«¿Creé que hay salida para la crisis?», le pregunta Álvarez a Borges, «Claro… Ezeiza», responde esté último. El dialogo, entre los célebres personajes que daban vida Alberto Olmedo y Javier Portales en la década del 80, sigue siendo recurrente en nuestra Argentina. Nuevamente nos encontramos en nuestro país con la consecuencia de malas decisiones y falta de incentivos para que los profesionales argentinos permanezcan en el país y en cambio busquen mejores oportunidades en el extranjero.
La cifra de personas que quieren abandonar el país es cada vez mayor. Según una investigación de la Universidad de San Andrés[1], los trámites para obtener las ciudadanías de España e Italia por parte de los argentinos rompieron récords situándose en más de 55 mil solicitudes entre enero y septiembre de 2021. Los datos oficiales de la Dirección Nacional de Migraciones[2] aportan que 653.631 personas se fueron del país desde el 1 de enero hasta el 29 de septiembre, de los cuales un 25% han declarado que lo hacen por razones laborales, mudanza o de estudios, el 18% porque tiene residencia en el exterior y el restante 57% por turismo.
Vale entonces preguntarnos las razones que encuentran quienes toman tal decisión que implica en muchos casos desprenderse de lazos afectivos. Estas causas las podemos analizar en base al informe mensual de la consultora digital Taquión[3], que realizó un relevamiento de datos sobre 2552 casos a nivel nacional, entre el 22 y el 26 de julio de este año, analizando la percepción de los habitantes de la República Argentina al respecto. El resultado arroja que el 63.9% quiere irse del país, siendo que el 5.8% lo haría teniendo ya familia o amigos en el exterior, el 23.9% solo lo haría si le aseguran trabajo, mientras que el 34.3% lo haría sin dudarlo en busca de nuevas oportunidades. Respecto a que es lo que les motiva a tomar la decisión es la falta de acceso a oportunidades de desarrollo, falta de acceso a vivienda, pérdida de poder de compra con su salario y la inseguridad. Además, entre el 90% y 95% de los encuestados son pesimistas acerca del futuro en materia social, política y económica del país.
La inseguridad en aumento, el alto grado de desempleo y las recurrentes crisis económicas que atraviesa el país acompañado por la falta de confianza en que el gobierno resuelva la situación. En concreto no ven proyección de bienestar a pesar del trabajo arduo o incluso la falta del mismo para siquiera intentarlo. Tanto es así que están dispuestos inclusive a bajar algunos peldaños en la escala social y laboral.
“Fuga de cerebros” y búsqueda de soluciones
Actualmente en el país se forman excelentes profesionales debido a un gran nivel universitario nacional, e incluso vienen del extranjero a estudiar a nuestras universidades. Pero poco valor tiene tamaña y costosa inversión si los graduados desarrollan su carrera profesional en el extranjero donde pueden mejor ingreso económico y mayor calidad de vida. Es esto lo que se denomina “fuga de cerebros”, es decir que personas capacitadas en el país, y que podrían contribuir al desarrollo de esté, decidan buscar mejor oportunidad en el extranjero por no encontrar los incentivos para permanecer en Argentina.
Hoy más que nunca, en plena cuarta revolución industrial, el capital humano es el factor clave para el desarrollo. No en vano las teorías actuales sobre el desarrollo económico asignan un rol significativo al capital humano y la innovación. La fuga de cerebros implica que por frustración de expectativas la Argentina pierda su mayor activo y de esta manera imposibilite su anhelo de desarrollo. Tampoco hay que demonizar a los que se van ni alabar a los que se quedan. Precisamente en estos contextos de frustración y falta de oportunidades, los que pueden se van, la fuga de cerebros, y los que no subsisten como pueden: el ingeniero manejando un taxi. El problema acá o allá es el mismo: desaprovechar el recurso clave del conocimiento.
La respuesta pasa por generar las condiciones para que surjan estas oportunidades de bienestar. Lo primero, y básico, es un ordenamiento macroeconómico para erradicar las contradicciones de nuestro modelo económico. Luego trabajar en la promoción del empleo formal y de calidad. Es imprescindible una reforma laboral donde contratar personal sea un factor clave para el negocio y no un problema en el largo plazo, ofreciendo además las mejores condiciones posibles, combatiendo el trabajo informal. Actualizar los marcos laborales y terminar con la industria del juicio es indispensable para reducir fuertemente la informalidad y permitir el crecimiento del empleo en el sector privado.
Ya con estas condiciones esenciales resueltas podemos aspirar a que esa sangría de talento argentino se frené. Sin embargo, el verdadero desafío es mucho mayor e implica que esas capacidades y talentos trasciendan y se vivifiquen no solo en pos de objetivos de bienestar personal sino también comunitarios, al desarrollo del proyecto común que es la Argentina
Un caso particular para destacar es lo que sucede con los empleos digitales. Los mismos posibilitan trabajar para afuera pero, a través de la conectividad, hacerlo físicamente en el país. Siempre y cuando haya condiciones para ingresar las divisas el problema del éxodo y fuga de cerebros esta atenuado. En cambio el problema es otro: las personas quedan en el país, las divisas a veces, pero el talento, la capacidad transformadora es aprovechada por otra economía. Se queda le persona, pero se fuga el talento. El desafío es generar las condiciones para que también esos mismos servicios digitales sean demandados competitivamente desde los sectores productivos locales, y el capital humano local sea aprovechado también en su suelo nativo.
Se trata ni más ni menos de volver a generar una épica de desarrollo nacional que articule y oriente la educación y el trabajo hacia el desarrollo personal y nacional.
[1] https://udesa.edu.ar/noticias/que-buscan-exactamente-los-que-se-van-de-la-argentina-y-por-que-es-tan-dificil-saber
[2] https://www.argentina.gob.ar/interior/migraciones
[3] https://www.taquion.com.ar/monitor-agosto-2/