La cuarta revolución industrial está transformando la economía mundial. Para algunos, vivimos un proceso de cambio histórico que abrirá las puertas a avances científicos y tecnológicos sorprendentes. Otros, en cambio, anticipan un futuro sombrío en el que las máquinas dejarán sin empleo a millones de personas. ¿De qué se trata la cuatra revolución industrial? «Es el estadio más avanzado de la fabricación industrial, que incorpora tecnología de telecomunicaciones, mayor automatización y, probablemente el factor más distintivo, la inteligencia artificial”, explica el investigador del CONICET Fernando Stefani en entrevista con Visión Desarrollista. En definitiva, es la etapa más reciente de un largo proceso disruptivo que comenzó hace más de 200 años.
Desde los orígenes, la revolución industrial estuvo impulsada por la innovación: primero fueron los sistemas mecánicos y la máquina de vapor; después la producción en serie y la línea de montaje; a finales de los sesenta irrumpió la automatización, la computación y la electrónica. En cada fase existieron apologistas que defendían los nuevos logros y detractores que pronosticaban efectos catastróficos. La cuarta revolución industrial es «la fase de digitalización del sector manufacturero», señala el Instituto para la Integración de América Latina y el Caribe (INTAL), que depende del BID. En una publicación titulada Industria 4.0: Fabricando el Futuro, el INTAL destaca que en esta etapa la creación de valor pasa por la informatización y y el uso masivo de datos a lo largo de todo el ciclo productivo. Todo esto en el marco de Internet.
El paradigma de la cuarta revolución industrial está compuesto por un amplio abanico de tecnologías industriales digitales. Como los sistemas de integración, que conectan las máquinas con otras máquinas e integran las distintas áreas de una unidad productiva. O las plataformas digitales que permiten la comunicación de una empresa con distintos actores de la cadena de valor o con los propios clientes. Los robots, que son máquinas o sistemas autónomos inteligentes, automatizan tareas que antes solo estaban limitadas al dominio humano. El internet de las cosas (IoT) conecta máquinas, personas y productos, lo que facilita la toma de decisiones con base en los datos que la tecnología recoge de su entorno. La impresión 3D, o manufactura aditiva, permite fabricar piezas a partir de superposición de capas de distintos materiales tomando como referencia un diseño previo, sin moldes, directamente desde un modelo virtual. Esta tecnología descentraliza las etapas de diseño y desarrollo de productos e introduce un mayor componente de servicios y software a la manufactura. El big data permite almacenar, generar, procesar y analizar un gran volumen, estructurados y no estructurados, lo que habilita todo un nuevo campo del conocimiento. La computación en la nube ofrece almacenamiento, acceso y uso de servicios informáticos en línea. La simulación de entornos virtuales (VR) permite ajustar y representar el funcionamiento conjunto de máquinas, procesos y personas en tiempo real antes de ser puestos en marcha, lo que ayuda a prevenir averías, ahorrar tiempo y evaluar el resultado final en un entorno controlado. Una herramienta emparentada es la realidad aumentada, que complementa el entorno real con objetos digitales, con base en la simulación, el modelado y la virtualización. La inteligencia Artificial (IA), mencionada por Stefani, se basa en el desarrollo de algoritmos que permiten a las computadoras procesar datos aprender en forma automática. La ciberseguridad es un pilar fundamental para que todas las demás tecnologías logren una adecuada penetración en esta fase de digitalización.
La larga enumeración anterior muestra la diversidad de nuevas tecnologías que compone el ecosistema 4.0. Pero la cuarta revolución industrial es más que eso. Se trata de un proceso dinamizador a través del cambio tecnológico con la capacidad de transformar la economía a nivel mundial, como explican los economistas Martín Calveira y Eduardo Fracchia,.
