Introducción
La Leyenda negra contra el desarrollismo habla de un gobierno represor contra la clase trabajadora y al Plan CONINTES como su pérfido instrumento. Lejos de eso, Frondizi y Frigerio trabajaron siempre por la conformación del frente nacional con el movimiento obrero en entendimiento con su entonces representación en la política nacional: el peronismo. Su ideario y medidas de gobierno así lo reflejaron. La intolerancia y el odio que caracterizaron la época, las drásticas medidas económicas que se debieron tomar, el rechazo al frentismo y el paso a la acción terrorista bajo el paraguas de la “resistencia” por parte de sectores del peronismo, la presión de una cúpula militar golpista obsesionada con eliminar al “enemigo”, llevaron a la implementación de CONINTES. Sin embargo, lejos de ser una mancha negra que el estudio historiográfico ponga al desnudo, un análisis crítico y basado en evidencias pretende demostrar que el Plan CONINTES lejos de causar muertes salvó vidas y evidencia cómo el Estado Nacional puede (y debe) usar su fuerza ante graves situaciones de insurgencia, violencia y agitación interna, dentro de la legalidad y la primacía de los derechos humanos.
I- Generación del Plan CONINTES
Inspirado en una ley de Perón
No todos sus críticos, sobre todos los peronistas, aclaran que CONINTES (que significa Conmoción Interna del Estado) está inspirado en la ley Nº 13.234 de “Organización de la Nación en Tiempos de Guerra”, sancionada en 1948 por el Congreso Nacional, dominado por el peronismo. Particularmente su artículo 38 establecía que “decretada la movilización por causa de guerra o su peligro inminente, o en caso de catástrofes o emergencias graves, que afecten zonas importantes del país, el personal convocado para el Servicio Civil de Defensa quedará sometido a las disposiciones del Código de Justicia Militar, en la misma forma que el convocado para el servicio militar”. En concreto su objetivo era la implementación de la Justicia Militar por sobre la civil ante actos de insurgencia que instigaran una guerra interna.
En primer lugar, en las circunstancias descriptas por la ley como causales se ve claramente que exceden la guerra externa, como la amplia causal de «emergencias graves» y, en segundo y más importante, es que el propio Perón la aplicó para movilizar militarmente a los ferroviarios en enero de 1951. Además, decretó el estado de guerra interno cuando se produjo la insurrección del Gral. Menéndez (Decreto 19376/51 ratificado por ley 14062). Y no es menor que dicho decreto siguió rigiendo mientras Perón fue presidente hasta el golpe de septiembre del 55 (aunque es cierto y relevante reconocer que tampoco la ejecutó al momento del golpe lo que hubiera producido una guerra civil).
La batalla del petróleo y las primeras resistencias
Frondizi asume el poder, tras pactar con el peronismo, de un gobierno sumamente condicionado y rodeado por la desconfianza de actores que se aborrecen entre sí. Acercarse a un sector es alejarse del otro. Es la grieta al extremo del odio y la intolerancia, sentimientos que se instalaron entonces y que desembocará posteriormente en la violencia de los 70, cuyas esquirlas llegan hasta hoy. Consultado al respecto para este análisis, José Gimenez Rebora nos explica el contexto y las visiones políticas de aquel entonces al decir que “las dirigencias sociales, intelectuales y políticas, salvo las que adherían a la política gubernamental de Frondizi, tenían sus propias tácticas e ideas que incluían tanto las acciones psicológicas como las acciones terroristas, la toma del poder (o su recuperación) por vías violentas, la negación del otro o la represión. La tesis política de Frondizi era distinta porque creía en un acuerdo social y político nacional”.
El eje de su gobierno era el desarrollo nacional, es decir el cambio de estructuras productivas que garantizase la sustentabilidad económica de la nación, y con eso la verdadera justicia social y la equidad. Para quienes diseñaron y pusieron en práctica esa política era fundamental la alianza de clases entre trabajadores y empresarios, acompañados por los protagonistas de la cultura, y la conformación de su instrumento político: El Frente Nacional, en cual debía estar por su representación de la clase trabajadora, el peronismo.
Sin embargo, al antagonismo exacerbado entre peronistas y antiperonistas se sumaba en la dirigencia argentina un “anacronismo ideológico” que, al decir de Frigerio, impedía evolucionar en medidas disruptivas contra el subdesarrollo. Considerar que el capital extranjero era contrario al interés nacional y sus promotores cipayos era uno de esos prejuicios retrógrados. La firma de contratos petroleros de locación de obra (tareas encomendadas por el contratante), para extraer el petróleo que YPF no tenía como sacar, con empresas internacionales, era la primera y fundamental batalla desarrollista y debía irrumpir contundente contra esa resistencia que del sordo prejuicio pronto se transformó en acción terrorista.
