Vista del centro de Asjabad, capital de Turkmenistan. Shutterstock
Vista del centro de Asjabad, capital de Turkmenistan. Shutterstock

A mediados de los años 60, el descubrimiento de petróleo en Siberia y el funcionamiento de los primeros gasoductos, dio cierto respiro a la golpeada economía soviética, aunque no fue suficiente. Ante la necesidad urgente de paliar el estancamiento y despilfarro económico, que eran una postal constante en la Unión Soviética desde finales de los años sesenta, el secretario general del Partido Comunista y líder soviético, Leónidas Breznev, envió varias exploraciones a lo largo y ancho del extenso territorio de la URSS en la búsqueda de combustibles fósiles. La misión fue un éxito que brindó alivio, temporal, al régimen soviético dando vida al gasoducto Asia Central-Centro que fue construido entre 1968 y 1971.

En dicho proceso de exploración hubo incluso una situación muy particular: bajo un estricto secreto geólogos soviéticos en 1971 llevaban a cabo en el desierto de Karakum, labores de excavación para encontrar petróleo cuando el suelo colapsó, provocando un gigantesco cráter de 70 metros de ancho y al menos 20 metros de profundidad del que empezaron a emanar gases, y tuvieron la absurda idea de prenderlo fuego. Allí nació “La Puerta del Infierno” que desde entonces arde sin parar convertirse en un gran atractivo turístico.

Las Puertas del Infierno de Turkmenistán
Las Puertas del Infierno de Turkmenistán

Treinta años después de haber hecho el cráter, en el otoño europeo de 1991, la Unión Soviética dejaba de existir tras 68 años de vida. El desmembramiento del bloque comunista daba origen a 15 naciones. Turkmenistán fue una de ellas cuando su líder, Saparmurat Niyazov, un férreo opositor a las políticas aperturistas de Mijaíl Gorbachov, declaró la independencia el 27 de octubre del mismo año. La herencia soviética se complementa con un activo mucho más gravitante que «la Puerta del Infierno»: Turkmenistán posee la cuarta reserva de gas natural del mundo.

Una dictadura extravagante

El vacío que dejó el comunismo en el país fue aprovechado por Niyazov, que ya desde 1985 gobernaba como secretario general del partido comunista,  y con un discurso exaltado de nacionalismo turcomano implementó un excéntrico culto a la personalidad proclamándose Türkmenbaşy (“líder de los turcomanos”). Fiel al legado dictatorial de la ex URSS, impuso un estado totalitario y represivo donde las libertades y los derechos humanos brillaron por su ausencia. A eso se le sumaron peculiares extravagancias como estatuas de oro alrededor del país con su figura, cambiar el calendario —por ejemplo, enero pasó de llamarse Ýanwar a Türkmenbaşy y abril pasó de Aprel a Gurbansoltan, el nombre de su madre— o cambiar el nombre de ciudades que fueron reemplazadas con su nombre. Editó su propio libro “Ruhnama”, obligando al pueblo a memorizarlo, haciéndolo de lectura obligada en los establecimientos educativos e institucionales. Prohibió incluso varias disciplinas artísticas pero una de sus decisiones más controvertidas fue cerrar todos los hospitales que no estaban en la capital del país, Asjabad, dejando a Turkmenistán como el país con la esperanza de vida más baja de Asia Central.

Coherentes con todo esto, cerró al país al mundo con una política de neutralidad que imposibilita establecer vínculos virtuosos. Hizo así de Turkmenistán una de las naciones más herméticas del planeta, aún peor que Corea del Norte. Finalmente, en 2006, un ataque al corazón terminó con la vida de Niyazov, pero nada cambio realmente.

Una de las varias estatuas de oro erigidas en honor a Türkmenbaşy, Asjabat.

Lo sucedió Gurbanguly Berdimuhamedov que además de ser el odontólogo de Niyazov, ostento los cargos de ministro de sanidad y viceprimer ministro. Si bien al principio de su mandato Berdimuhamedov dio pasos tímidos hacia ciertas libertades y eliminó algunas políticas de su predecesor, como la restauración del calendario, ningún cambio sustancial aconteció. Para revalidar su poder llamó a elecciones, sin oposición alguna, que ganó por amplia mayoría. Mandó a derribar los monumentos de su predecesor y los reemplazos por los suyos, inclusive hizo una estatua de oro en honor a su perro. También, como su predecesor, fue partidario de prohibiciones absurdas: en Turkmenistán no se permite lucir barba a los menores de 40 años, comprar tabaco, ni se puede transitar con el auto sucio.

