En el mundo hay tres mercados comunes, señala el especialista en temas de integración Alejandro Perotti, y solo uno de ellos funciona: la Unión Europea. También hay cinco uniones aduaneras y tampoco son exitosas, precisa. El Mercosur, tal vez, comenzó con la vara muy alta. El Tratado de Asunción de 1991 proyectaba la conformación de un mercado común, pero el Mercosur es actualmente lo que se define como una unión aduanera imperfecta. La denominación ya sugiere algo. ¿El proceso de integración fue algo más que un buen intento fallido? A 30 años de la creación del bloque, Perotti, especialista en derecho aduanero y en procesos de integración regional, hace un balance positivo. «Es una política de Estado de todos los países miembros. Todos quieren más y mejor Mercosur, aunque tengan diferencias sobre el camino para lograrlo», destaca Perotti, que también es profesor de Derecho de la Integración y fue consultor jurídico de la Secretaría del Mercosur, en entrevista con Visión Desarrollista
La construcción de la Unión Europea tuvo épocas de crisis tan delicadas como las que ha tenido el Mercosur, sostiene Perotti, incluso peores. El Mercosur, además, tiene debilidades intrínsecas que hace que el proceso sea más complejo. Los dos países miembros más importantes, Brasil y Argentina, muestran profundas inequidades sociales y atravesaron en las últimas tres décadas desajustes macroeconómicos profundos. «Los problemas del Mercosur son la consecuencia de que los países miembros no solucionan sus problemas», cuestiona.
Un déficit del Mercosur como bloque económico es la escasa interdependencia comercial. «La intensidad comercial entre las partes es un incentivo para profundizar la integración», explica Perotti. El comercio intrabloque del Mercosur representa solo el 13% del intercambio de los países miembros, mientras que el mismo indicador es del 49% en el NAFTA y el 63% en la Unión Europea. Tanto la UE como el NAFTA tienen a economías desarrolladas dentro del bloque; esto los distingue del Mercosur y explica por qué todos los países miembros tienen como principal socio comercial a un país extrabloque.
La balanza comercial del Mercosur evidencia la importancia estratégica del bloque, según Perotti. Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay venden principalmente materias primas al resto del mundo, pero el comercio entre ellos es mayormente industrial. «Muchas industrias sobrevivieron gracias al Mercosur, en ese sentido es desarrollista», afirma. El bloque regional es, además, la primera prueba para muchos exportadores, añade Perotti. Y puede ser la plataforma para construir cadenas de valor, considera: «Argentina puede especializarse en determinados insumos o eslabones de una cadena productiva que luego son ensamblados en Brasil y finalmente exportados al mundo».
Una mayor integración regional aumenta la dependencia de Brasil, pero ese no es un problema para Perotti. «Cuanto más dependientes somos y ellos lo son de nosotros, menos posibilidades hay de que estemos peleados. Porque hay intereses que pierden con esas peleas. En este sentido, algo se ha logrado. Hace 20 años, a los empresarios argentinos no les importaba quién gobernaba Brasil. Ahora sí», explica.
Una apertura inteligente
El Mercosur es el bloque más cerrado del mundo, según Perotti: las exportaciones no llegan al 13% del PBI regional, cuando el promedio mundial es del 33%. «El Mercosur tiene acuerdos con países que representan el 9% del PBI mundial. El desafío es una apertura inteligente, porque la liberalización comercial sin contraparticas concretas es una mala política», advierte.
Un ejemplo de ese tipo de apertura, según Perotti, es la del sector vitivinícola uruguayo. En 1991 se definió un plazo de cuatro años para que los productores se reconvirtieran y evitaran que el vino argentino copara el mercado. «Llevaron una cepa nueva y hoy hacen el vino Tannat, que se consume a nivel mundial», cuenta. Es un caso exitoso, en el que la competencia llevó a un salto cualitativo en la producción, dice el abogado. «No hay que temer a la competencia, pero tiene que ser a igualdad de condiciones. Con una tasa de interés del 50%, una PyME argentina no puede competir con una italiana que se financia al 10% anual», señala.
El proceso de apertura no solo tiene que ser inteligente, sino socialmente responsable, alerta Perotti. «La integración tiene perjudicados», apunta y señala que de la mano de la apertura comercial tiene que venir la ayuda económica para la reconversión productiva. Europa estableció mecanismos exitosos de este tipo, llamados fondos de cohesión. El Mercosur tiene una herramienta similar, el FOCEM (Fondo para la Convergencia Estructural del MERCOSUR). Este fondo tiene como objetivo el financiamiento de proyectos para la reconversión productiva, la mejora de la competitividad y el fortalecimiento de la cohesión social. “El FOCEM no es un mecanismo que se conozca y utilice demasiado”, se lamenta Perotti.
En junio de 2019, el Mercosur y la Unión Europea anunciaron un acuerdo para concretar un pacto comercial. El más grande de la historia: entre ambos suman 710 millones de habitantes. El acuerdo generó celebraciones en el oficialismo cambiemita de entonces y críticas o dudas en la oposición kirchnerista. ¿Fue un acuerdo de apertura inteligente? Perotti celebra el pacto como una oportunidad para mejorar la competitividad del país. «El acuerdo otorga beneficios para el Mercosur durante los primeros 15 años para compensar la asimetría de los dos bloques. Ahora bien, si los miembros del Mercosur no hacen nada en ese tiempo para reconvertirse, van a tener problemas», subraya.
La negociación con otros bloques, destaca el abogado, permite resolver conflictos internos que normalmente se postergan. «Hace tres décadas que jugamos a tener libre comercio de autos con Brasil y todos los años prorrogamos la fecha de implementación. Ahora firmamos un pacto para que comience en 2029. ¿Por qué? Porque el acuerdo con la UE fija que en 2030 va a haber libre ingreso de autos europeos. La negociación con los europeos nos destrabo el problema interno”, apunta.