A partir de ese día, sin embargo, comenzaron arduos debates sobre la implementación. Múltiples diferencias salieron a la luz. Principalmente del lado europeo. Los agricultores y ganaderos franceses lanzaron una cruzada en contra del acuerdo y alegaron competencia desleal. Aseguraban que el acuerdo provocaría la desaparición de 30.000 de los 85.000 ganaderos existentes y la pérdida de 50.000 empleos directos. A este reclamo se sumaron los agricultores de Países Bajos, Irlanda y Bélgica.

Pero los intereses agropecuarios no son esgrimidos como el principal argumento en contra del acuerdo, sino otro más noble: el ambiental. Austria y Francia volvieron a remarcar la semana pasada sus resistencias porque consideran el acuerdo que va en contra de las políticas para combatir el cambio climático que adoptó la Unión Europea. Fue en un encuentro informal de los secretarios de Estado de Comercio de los 27 países miembros, que se reunieron el 11 de marzo para discutir sobre la ratificación del acuerdo. Para Bruselas es un asunto estratégico: sería el mayor pacto comercial en la historia de la UE. Entre ambos bloques suman 710 millones de habitantes.

En la reunión de la semana pasada reinó el pesimismo. Austria boicoteó todo entendimiento posible. La postura del gobierno austriaco, integrado por el Partido Popular y los Verdes, se basa en la preocupación por la deforestación en el Amazonas.  El vicecanciller austriaco, el ecologista Werner Kogler, había pedido antes, en público, al primer ministro portugués, Antonio Costa, que se garantizara que la votación sobre el acuerdo comercial entre la Unión Europea y el Mercosur «pueda desarrollarse en forma transparente, sin maniobras políticas y con toda la atención del público». El parlamento austriaco fue el primero en votar en contra de forma unánime el actual texto del acuerdo UE-Mercosur.

En la misma sintonía se expresó el gobierno francés, que encargó meses atrás a un grupo de expertos un estudio que llega a la misma conclusión que los austriacos. Ambos países exigen al Mercosur más garantías sobre el cumplimiento de los requisitos sanitarios y medioambientales. El reclamo francés escenificó momentos de alta tensión en el pasado. En agosto de 2019, Emmanuel Macron acusó a su par brasileño, Jair Bolsonaro, de estar llevando adelante una deforestación industrializado en la selva amazónica, lo que violaba los compromisos climáticos del país sudamericano.

Los partidarios del acuerdo

Portugal adoptó la posición contraria a Francia y Austria: se propuso hacer todos los esfuerzos posibles para lograr la ratificación del acuerdo con el Mercosur. Lisboa es un actor clave porque ostentará durante los próximos seis meses la presidencia pro tempore de la UE. De ahí la advertencia del vicecanciller austriaco sobre posibles «maniobras políticas». También son partidarios del acuerdo España y Alemania, a pesar de que la canciller Angela Merkel haya manifestado sus dudas con respecto a los compromisos climáticos de Brasil. Son varios los partidos con representación en el Parlamento Europeo que ven con desconfianza a Bolsonaro, en especial los verdes y la izquierda. Una traba más para ratificar el acuerdo.

El panorama preocupa mucho a la titular de la Comisión Europea, la alemana Ursula von der Leyen. Teme que un atraso en las negociaciones sea aprovechado por China, Rusia e incluso Reino Unido para firmar diversos pactos de libre comercio, lo que pondría a los productos de la UE en segundo plano. El intercambio con el Mercosur es muy beneficioso para la UE, de hecho, la balanza comercial fue superavitaria en forma ininterrumpida a favor de los europeos desde 2012. 

El calendario político puede dificultar las negociaciones. Por delante están las inminentes elecciones en los Países Bajos, los comicios federales en septiembre en Alemania y las presidenciales en Francia en 2022, donde Macron buscará la reelección frente a una ultraderecha proteccionista ferviente liderada por Marine Le Pen. Por el lado sudamericano, un dato no menor son las elecciones presidenciales de Brasil del año que viene. La continuidad o la derrota de Bolsonaro pueden marcar un cambio de rumbo.

Todo parece presagiar que falta un largo camino hasta ver el acuerdo en funcionamiento. Por lo pronto, es casi seguro que se deberá esperar al menos hasta después de las presidenciales francesas.