Los acuerdos petroleros con el capital extranjero era algo que el propio Perón no se había animado a hacer aún sabiendo que era imprescindible. Frondizi lo hizo a los pocos meses de iniciado el mandato. La dirigencia petrolera, por convicción o interés, apoyo tácitamente, pero sectores facciosos invocando a “las bases” tomaron el camino de la huelga y el sabotaje generando cuantiosas perdidas materiales. Estaba claro desde entonces que forjar la alianza de clases iba ser una ardua tarea.
Como si fuera poco, por el ritmo que implicaba el programa, Frondizi y Frigerio abrieron otro frente: Laica o Libre y entonces sí la sociedad argentina estuvo en completa ebullición. Perdería el apoyo de los sectores progresistas que, presos de ese anacronismo ideológico que los confinaba en un estatismo cerril, vieron la creación de universidades privadas como una medida conservadora. Lograba es cierto, la bendición de un actor muy relevante en ese entonces: La Iglesia católica.
Para noviembre de 1958 todo el país estaba sumamente convulsionado pero el programa de desarrollo estaba en marcha. El mentado pacto con Perón abordaba y acordaba muchas de estas cuestiones (la cuestión del petróleo sin dudas) por lo que aunque informal había cierto consenso. Aún así el costo fue alto: la resistencia a los contratos de la oposición radical y conservadora implicaron directa o indirectamente que el impulsor de los mismos, Rogelio Frigerio, tuviera que renunciar por presiones militares y que una semana más tarde Frondizi le pidiera la renuncia al propio vicepresidente Alejandro Gómez, que se había colocado en acérrimo crítico al gobierno implicándose en conspiraciones golpistas.
Creación del Plan CONINTES
El descontrol de las huelgas y sabotajes petroleros generará que el 11 de noviembre de 1958 se declare el estado de sitio en todo el país. Tres días más tarde, por medio del decreto secreto 9880, se crea el Plan de Conmoción Interna del Estado (CONINTES). Sin embargo, no se lo pone en estado operativo. Inspirado en la mentada ley peronista, sus diseño más elaborado se remonta a 1957 cuando en una reunión de Presidentes en Panamá, en la Junta Interamericana de Defensa, se sentaron las bases para ejecutar acciones antisubversivas. Surgieron así las dos etapas del CONINTES: la primera preparatoria y la segunda ejecutiva. El decreto abarcaba esa primera etapa y se refería a cuestiones operacionales estrictamente al ámbito de la fuerza. Lo mas relevante era que disponía la eventual subordinación de las policías provinciales a las fuerzas militares de manera de eficientizar el uso de la fuerza dado el estado de situación que ha motivado la declaración del estado de sitio. Por eso se habla de que en esta fecha se crea, pero no se implementa CONINTES como si ocurrirá más adelante.
Sus críticos argumentan que la norma fue concebida “dentro de los parámetros de la guerra tradicional interestatal y de ejércitos regulares enfrentándose entre sí” y el gobierno de Frondizi la forzó para hacerla “contrainsurgente”. En esa línea, el trabajo “Plan CONINTES: Represión política y sindical” publicado por el Archivo General de la Memoria del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner hasta aventura afirmar que “El Estado utilizó esa normativa para reprimir al pueblo como parte de una estrategia contrainsurgente”.
II- La resistencia peronista y el despertar subversivo
El inicio de las provocaciones y la resistencia peronista
El necesario y severo plan de Estabilidad y Desarrollo (Frondizi no se anduvo con gradualismos aunque primero lanzó el programa de desarrollo que generaría la reactivación) se lanzó a fin de año en el marco de un acuerdo con el FMI que implicaba un necesario ajuste del gasto público y un reordenamiento de las variables económicas (previo sinceramiento de las mismas). La inflación reprimida durante años de populismo (peronismo y libertadora) era ahora liberada y se desbordaba, así como el precio del dólar (serian estabilizados meses más tarde merced a los logros del programa de desarrollo: de 11,6 Mensual en 1959 a 13,7 Anual en 1961). Frondizi era consciente de que el necesario y fuerte programa de estabilización implementado iba a mermar las condiciones de vida de los argentinos por lo próximos meses y que sería un verdadero reto lograr el apoyo de las clases trabajadoras al programa desarrollista. ¿Qué actitud tendría el peronismo frente a ese panorama? ¿Mantendría esa frágil e informal pacto u ofrecería resistencia?, o más concretamente en torno al juego del poder: ¿Ganaban más con el triunfo o el fracaso de Frondizi?
