Joe Biden quiere dejar su huella en el mundo. Esto quedó claro en las señales que dio en las últimas semanas, tanto en la cumbre del G7 en Reino Unido como en la reunión que mantuvo con Vladimir Putin este miércoles en Ginebra. Los primeros pasos de Biden apuntan a desandar el camino que había emprendido Donald Trump en política exterior.
EEUU se alejó durante la administración Trump de sus aliados tradicionales de Europa y estableció una convivencia dudosa con Rusia, a pesar de que las investigaciones de las agencias de inteligencia estadounidenses concluyeron de forma unánime que hubo injerencia rusa en la campaña presidencial de 2016, en perjuicio de la candidata demócrata Hillary Clinton. En estos años EEUU rompió el pacto nuclear con Irán, se retiró del acuerdo climático de París y acusó a la Organización Mundial de la Salud (OMS) de complicidad con China en el ocultamiento del origen del COVID-19. Trump también ordenó el retiro de fondos de la OMS y puso en duda constante la pertenencia estadounidense en la OTAN.
El objetivo de Biden es que EEUU recupere el papel de potencia mundial predominante, un liderazgo que proyecta desde la lucha contra la pandemia hasta lo planes contra el cambio climático. Por eso, desde su asunción, decidió la vuelta de EEUU al Acuerdo de París, recompuso los aportes a la OMS y mejoró las relaciones con sus aliados europeos. Como contracara, estableció ciertos límites para sus dos máximos competidores en el tablero geopolítico: Rusia y China.
Ni bien Biden pisó la Casa Blanca hubo una escalada de tensiones con el Kremlin. Las primeras críticas se centraron en la represión del gobierno de Vladimir Putin contra sus opositores. Un claro ejemplo es el encarcelamiento de Alexei Nalvani. «Las consecuencias serían devastadoras para Rusia si Navalny muere en prisión», cuestionó Biden este miércoles tras la reunión que mantuvo con Putin en Ginebra. El encuentro tenía como propósito aflojar las tensiones después de que Biden hubiera calificado en público a Putin de «asesino».
La conflictividad entre Rusia y EEUU también se debe al despliegue intimidante de los ejércitos rusos. El Kremlin aceleró de manera provocadora la movilización de 20 nuevos batallones permanentes en las fronteras occidentales, sobre el borde de Ucrania, Bielorrusia y los países bálticos, incluyendo también Kaliningrado. Era una advertencia sobre las consecuencias que podría traer que Ucrania se sumase a la OTAN. EE UU y Turquía promueven la incorporación. La intención de Putín es clara: mostrarse como un líder fuerte para lograr sus objetivos inmediatos. Esto tiene también un interés puertas adentro de cara a las legislativas rusas de septiembre próximo. Su intención no es competir a la par con los estadounidenses. Sabe que no está en condiciones de hacerlo y, por eso, actuó de manera pragmática: ni bien se oficializó la cumbre en Ginebra, ordenó retirar las tropas de la frontera.
El tercer foco de controversia son las acusaciones de EEUU de que Rusia organizó ataques de ciberespías en su contra. Por este motivo, Washington expulsó en abril a los diplomáticos rusos, un gesto que fue imitado por sus aliados europeos y que Moscú replicó como devolución de gentilezas.
Biden ya había enviado señales positivas hacia Moscú antes del encuentro en Ginebra. Un ejemplo fue la retirada de las amenazas de establecer nuevas penalidades por la construcción de un gasoducto gigantesco, el Nord Stream 2. Otro factor que influyó en la decisión fue la presión de la canciller Angela Merkel, ya que Alemania es uno de los principales beneficiados por la obra. Biden priorizó el vínculo con Merkel.
China y el G7
El domingo pasado terminó la cumbre del G7 en Cornualles, Reino Unido. Fueron seis días agitados con reuniones de los miembros del G7, la OTAN y una bilateral entre EEUU y la Unión Europea. Biden logró imponer su agenda que tenía como objetivo contener a Rusia y principalmente a China. También consiguió la aprobación de un ambicioso plan de infraestructuras que contrarreste el avance de Pekín a través de la iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda.
El plan promovido por Biden se llama Build back better for the world (Reconstruir mejor para el mundo, o B3W) y apunta a responder a las necesidades de infraestructuras de los países de ingresos medios y bajos, donde prevé que se destinen unos 40 billones de dólares. La iniciativa tendrá un gran alcance global y abarcará desde América Latina hasta el Caribe, pasando por África y la región Indopacífica.
La declaración final de la cumbre del G7 incluyó, a pedido de Biden, un apéndice que solicita a China que respete los derechos humanos, especialmente en la provincia de Xinjiang, que no intimide a Taiwán y que garantice un alto nivel de autonomía en Hong Kong. También cuestiona las «prácticas anticompetitivas» de China. La declaración del G7 cayó pésimo en Pekín. El gigante asiático acusó que el comunicado distorsiona los hechos sobre Xinjiang, Hong Kong, Taiwán y otros asuntos para difamar deliberadamente a China.
Con estás acciones Biden se aleja del pragmatismo que caracterizó al gobierno de Barack Obama hacia China y mantiene una actitud confrontativa en la carrera para volver a imponer a EEUU como la primera potencia hegemónica mundial. Esta postura quedó reflejada en la acalorada reunión que se llevó a cabo el 18 de marzo en la ciudad de Anchorage, Alaska, entre representantes de China y EEUU. Hasta el momento no se avizora ninguna reunión bilateral entre Biden y Xi Jinping.
En su encuentro con la OTAN, Biden ratificó el respeto de EEUU al artículo 5 del Tratado de la Alianza Atlántica, al que calificó como «una obligación sagrada». Con esta actitud revirtió la imagen negativa que dejó su predecesor. Trump había sido el primer presidente estadounidense en poner en duda la defensa común. Biden instó a los demás estados miembros a que estén atentos a la carrera armamentista de China. Para Europa, sin embargo, la máxima amenaza es Rusia.
En la reunión bilateral con la Unión Europea, Biden recompuso el vínculo tras el deterioro de las relaciones durante la administración de Trump. El gran anuncio de la reunión fue el acuerdo para poner en suspenso durante cinco años la disputa comercial por los subsidios a las constructoras de aviones Boeing y Airbus tras 17 años de conflicto. Biden adelantó que EEUU no irá directamente a la imposición de aranceles como hizo Trump lo que fue bien recibido en Chicago y en Toulouse, las sedes de ambas empresas.
La política internacional de Biden busca sellar una doctrina propia en los primeros meses de gobierno, orientada a que EEUU recupere el papel de máximo regidor mundial.