Uranga
Portada de la revista Qué del 24 de marzo de 1964

Entre Ríos es una de las provincias en las que están dadas, como en otras importantes zonas del país, todas las condiciones para realizar la gran obra de desarrollo y expansión económica reclamada por nuestro pueblo. Condiciones naturales y una población laboriosa han logrado en los últimos años un notable crecimiento. En Entre Ríos hay un empeño en trabajar y realizar las empresas que ya fueron iniciadas, y que esperan hoy en una postergación incomprensible. Primera en producción de lino, con una producción avícola altamente desarrollada y una buena producción de carnes, ha logrado últimamente un extraordinario incremento en la producción e industrialización de citrus. La avicultura y la citricultura ofrecen posibilidades extraordinarias de expansión e industrialización zonal, como también la industrialización frigorífica. Durante el gobierno desarrollista del doctor Uranga, se planearon y pusieron en ejecución obras de aliento para la economía de la provincia, como la Corporación del Citrus, prácticamente instalada y que a la fecha se encuentra trabada en su acción, hasta el punto que no se sabe si este año podrá comprar la cosecha y empezar a producir, lo que hace consiguientemente retardar el fomento de cultivos, y las obras del túnel subfluvial, y otras obras camineras, imprescindibles para facilitar la salida de la producción y la actividad económica de la zona. La pasividad, cuando no las trabas oficiales, ha detenido, a partir de marzo de 1962, el crecimiento y desarrollo de esta provincia, que sufre injustificadamente la actual contracción económica.

Es fácil hablar con Raúl Lucio Uranga (abogado, padre de once hijos, periodista, profesor universitario, ex concejal, diputado nacional y gobernador de Entre Ríos) porque es hombre de vida hogareña que no concurre a fiestas, clubs ni cafés. Emplea la mayoría de su tiempo en escribir, leer y cuidar su huerta. Su casa, sobre el filo de la barranca frente al río Paraná, es un puesto de observación del gran paisaje fluvial al que conoce bien como remero, nadador y pescador: «Cuando no veo el río me duele la cabeza».

En su despacho, atestado de libros, se destaca una gran fotografía de Arturo Frondizi con banda presidencial: «Es el que tenía en mi despacho; dos días después del decretazo me lo envió el interventor militar».

Frondizi viajó a Paraná el 24 de enero para apadrinar al séptimo hijo varón de Uranga.

Comenzamos en seguida una extensa conversación sobre temas políticos y económicos:

«Entre Ríos era, hace cien años, la primera provincia argentina por su fuerza militar, desarrollo económico y expansión cultura. Ahora es aventajada por no menos de ocho de sus hermanas, en lo que a nivel de vida del pueblo se refiere. Su retroceso comenzó en 1871, cuando el presidente Sarmiento, sin ley, envió un enorme ejército para aplastar la autonomía provincial y al gobernador Ricardo López Jordán, el último jefe federal que peleó con las armas en la mano y al frente de su pueblo, contra el centralismo y la oligarquía del puerto de Buenos Aires. La represión fue terrible, como ocurrió en nuestra historia cada vez que las provincias fueron derrotadas, mientras que los triunfos provinciales —Cepeda y Caseros— determinaron el trato fraternal a los porteños y buscaron la organización con el Tratado del Pilar y el Acuerdo de San Nicolás, naturalmente violados por la oligarquía que, siempre, llevó sangre y odio en sus expediciones punitivas contra las provincias, las zonas profundas de la patria. Gran cantidad de familias entrerrianas debieron emigrar al Brasil, Uruguay y otras zonas del país. Pero Entre Ríos sigue siendo un maravilloso pedazo de la patria: 76.000 kilómetros cuadrados de superficie sin un solo metro de tierra estéril, clima benigno, un maravillosos sistema hidráulico abrazado por los dos colosos americanos, ubicada en el área del río de la Plata y tiene, fundamentalmente, un pueblo de primera calidad: pacífico, laborioso, entusiasta y digno. Entre Ríos, con unos pocos estímulos fundamentales, puede convertirse en el milagro argentino«.

¿Cuáles son esos estímulos?

Pocos y evidentes. Terminar la red pavimentada provincial y, en la lo nacional, acelerar la terminación de la 18 (Concordia-Paraná) y la 126 (La Paz-Paraná), rutas fundamentales que dejó muy avanzadas la administración de Frondizi. A ellas habrá que agregar la 131, desde Rosario del Tala a Paraná; la 132, de Crespo a Diamante, y los 60 kilómetros que faltan de la 127, entre Paraná y Paso de los Libres. También habrá que ensanchar y repavimentar el camino nacional entre Gualeguaychú y Brazo Largo, en el sur. Esta red, sumada a la provincial, tan importante, haría innecesarios los ferrocarriles en Entre Ríos. No debe olvidarse, por otra parte, que Entre Ríos tiene cuatro puertos de ultramar y casi veinte de cabotaje, que se están muriendo por la incomprensión, exceso burocrático y reglamentarismos del montón de oficinas que se han apostado en las costas. Al río hay que «caminonizarlo», es decir, dejarlo trabajar con parecida libertad de los automotores, que han derrotado al ferrocarril y al tráfico por agua, al revés de lo que debería ser.

En segundo lugar, decidirse, sin gambetas ni mentiras, por la prosecución del túnel Paraná-Santa Fe, que unirá —¡por fin!— el sector insular argentino (la Mesopotamia) con el sector continental, sellando, físicamente, la unión nacional, hoy tan imperfecta por esa tremenda muralla de agua que es el Paraná.