Su mayor delirio fue la construcción, en la capital Asjabad, de extrañas obras de arquitecturas y publicidad. Como consecuencia la ciudad posee la mayor cantidad de edificio con mármol blanco en el mundo. Pero la extravagancia no termina acá. Para fomentar el turismo construyó el mayor aeropuerto de Asia Central con un coste de 2400 millones de euros con capacidad para 17 millones de viajantes con varios complejos hoteleros aledaños. Lo insólito es que el ingreso a Turkmenistán es un proceso muy complejo donde se necesita visa y que por lo general la mitad de los visados son rechazados. En marzo de este año Berdimuhamedov abandonó la presidencia y lo sucedió su hijo, Serdar Berdimuhamedow.

Una oportunidad para el desarrollo turcomano

Con una superficie de 488.100 km², donde el 60% de su territorio es desértico, gracias a los ingresos por los hidrocarburos, sumado a las exportaciones de algodón del cual es el noveno país productor, Turkmenistán goza de varios años de crecimiento sostenido. Aún así, se estima que la mayoría vive en condiciones de pobreza que el régimen contiene dando prestaciones gratuitas de beneficios sociales como agua, de suma importancia en un país desértico, gas, electricidad y subsidios de bienes y servicios de primera necesidad. De mas esta decir que este asistencialismo lejos de resolver la situación la contiene y eterniza el subdesarrollo. La oportunidad del cambio estructural para Turkmenistán puede venir de explotar sus valiosos recursos naturales de manera más eficiente, el gas en particular. Pero, como incluso se evidencia actualmente en nuestro país, de poco sirve tener recursos naturales de alta demanda sino se pueden explotar y sobre todo transportar. Durante mucho tiempo el gas de Turkmenistán tuvo un solo comprador: Rusia, que con el histórico gasoducto Asia Central-Centro lo llevaba a su territorio y lo revendía a Europa a precios más altos. En los últimos años fueron los chinos quienes financiaron un nuevo gasoducto, el cual aún Turkmenistán les esta pagando, desplazando a los rusos en  la demanda. Sin embargo, la invasión rusa a Ucrania y todos sus efectos en el mercado energético puede ser la oportunidad para expandir el mercado hacía occidente y obtener valiosas inversiones.

Las sanciones económicas a Moscú desde occidente no se hicieron esperar. En represalia,  Rusia obligó a sus compradores a pagar las regalías por el gas en su moneda el rublo y no en dólares para finalmente, ante la negativa de la propuesta sumado al apoyo explicito a la defensa ucraniana,  castigar a países, como Letonia, Bulgaria, Polonia y Rumanía, con cortes sucesivos y totales del suministro de gas.  El aumento de precios y escases de suministro en la zona euro se tradujo en la mayor crisis energética en 50 años.

Ante el chantaje ruso la Unión Europea tuvo que tomar medidas excepcionales para reducir el consumo en vistas al próximo invierno. Incluso que se recurra a Qatar como proveedor, cuando el gas qatarí es licuado y presenta una desventaja: se traslada por barco lo cual el coste es mucho más caro. Otro dato no menor es si Rusia realmente esta dispuesta a cerrar el grifo a Europa dado que más del 60% de los ingresos del Gobierno ruso provienen de las exportaciones energéticas al viejo continente.

Frente a este panorama en Europa la crisis energética es una oportunidad para Turkmenistán.

El Sistema de Gasoductos de la Región del Mar Caspio
El Sistema de Gasoductos de la Región del Mar Caspio

El primer problema, como señalamos, es  de infraestructura. Al no tener una salida al mar abierto (sí tiene al Mar Caspio) , Turkmenistán necesita de nuevos gasoductos para obtener nuevos mercados. Hubo un primer intento hacia India que fue el TAPI (Turkmenistán-Afganistán-Pakistán-India), pero el conflicto latente en Afganistán hizo caer el proyecto. La otra posibilidad que tiene Turkmenistán es suministrar gas a Europa a través de un gasoducto vía el Mar Caspio hasta la conexión a Azerbaiyán. El problema aquí es que precisamente comparte jurisdicción marítima con dos grandes productores de gas como son Irán y Rusia, que vienen dificultando hace años la viabilidad del proyecto al afectar sus intereses. Turkmenistán Turkmenistán

El desafío de Turkmenistán es lograr abrir ese canal con occidente que no solo sería un gran negocio para Europa, sino que para los turcomanos significaría un ingreso de divisas importante, siempre y cuando no sea usado para el derroche y delirios de sus gobernantes.