Nuevas habilidades para la empleabilidad
Las nuevas tecnologías impactan en el mercado laboral. Tanto en las formas de trabajo como en las habilidades demandadas y las remuneraciones. Esto modifica el escenario de creación y destrucción de empleos tradicionales. La rápida evolución de la inteligencia artificial, además, pone cada vez más tareas y profesiones en riesgo de desaparecer por el avance de la automatización.
Con la cuarta revolución industrial ganan especial importancia las nuevas habilidades digitales, que exigen capacidad para el entendimiento de los conceptos lógico-matemáticos. Son las denominadas habilidades duras. Sin embargo, los empleos del futuro requieren al mismo tiempo de perfiles con capacidades blandas como el liderazgo, el trabajo en equipo, la auto organización, las habilidades de gestión y de comunicación y la creatividad. La empleabilidad depende cada vez más de la educación.
¿La digitalización provocará un aumento acelerado del desempleo? No necesariamente, o al menos esto es lo que sostienen Fracchia y Calveiro en su estudio, donde apuntan que uno de los efectos de la cuarta revolución industrial es el incremento de la productividad, lo que genera un crecimiento del ingreso mundial y, finalmente, de la demanda de trabajo. Pero de otro tipo de trabajos, denominado «empleos de bienestar». Son los orientados hacia la prestación de servicios a los sectores de mayores ingresos y el empleo complementario a las nuevas tecnologías.
Fracchia y Calveiro también advierten sobre los efectos negativos de la cuarta revolución industrial, como la pérdida de cierto tipo de empleo y la creciente desigualdad salarial. Según el estudio, se está produciendo un desplazamiento de los trabajadores en dos direcciones: hacia los trabajos más cualificados y mejor remunerados o hacia los menos calificados y peor remunerados, pero todavía difíciles de automatizar. Este desplazamiento es el que explica el aumento de la desigualdad salarial.
El exministro de Ciencia y Tecnología Lino Barañao sostiene que la automatización traerá ventajas, como la eliminación de «muchas tareas que son rutinarias, indignas, que impiden que el ser humano incorpore su aporte y sus habilidades». Aunque no niega el riesgo de un aumento del desempleo, Barañao explica en entrevista con Visión Desarrollista por qué es optimistas sobre el futuro: «Hay algo que los robots no van a poder hacer nunca, ser consumidores. El sistema capitalista va a asegurarse de que la gente tenga empleo y consuma lo que los robots producen. No sé si la salida va a ser el salario común, el ingreso ciudadano o alguna política similar».
Una oportunidad para una nueva industria
La discusión sobre el futuro de la industria volvió a ganar fuerza en todo el mundo. Incluso en países desarrollados, cuyas empresas habían seguido en las últimas décadas estrategias de deslocalización productiva. «Muchos países han vuelto a ver a la industria como una locomotora para potenciar el agro y los servicios y por eso han rediseñado las políticas industriales», subraya Fernando Peirano, presidente de la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (Agencia I+D+i). Peirano considera que Argentina debe seguir ese camino, aunque «ya no desde los talleres y los tornos, sino desde los intangibles que están en ese entramado industrial».
Peirano pone el énfasis en el entramado industrial y en esto coincide con lo que advertía Rogelio Frigerio hace más de tres décadas. Las nuevas tecnologías pueden ser un espejismo del desarrollo si no se dan en el marco de un proceso de integración productiva. La incorporación de la tecnología más avanzada en forma aislada puede crear enclaves de modernización desarticulados de la economía nacional, como si fuera un eslabón del sistema local emplazado en territorio argentino pero que no impacta en el desarrollo del país. Esto pasa actualmente: Argentina logró el desarrollo de la industria del software, pero buena parte de la innovación que genera pasa por el costado del entramado productivo local.
El desarrollo durante la cuarta revolución industrial no es un proceso espontáneo, como tampoco lo fue en las etapas anteriores. Exige una visión estratégica compartida, tanto por el Estado como por los distintos sectores de la sociedad. La incorporación de las nuevas tecnologías no altera la base del método desarrollista que implica determinar correctamente los sectores prioritarios y generar las condiciones para la acumulación de capital.