La respuesta se daría en torno a los episodios relativos a la toma del Frigorífico Lisandro de la Torre a mediados de enero de 1959: Mientras John William Cooke, el delegado de Perón en Argentina, demagógicamente pretendía usar el episodio para romper el frentismo, posicionarse como líder y pasar a la resistencia, Ramón Prieto bogaba por calmar las aguas, mantener el Frente Nacional y no desestabilizar al gobierno. Eran los dos referentes peronistas que habían articulado el Pacto entre Perón y Frondizi. Cooke impondrá su juego y cambiara el curso de los sucesos. Al decir de Prieto el episodio del la toma implicó “el paso de las huelgas provocativas a las insurreccional, revolucionarias”. Frondizi lo considera de la misma manera cuando años después analizará que ”en enero de 1959, el peronismo declaró una huelga revolucionaria, cuando nosotros recién empezábamos a aplicar la política de desarrollo”.
Lo de “romántica y épica» toma del Frigorífico Lisandro de la Torre será literatura de ficción de la izquierda. La evidencia de la hipocresía de este mito revolucionario queda plasmada en la anécdota de que, «al irrumpir los tanques contra los portones, el propio Cooke llegó agitado a la asamblea tomado con un pañuelo manchado de sangre clamando dramáticamente sobre “la masacre de 20 trabajadores por orden del gobierno en el Frigorífico Municipal”. Era sangre bovina…Una farsa.» Al hablar de la “huelga revolucionaria de enero del 1958” Rogelio Frigerio señala que “las provocaciones que hicieron surgen de declaraciones públicas del propio John William Cooke. Ellos y los grupos gorilas coincidían en el propósito de derrocar al gobierno y urdieron una trampa a propósito del conflicto gremial en el frigorífico Lisandro de la Torre: inventaron que allí había muertos cuando en realidad ni un solo obrero sufrió un rasguño.” (Conversaciones con Fanor Diaz p58)
Frente a la toma, de trabajadores pero con infiltrados políticos y revolucionarios a los que le hacían el juego, el gobierno actuó contundente y desalojó el recinto tomando detenidos. Lo importante de este episodio es mostrar el despertar de la resistencia peronista, sus instigadores y causas, y como si bien CONINTES no estaba activo en esos momentos fue éste el inicio de los sucesos que llevarían meses más tarde a su implementación. Frigerio es contundente en este sentido al decir que “estas medidas (CONINTES) debieron adoptarse en razón de ese juego de provocaciones (como la del Frigorífico).” -CFDiaz-
La denuncia del pacto y el fin del frentismo
Si aquella “épica“ fue un golpe fatal al frentismo y el auge de la resistencia peronista, el obituario fue la publicación por parte de Cooke del mentado Pacto, obviamente con la veña de Perón, en junio del 59. El argumento fue que Frondizi «no había cumplido sus promesas». Pero Frondizi no había hecho promesas, ni siquiera la firma en el documento expuesto era la de él. Lo que había eran coincidencias con Perón que llegado a la presidencia estaba decidido a cumplir, pero no como una exigencia del Pacto sino como una convicción propia. Así, por ejemplo, había otorgado una amnistía general, legitimizado al peronismo y otorgado el Estatuto de Asociaciones Profesionales. Lo que no se había cumplido ciertamente era el levantamiento de la proscripción electoral, algo que era extremadamente prematuro siquiera plantearse frente a la hostilidad militar. Más tarde sí dejaría a las fuerzas peronistas competir.
Esta ridícula excusa de incumplimiento se usó descaradamente para justificar la acción insurgente de la Resistencia Peronista, pero incluso en nuestros días sigue usándose. La obra ya citada y financiada por el Archivo General de la Memoria dice textual: “Durante algunos meses, la Resistencia suspendió sus acciones, pero el incumplimiento del pacto, que se manifestó en la política de entrega del petróleo en concesión a las empresas extranjeras en contra de lo acordado, dio lugar al reinicio de las acciones y a la aplicación del Plan Conintes para reprimirlas. La huelga petrolera de Mendoza contra la entrega del patrimonio de la Nación fue una verdadera epopeya protagonizada por la Resistencia”. Que Perón compartía y estaba al tanto de lo planeado en torno al petróleo es algo que está documentado en su obra “La fuerza es el derecho de las bestias”, pero lo que es indignante es usar esa excusa más de 60 años después, cuando ya se vio el efecto positivo de aquellos contratos. Es menester aclarar que la Resistencia, y la violencia contra el orden democrático y la sociedad, no tenía justificación alguna para con un gobierno que restituyo derechos y garantías a los trabajadores y al propio peronismo. ¿Cuáles fueron entonces los verdaderos motivos? Vuelvo a Prieto: “(Cooke) se dedicó, desde la otra punta del eje de la torpeza, a marchar hacia el mismo objetivo, con los mismos métodos que los gorilas: imposibilitar la estabilidad constitucional, enfrentar al gobierno con el pueblo y, en especial, con la clase obrera, y hacer de la pacificación política y social el barro de todas sus baterías”. La Resistencia, y el rechazo al frente nacional, se explica mejor por la mezquindad y ambición de los hombres que por “románticas epopeyas” y causas nobles.
