capital humano
Aula de una escuela primaria argentina. / TELAM

Las teorías actuales sobre el desarrollo económico asignan un rol significativo al capital humano y la innovación. Esto abarca a la investigación y las transferencias, tanto del sector privado como del público, hacia la educación formal, que influyen en el crecimiento a largo plazo de los países. No es casual que la palabra capital tenga reminiscencias del latín capitia, que significa cabeza. Para entender la definición de capital humano, se toma el concepto de Lucas (1988), según el cual «el capital humano se define por el stock de conocimientos valorizables e incorporados a un individuo, que repercuten en su vida personal y laboral».

Esta visión viene a complementar y dar una versión superadora a las teorías clásicas, que solo ponían énfasis en la inversión en capital físico, los procesos y los avances tecnológicos en la productividad de los factores. Es decir, en la acumulación del capital entendida, dicho en modo en criollo, únicamente como fierros y manuales. Estas teorías se volvieron insuficientes, ya que no  toman en consideración el factor indispensable que es la acumulación del conocimiento, la educación, la cultura, las habilidades y capacidades de los trabajadores.

El capital humano termina definiendo la asimetría de crecimiento entre los países. Y es en este tema fundamental donde Argentina tiene problemas graves. Como indicó Alieto Guadagni en una de las charlas de la Usina Desarrollista, donde hizo un duro diagnóstico, no solo los alumnos argentinos no comprenden ciertos conceptos, sino que, en muchos casos, no llegan a finalizar sus estudios secundarios. Tampoco hay una continuidad en el proceso de aprendizaje en el mercado laboral, ya que muchos no se incorporan al mismo.  «Si se analiza por nivel educativo, la pobreza era del 56,3% entre quienes tenían secundario incompleto y del 23,8% entre los que lo habían completado», precisó Guadagni. Retomando la importancia de poner en la agenda pública y política el concepto de favorecer la inversión en capital humano, podemos citar autores como Romer, Lucas, Helpman y Grossman, que  conciben la interrelación de cómo la inversión en investigación y desarrollo (i + d) y las transferencias a la educación fomentan la acumulación de capital humano, lo que tiene un impacto directo en el desarrollo económico a largo plazo de las naciones. 

Las externalidades positivas, como los rendimientos crecientes en los procesos de producción, se explican particularmente por la acumulación de conocimiento por parte de los trabajadores a través de la educación formal, posteriormente se complementa en la acumulación del capital humano con las mejoras en las técnicas, innovaciones y los procesos de aprendizaje en la producción de bienes y servicios. Por otro lado, los estados deben incentivar a las empresas o industrias para crear productos innovadores y sostener una competencia que genere igualdad de oportunidades en relación a sus competidores. Esto implica una constante «destrucción creadora» acorde a los preceptos de Schumpeter, lo que promueve una mejora constante en las técnicas y bienes producidos. En cuanto a las mejoras en la  producción en las últimas décadas, se advierten beneficios en la cooperación y el intercambio de conocimientos, habilidades y técnicas que puede traer el comercio intraindustrial entre los países, teniendo en cuenta que los más desarrollados pueden ejercer un efecto spillover de sus tecnologías y formas de producción de punta en los menos avanzados. Esto beneficia a una posible convergencia en procesos de imitación, aprendizaje y superación en los bienes y servicios producidos por los países desarrollados.

En sintonía con lo expuesto acerca de los beneficios de la inversión en  innovación y la adquisición de nuevas tecnologías a la producción, hay investigadores como Ashraf Eid que realizaron estudios en diferentes países de la OCDE acerca del impacto positivo en la tendencia creciente a estimular la investigación y el desarrollo en la Educación Universitaria. Hay que tener en cuenta que los fondos destinados a  la investigación en las Universidades son, en mayor parte, partidas de presupuesto gubernamentales. Es decir, las transferencias son parte de la inversión del Estado. Ashraf Eid encuentra un impacto significativo favorable a este supuesto en el análisis empírico realizado sobre el desarrollo de los países de la OCDE. El estudio fue realizado durante entre 1981 y 2006. En estos países, un aumento en la inversión en investigación y desarrollo por parte de las Universidades condujo a un incremento de la productividad por trabajador y en la tasa de  retorno social en un largo plazo.

Otro referente de la temática, Nikos Benos, realizó un estudio sobre capital humano específicamente del sector educativo. Por un lado, tiene en cuenta la intervención de los gobiernos a través del aumento del gasto destinado a transferencias a grupos involucrados en el proceso educativo, como docentes o investigadores. Por el otro, considera las transferencias directas a estudiantes en forma de becas. Lo novedoso de este texto es que va más allá en la explicación de la función de producción en cuanto a la acumulación de capital humano en un individuo y suma lo concerniente a las transferencias producto del contexto socioeconómico familiar. Esto abarca el  gasto educativo de los padres y el capital humano de los mismos, así como la eficiencia en la adquisición del conocimiento según el tiempo de estudio. El trabajo subraya que existe un impacto positivo en el legado educativo  de los padres y su ingreso con la eficiencia en el aprendizaje de sus hijos. Por otro lado, un alto componente de capital humano en la sociedad presiona, según el estudio, a solicitar un aumento en las transferencias gubernamentales al área de educación y en el gasto educativo de las familias. Según el Nikos Benos, cuando hay una propensión altruista de la generación anterior a la analizada a elegir mayor inversión en educación para sus hijos, las transferencias del Estado en educación son altas y la eficiencia en cuanto al tiempo de estudio es alta. Esto deriva en una mejora en el bienestar de la nación. De este modo, Benos argumenta que mejorar la acumulación de capital humano mediante transferencias al sistema educativo o directamente hacia las familias conduce a un círculo virtuoso logrando un crecimiento sostenido a largo plazo.

Es imperioso que haya una concientización de la grave situación  de los indicadores educativos de nuestro país. Muchos de ellos fueron expuestos por Alieto Guadagni. El principal problema es que la educación en Argentina está lejos de ser una herramienta de ascenso social, criticó Guadagni. Esto reafirma lo que vienen comentando numerosos académicos de la educación como Mariano Narodowski, en su último libro El colapso de la educación; Axel Rivas en Quién controla el futuro de la Educación; o el ya clásico de Jaim Etcheverry, La tragedia educativa argentina. Lo preocupantes es que este último libro fue publicado cuando la Argentina estaba dentro de los primeros puestos en pruebas estandarizadas en Latinoamérica. Dos décadas después, estamos en los últimos. La verdadera grieta se está produciendo entre el argentino que logra conseguir un capital humano y cultural para afrontar los desafíos del siglo XXI y el que se queda en el camino del trayecto educativo. Es tarea de todos ocuparnos. Se está agotando el tiempo y nuestra gente está quedando sin igualdad, no solo de oportunidades sino, lo más importante, de capacidades.