También habrá que hacer la gran presa entre Salto (R.O.U.) y la barra del Ayuí, en las cercanías de Concordia. Recuerdo aún la magnífica exposición de Frondizi, el 1 de julio de 1948, al considerarse en la Cámara de Diputados el convenio argentino-uruguayo sobre aprovechamiento de esos rápidos del río Uruguay; también deben tenerse presente los esfuerzos de Frondizi, ya presidente, para la aprobación, por los uruguayos, del instrumento internacional, y su apoyo entusiasta a la comisión mixta para la confección de los proyectos definitivos que permitirá, ahora, llamar a licitación para esa formidable obra de transformación e integración de dos países en esta parte del continente.

Y finalmente, crear las condiciones para evitar la constante descapitalización entrerriana, en hombres y bienes, propia de una economía rudimentaria, de mera producción de productos primarios del campo, vigencia de latifundios imperfectamente explotados y mantenimiento de una mentalidad con ojos en la nuca que hemos padecido tantos años en nuestra clase dirigente provincial. Con caminos firmes, electricidad abundante y barata, suministrada por la presa del río Uruguay, desbordes regulados con la misma presa y canales de derivación, el túnel subfluvial, la colonización y tecnificación del campo, fuerte desarrollo industrial transformador de nuestras materias primas y la difusión de nuevos cultivos —como el azúcar de remolacha y el algodón—, Entre Ríos será en pocos años una provincia de poderosa economía y sus hijos no abandonarán el pago. Y muchos volverán a la tierra querida.

¿Qué opina del gobierno provincial del doctor Contín?

El doctor Contín es un hombre inteligente y entusiasta, pero, por lo visto hasta ahora, no puede hacer nada positivo en las grandes líneas del desarrollo entrerriano. Tal vez se deba ello a la desunión interna del partido gobernante, a la heterogeneidad de opiniones del equipo instalado en la Casa de Gobierno y a la escasa cooperación del presidente Illia y sus ministros. En el gobierno provincial faltan planes, conocimiento de los problemas entrerrianos y resolución ejecutiva. Mientras tanto, Entre Ríos está detenido, lo que es sinónimo de atraso.

Sobre el problema interno de la UCRI, ¿qué impresión tiene?

En Entre Ríos hemos hecho grandes esfuerzos para resguardar la unidad interna. En el congreso partidario reunido en noviembre, en Villaguay, se resolvió enviar una comisión especial a Buenos Aires para proponer a los grupos actuantes la terminación del pleito mediante un gran comicio interno en todo el país, controlado por comisiones paritarias. El doctor Oyhanarte, de un grupo, aceptó; el doctor Alende dijo no. Pensábamos que nada mejor que sacar el problema de las manos de los dirigentes y acudir al afiliado, en la capital y en todas las provincias. Era lo más limpio y democrático. La negativa nos ha llevado a la situación actual, y pareciera que el grupo de Alende todo lo espera de la decisión de los jueces. Nosotros pensamos que esto no es problema judicial ni cosa de procuradores y abogados, sino un problema específicamente político, y su solución debe buscarse en por el camino de la consulta a los afiliados. Además, no tenemos confianza en la justicia electoral, creada por decreto ley del gobierno de facto. Esa Cámara de Apelaciones en lo electoral se complicó groseramente con el gran fraude del 7 de julio: en Entre Ríos impidió que el partido Tres Banderas votara su candidato a gobernador, y en Corrientes, su actuación fue horrible; la corrigió, por presión militar, recién el lunes… al día siguiente del comicio. La oligarquía jamás se equivoca; por eso sus grandes diarios y comentaristas de la radio y televisión apoyan al grupo de Alende y pretenden deteriorar la personalidad de Frondizi.

En Entre Ríos los organismos centrales, la gran mayoría de los comités departamentales y subcomités, los organismos juveniles, al gran mayoría de los bloques nacionales y provinciales, están en esta posición; la mayoría es abrumadora.

Todos comprenden que lo que se discute aquí no es un sello de goma. Si los jueces al servicio de la oligarquía nos arrebatan el sello de goma, no nos podrán arrebatar el partido. De todos modos, la decisión final la tiene el pueblo, como siempre.

El espíritu federalista


El desarrollo de Entre Ríos, en cuatro años menos seis días

El túnel carretero subfluvial Paraná-Santa Fe; 600 kilómetros pavimentados y enripiados en la red provincial; 221 edificios escolares nuevos, con erradicación del rancho escuela; dotación de 60 motoniveladoras y equipo pesado a la Dirección Provincial de Vialidad; 2.500 casas de vivienda popular; compra de nueve campos, con 37.000 hectáreas, subdivididos y adjudicados a hijos de agricultores; provisión de agua potable a 31 ciudades y villas; créditos industriales que permitieron el establecimiento de 119 nuevas fábricas; suministro y ampliación de energía eléctrica en 40 ciudades y villas; ampliación de los servicios alámbricos y radiales de telecomunicaciones de la provincia; apoyo sin precedente a las cooperativas; Corporación Entrerriana del Citrus y construcción de la gran fábrica de Concordia, que industrializará 500 toneladas diarias de fruta; Corporación Entrerriana de Azúcar con gran ingenio en Victoria, que producirá 16.000 toneladas de azúcar y 1.000.000 litros de alcohol; equipamiento mecánico de las municipalidades, expansión vigorosa del Banco de Entre Ríos y construcción del gran edificio de la sucursal de la Capital Federal; aumento substancial de los sueldos de empleados y maestros; austeridad sin precedentes en la gestión y conducta de los gobernantes; ni un solo preso o procesado por cuestiones gremiales o políticas.

Todo esto se hizo en cuatro años menos seis días, es decir, desde el 1 de mayo de 1958 hasta el 24 de abril de 1962, en que llegó el interventor federal después del golpe que derribó al gobierno de Arturo Frondizi.