Comprendamos que la publicación del Pacto, con «compromisos» de Frondizi hacia Perón, fue un episodio altamente desestabilizador para el gobierno: no solo confirmaba la ruptura del Frente con el peronismo, sino exacerbaba la hostilidad y desconfianza de los FFAA. Una de sus consecuencias directas fue, tras evitar un nuevo intento de deponer al presidente, que Frondizi y Frigerio decidieran nombrar a Álvaro Alsogaray como ministro doble cartera de Economía y Trabajo, a modo de concesión para, en palabras de Frondizi “parar el golpe gorila”.
En concreto, el gobierno, y la figura de Frondizi y Frigerio, cayeron en enorme recelo de una gran parte de los actores políticos y sociales muchos de los cuales eran ahora abiertamente hostiles. Desde entonces tanto la resistencia peronista como el golpismo militar y civil encarnado en la UCRP, exacerbarán sus tareas desestabilizadoras. Los sucesos y acciones de ambos sectores contra el gobierno buscando su fracaso y deposición, llevaran cada vez más hacia el camino represivo que implicaba la fase 2 de CONINTES: su implementación.
La violencia
Si bien la base crítica de la resistencia peronista eran los sectores sindicales, que con el apoyo de sus bases estaban alineados con el sector liderado por Cooke, el Frente Revolucionario Peronista (FRP), esté marcha en 1960 a Cuba para «vivir la Revolución» (y poder prepararla a su regreso). Aún así, Perón había articulado la resistencia en tres frentes: el sindical, el militar que lideraba el general Miguel Iñiguez, y el civil que pivotaba en los otros dos. Surgió entonces un nuevo actor, ya de índole revolucionario terrorista: los Uturuncos, también conocido como Ejército de Liberación Nacional o Movimiento Peronista de Liberación que si bien eran autónomos estaban influidos por las ideas de izquierda y obviamente por Cooke. La izquierda, la derecha y el centro enrolados en la causa peronista: estrategia que mantuvo el caudillo hasta que ya en el poder quiso desarticular perdiendo el control de estas fuerzas tan antagónicas embriagadas de poder y violencia.
El accionar terrorista llevará incluso al confuso episodio que desencadenó en la renuncia del gobernador de Córdoba Zanichelli, y la intervención constitucional de la provincia por el Poder Ejecutivo. Según los FFAA el gobernador actuaba en complicidad o pasividad con los sediciosos. La versión desarrollista es que la situación interna lo superó no pudiendo manejar la situación. Finalmente puso a disposición la renuncia al presidente evitándole de esta manera males mayores, como una intervención militar.
A pesar de que, en el mentado trabajo publicado por un organismo público, se afirma, (¿y justifica?), que “las acciones fundamentales de la Resistencia consistieron en la colocación de cargas explosivas sin que esas acciones tuvieran una orientación estratégica” la violencia generó relevantes perdidas humanas y materiales. Hay dos ejemplos que son evidentes: “En febrero de 1960 fueron volados los depósitos de petróleo de la Shell en Córdoba (9 muertos y 30 heridos) y el 12 de marzo se atentó contra el domicilio particular del entonces capitán del Ejército David René Cabrera y resultó muerta su hija Guillermina de 4 años y herido gravemente su hijo Jerónimo Luis, de 6 años” nos relata José Giménez Rebora para explicarnos los causales directas de la implementación fehaciente del Plan CONINTES. Agrego un factor y evidencia más: Un periódico de Londres publica en febrero declaraciones de Perón sobre los guerrilleros uturuncos y las elecciones legislativas que deben realizarse el 27 de marzo de 1960. El general, que desde hace un mes vive en España expresa: “En Argentina ha comenzado la época de los cambios. Se realizarán elecciones el mes próximo y millones de mis partidarios no podrán votar libremente. Ellos jamás aceptarán eso. La lucha ha comenzado ya en las montañas de mi patria”.
