El nivel educativo es la variable que predetermina las posibilidades de conseguir empleo, sostiene Alieto Guadagni. Las personas con terciario completo representan el 23,9% de la población ocupada y solo el 9,5% de la desocupada, argumenta el especialista. La proporción es la inversa en los niveles educativos inferiores. «Eso de que te recibís y después trabajás de taximetrista son macanas», concluye Guadagni en una charla organizada por la Usina Desarrollista. El principal problema, según el exsecretario de Energía de la Nación, es que la educación en Argentina está lejos de ser una herramienta de ascenso social.
En todo el mundo, las personas educadas son las más pobres, señala el economista, que desde hace años se especializa en el estudio del sistema educativo. En Argentina, sin embargo, las personas más pobres son también las menos educadas. «El sistema educativo argentino reproduce la desigualdad», cuestiona Guadagni. El nivel de pobreza era del 40% a fines de 2019, según el Observatorio de la Deuda Social de la UCA. Pero si se analiza por nivel educativo, la pobreza era del 56,3% entre quienes tenían secundario incompleto y del 23,8% entre los que lo habían completado.
Los estudiantes que comenzaron la primaria en 2006 deberían haberse graduado en la secundaria en 2017. Si se compara el número de ingresantes en 2006 con el de graduados en 2017, la relación es del 41,41%, según el Anuario Estadístico Educativo de 2018. Un número preocupante que, además, esconde una desigualdad. El ratio es del el 68,89% en las escuelas privadas y de solo el 33,23% en las estatales. «Ojo con pensar que las privadas son mejores, eso no está comprobado. Es el nivel socioeconómico lo más determinante. Lo que pasa es que los de mayores ingresos van a escuelas privadas. Decime dónde naciste y quiénes son tus padres y te digo el nivel de conocimiento que vas a alcanzar, si vas a terminar las secundaria y si vas a ir a la universidad. Esta es la madre de la desigualdad», razona Guadagni.
Para el economista, el fracaso del sistema se debe a que los dirigentes políticos abandonaron la escuela pública: sus hijos estudian en las privadas. También al mecanismo de protesta sindical. «Lamentablemente, los gremios no encontraron una manera mejor de protestar que cerrar la escuela. Esto perjudica más a las estatales que a las privadas. Ante cada situación hay una sola pregunta: ¿Es bueno o malo para el futuro de los pibes?», señala. Una expresión que recuerda a la conocida pregunta que hacen los desarrollistas frente a cada problemática: ¿Qué nos hace más nación?
La charla Panorama de la educación argentina es la decimocuarta del ciclo de videoconferencias que organiza en 2020 la Usina Desarrollista, un proyecto impulsado por Visión Desarrollista, el Movimiento de Integración y Desarrollo (MID), la Fundación Frondizi y la Fundación para el Desarrollo Entrerriano (FUNDER).
La caída de la matrícula estatal
El número de alumnos en las escuelas públicas disminuye desde 2003, algo que no había pasado nunca antes en la historia. «Durante el llamado neoliberalismo, la escuela estatal crecía más que la privada. Desde que terminó la década del 90, la estatal cae y la privada sube. El discurso va para un lado y los hechos para el otro: cada vez hay menos pibes en las escuelas públicas», critica Guadagni. La principal razón para la reducción en la matrícula es, según el economista, que las escuelas estatales no garantizan los días de clase del ciclo lectivo. «La gente pobre no tiene dónde dejar a sus hijos», señala.
Guadagni considera que la falta de cumplimiento de las normas en materia de educación es un punto crítico. Si bien la ley define un calendario académico de 180 días, lo que equivale a 720 horas de clase por año, en la práctica se dictan 672 horas al año, plantea Guadagni, con base en datos del Ministerio de Educación de 2018. En países como Chile o Australia se dictan 1.000 horas al año, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
En 2006 se sancionó la ley de educación nacional, que estableció la jornada extendida para la primaria. Esta es otra norma que se incumple, cuestiona Guadagni. Solo el 14% de los estudiantes que asisten a escuelas públicas tiene jornada extendida, según el Anuario Estadístico Educativo de 2018. Y hay una gran disparidad entre provincias. La mitad de los estudiantes de escuelas estatales de Córdoba tiene jornada extendida, por ejemplo, mientras que solo es así para el 2,5% de lo estudiantes estatales de Neuquén.
