El Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) era gobierno, pero venía de capa caída. El 22 de mayo de 2005 había perdido las elecciones regionales en Renania del Norte-Westfalia, uno de los Estados con mayor peso electoral. El partido vencedor era la Unión Democrática Cristiana (CDU) y su líder, una mujer que estaba a punto de hacer historia: Angela Merkel.
La derrota obligó al canciller, el socialdemócrata Gerhard Schröder, a disolver el Bundestag (Parlamento) y convocar a nuevas elecciones federales. La CDU triunfó en los comicios por una diferencia muy ajustada. Junto con la Unión Social Cristiana (CSU), su socio histórico en Baviera, los demócratacristianos sumaron el 35,17% de los votos. El SPD obtuvo el 34,25%. Ninguno de los dos partidos sumaba escaños suficientes para formar un nuevo gobierno. El bloqueo político se quebró de una forma impensada: un acuerdo entre CSU y SPD. La gran coalición, formada por los tradicionales adversarios, eligió a Merkel como canciller con 397 votos a a favor.
La líder de CDU se convirtió en la primera canciller mujer en la historia de Alemania y la persona más joven en aclanzar este puesto, a los 51 años. La era Merkel ya lleva 15 años, un periodo largo y turbulento en el que la canciller tuvo que pilotear el país durante la crisis de 2008, la oleada masiva de refugiados, el crecimiento de los movimientos nacionalistas en Europa, el Brexit y la pandemia de COVID-19. Ante cada desafío, Merkel mostro firmeza, liderazgo y compromiso con los derechos humanos. Así consolidó una imagen de estadista, la líder europea más importante de las últimas décadas.
De la infancia comunista al ingreso en la política
Angela Merkel no se llama Angela Merkel, sino Angela Kasner. Merkel es el apellido de su marido; decidió conservarlo incluso tras haber contraido matrimonio en segundas nupcias. Nació en 1954 en un país que ya no existe, la República Federal de Alemania (RFA). En Hamburgo, para ser precisos. A los pocos días de nacer, su padre, un pastor luterano, fue designado al frente de la iglesia de Quitzow, en la República Democrática Alemana (RDA). La familia se mudó a Templin, a unos 80 km al norte de Berlín, del lado comunista. Merkel una típica infancia del este alemán: austera y con limitaciones en comparación con la de los vecinos occidentales. La familia Kasner, sin embargo, tenía una ventaja. Los contactos del padre con el régimen le permitía cruzar libremente la frontera entre las dos Alemanias.
Merkel estudió física en la Universidad de Leipzig, donde se recibió en 1978 y obtuvo un doctorado en 1986. Un año antes se había casado con el físico Ulrich Merkel, del cual se separo en 1982. Volvió a casarse en 1998 con el químico Joachim Sauer. La pareja no tiene hijos.
El acercamiento de Merkel a la política fue a través la Juventud Libre Alemana, una agrupación comunista de la RDA. Fue militante, pero no muy activa. Su ingreso pleno a la arena política fue con el partido Despertar Democrático, que representaba el creciente movimiento democrático dentro de la RDA y tuvo una fuerte presencia tras la caída del Muro de Berlín. Con la reunificación alemana en 1990, Merkel se pasó a las filas de la CDU. El entonces canciller Helmut Kohl la nombró en 1991 como ministra de Mujer y Juventud del primer gobierno del país reunificado. También fue ministra de Medio Ambiente, Protección de la Naturaleza y Seguridad Nuclear.
Tras 16 años en el poder, Kohl perdió las elecciones federales en 1998. El padrino político de Merkel dejó la política y el liderazgo del CDU. Wolfgang Schäuble asumió entonces las riendas del partido, pero a los dos años renunció a causa de un escándalo por financiación ilegal de la CDU. Merkel era entonces la secretaria general, pero no estaba involucrada. Era la candidata natural para reemplazarlo.
Una líder longeva y popular
La canciller alemana va por su cuarto mandato consecutivo. Su longevidad como gobernante es insólita en Europa y el mundo occidental. El paso del tiempo, sin embargo, no desgasta la imagen de Merkel. Goza del respaldo del 74% de los alemanes, según el último sondeo de la cadena pública ARD de los primeros días de noviembre. Estos números son la pura envidia de cualquier gobernante. A pesar de elevada popularidad, la canciller mantiene su palabra de que se retirará de la política tras las elecciones del año próximo.
Las encuestas no solo le dan muy bien, sino que la imagen positiva de Merkel aumentó 21 puntos con respecto a marzo, antes del inicio de la pandemia. Desde el primer día, Merkel manejó la pandemia con prudencia y trabajó codo a codo con los mejores científicos del país y en coordinación con los 16 länder (Estados federales). En el ámbito europeo, impulsó el aumento del gasto para mitigar el impacto económico provocado por el nuevo coronavirus y la mutualización de la deuda de los países. Estos mecanismos son, según la canciller, los únicos que pueden salvar el proyecto europeo. Es un cambio importante: Merkel fue una defensora acérrima de la austeridad fiscal en Europa tras la crisis financiera de 2008.
Merkel suele cambiar de opinión. Lo demostró varias veces a los largo de los 15 años que lleva en el poder. Un ejemplo ocurrió después de la catástrofe nuclear de 2011 en Fukushima, Japón. La canciller se convención rápidamente de iniciar el abandono progresivo de la energía nuclear en Alemania; hasta ese momento había sido una defensora de este tipo de energía.
Puede cambiar de opinión, pero Merkel es una mujer de principios y convicciones fuertes. Lo demostró en 2015, cuando se aceleró la llegada masiva de refugiados de Siria e Irak. Uno de los asuntos donde la canciller demostró con mayor claridad su liderazgo. Aunque tuvo que pagar un costo en la opinión pública, mantuvo un compromiso inquebrantable con los derechos humanos y decidió abrir las puertas a centenares de miles de solicitantes de asilo. Aunque es reacia a los discursos, muchos analistas consideran que el mejor que dio en 2015, cuando se dirigió al pueblo alemán y defendió su política de protección e integración de los refugiados. Merkel cerró el discurso con una frase para la historia: «¡Lo lograremos!». A pesar de que endureció con el tiempo la política migratoria, ingresaron en total más de un millón de refugiados a Alemania.