En materia de calidad educativa, Argentina presenta un marcado retroceso en el contexto de América Latina, alerta Guadagni. Las pruebas TERCE, coordinadas por la Unesco, posicionaban a Argentina en el segundo lugar de América Latina en los años noventa, solo detrás de Cuba. En la última evaluación, en 2013, el país quedó sexto, por detrás de Chile, Costa Rica, Uruguay, México y Brasil.
Las pruebas Aprender en 2018 evaluaron nivel de conocimiento de matemáticas de los alumnos de sexto grado. Los resultados también evidenciaron una fuerte desigualdad. El 24,4% de los estudiantes de escuelas privadas alcanzaron un nivel de conocimiento de matemáticas básico o por debajo del nivel básico, lo que Guadagni definió como «el nivel de ignorancia en matemáticas». En las escuelas estatales, el nivel registrado fue del doble: 49,4%. «Este es el canto a la desigualdad, el canto a la reproducción intergeneracional de la pobreza», afirma el economista.
Las falencias de la universidad
Si el siglo XIX fue el siglo de la primaria y el siglo XX el de la secundaria, el siglo XXI es el de la universidad, subraya Guadagni. «El capital humano vale cuatro veces más que el capital físico, está calculado», asegura el economista, que se basa en un estudio publicado en 2013 por el Banco Mundial.
El sistema universitario argentino tiene tres problemas centrales, señala Guadagni: una baja tasa de graduación, pocos egresados de carreras científicas y tecnológicas, y escasa presencia de alumnos pobres.
Argentina registra una de las proporciones de graduados de estudios terciarios más bajas del mundo, señala el economista. Solo el 18% de los jovenes de entre 25 y 34 años tiene un título terciario, mientras que en Corea del Sur es el 70%, según datos de la OCDE de 2018. En la región, Chile, Colombia, Costa Rica y México tienen una proporción más alta que Argentina.
Alieto Guadagni sostiene que una de las razones que explican la baja proporción de graduados es la elevada tasa de fracaso universitario. Solo el 31,3% de los estudiantes se reciben en la universidad en el tiempo esperado, mientras que el 91% lo hace en Japón, el 72% en Australia, el 61% en México, el 59% en Chile y el 49% en Brasil. El economista es un defensor férreo de la evaluación del nivel educativo al finalizar la secundaria como criterio para ingresar a la universidad. Sostiene que lo hacen tanto los gobiernos de derecha como los de izquierda —incluso el régimen cubano, chino y, en el pasado, el soviético—. El ENEM (Exame Nacional do Ensino Médio, en portugués) es el examen equivalente en Brasil, implementado por Fernando Henrique Cardoso en 1998. La Prueba de Selección Universitaria (PSU) es el examen estandarizado de Uruguay. En Argentina no existe una evaluación única nacioanl y hay universidades, como la UBA, que no toman ningún examen de ingreso. «El ingreso irrestricto suena muy lindo, pero es una trampa. Estamos mandando a los pibes al matadero», critica Guadagni.
Otra propuesta de Guadagni que toca un pilar del sistema universitario en Argentina es el arancelamiento. Para el especialista, la gratuidad es un mecanismo poco efectivo como igualador social, ya que la gran mayoría de los egresados universitarios tienen capacidad económica para afrontar el costo de sus estudios. Guadagni pone como ejemplo el Fondo de Solidaridad Universitaria (FSU), una institución uruguaya creada en 1994 que es financiada por los graduados universitarios y otorga becas para estudiantes de familias pobres.
Entre las propuestas que Alieto Guadagni recomienda para mejorar el sistema educativo está la definición de un ciclo lectivo de 190 días y el cumplimiento de la jornada extendida, la elevación de la carrera docente a rango universitario, la redefinición de la coparticipación federal de impuestos para incluir criterios de calidad educativa, el aumento de la autonomía de los directores de escuela, la implementación de sistemas de evaluación de graduados universitarios para medir la calidad educativa de cada institución y la publicación de información sobre las perspectivas laborales de las profesiones universitarias.
Tras finalizar un duro diagnóstico y listar una batería de propuestas concretas, Guadagni se muestra pesimista: no cree que se pueda alcanzar un acuerdo nacional para promover la educación. Insiste en que es el tema más relevante para el futuro del país, pero aún así considera poco probable que se logren los consensos necesarios. «Veo un debate muy superficial en materia educativa», se lamenta.
Volvé a ver la charla virtual con Alieto Guadagni