Por su animersión visceral a Perón, su mera intromisión en la política nacional es para la facción gorila-militar un motivo inexcusable para la represión y la proscripción de sus seguidores. Frente a este panorama las cúpulas militares exigen medidas draconianas.
III – Implementación del Plan CONINTES: Su verdadero impacto
Implementación de CONINTES
La implementación de CONINTES el 15 de marzo de 1960 implicó en primer lugar el establecimiento de un sistema de zonas, subzonas y áreas de defensa bajo autoridad militar. Pero su esencia radicaba en el hecho de que autorizaba a los jefes militares a crear Consejos de Guerra para juzgar a los detenidos “CONINTES” que cometieran cualquiera de estos dos delitos: a-la intimidación pública y b- el terrorismo.
Son dos decretos, el primero es el 2628 del 13 de marzo y lo que hace era poner en estado activo el Plan CONINTES descripto en el decreto secreto 9880, es decir lo referido a la subordinación de la policía a las FFAA. También disponía el establecimiento de zonas, subzonas y áreas de defensa bajo autoridad militar: la Zona de Defensa I incluía la Capital Federal y las provincias de Buenos Aires y La Pampa; la Zona de Defensa II se integraba por las provincias de Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes, Chaco, Misiones y Formosa; la Zona de Defensa III estaba conformada por las Provincias de La Rioja, San Juan, Mendoza, San Luis y Córdoba y, por último, la Zona de Defensa IV aglutinaba las provincias de Tucumán, Salta y Jujuy. En esto se evidencia la influencia de la “Doctrina francesa de la Guerra Revolucionaria” en el diseño del plan.
Frondizi evita un baño de sangre
Aquí es muy importante el testimonio rescatado en un trabajo al respecto de Esteban Pontoriero que dista de ser afín al desarrollismo. Según su investigación al día siguiente de implementarse el Plan, el ministro de Guerra, General Larcher, solicita a Frondizi la declaración de la ley marcial, y hasta insinúa el presidente declare el estado de guerra para así gobernar por medio de Bandos sin inferencia del Poder Judicial. Frondizi con astucia y legalidad se niega. Estaba lejos de ser un títere, razón por la cual generaba profunda antipatía en los generales más autoritarios. Larcher no se rinde y le confiesa a Frondizi que “existe una gran inquietud en el Ejército, se pide que se den las armas para castigar. El estado Conintes nos transforma en simples policías. Si se puede tomar una medida legal y vigorosa, creo que esta inquietud desaparecerá”. Es decir que los propios militares reconocían lo moderado que era CONINTES y pedían más “poder de fuego”. Es válido considerar que buscaban poder decretar la pena de muerte. Al respecto Gimenez Rebora agrega que también “hay que tener en cuenta la pretensión del gral. Toranzo Montero en 1960 exigiendo como Comandante en Jefe del Ejército expedir un Bando (orden obligatorio y extraordinario de la autoridad militar) que permitiera la aplicación sumaria de la pena de muerte (ya existían antecedentes incluidos los fusilamientos de 1956)”. Pontoriero continúa su análisis: “Finalmente, las autoridades políticas y militares presentes llegaron a un acuerdo respecto del comunicado que se dictaría el día siguiente el cual se convirtió en el Decreto 2639 mediante el cual se establecieron los Consejos de Guerra para juzgar civiles acusados de cometer “actos terroristas”. Por consiguiente, en esta discusión puede decirse que la posición de Frondizi prevaleció por sobre la del general Larcher”.
Efectivamente es el segundo decreto, el 2639 del 15 de marzo de 1960, el eje principal de CONINTES en el cual se autorizaba a los jefes militares a crear Consejos de Guerra para juzgar a los detenidos por las causales previstas: intimidación pública y terrorismo (no por huelga ni protesta sindical). Es decir, los juzgaban bajo jurisdicción militar y no la justicia civil. Gracias a la firmeza y argucia de Frondizi no concebía ni remotamente el establecimiento de la ley marcial y de la pena de muerte que era lo que intensa y descaradamente pretendían los sectores más reacciones de las FFAA.
Del profundo análisis de Pontoriero se concibe que CONINTES fue una respuesta legalista que encontró y promovió Frondizi a las presiones de los sectores más reaccionarios de las FFAA frente a la real situación de violencia que existía en el país. Es decir que, frente al requisito de Bandos, declaración de Estado de Guerra Civil, pena de muerte y ley marcial, Frondizi impuso CONINTES que a definición de Larcher los ponía “en simple policías”. Les pido tomemos unos segundos nomás para tomar noción de este accionar. De las vidas que se salvaron, del valor de las convicciones y de lo injusto que es puede ser el juicio de algunos pocos, cegados por rencores e ideología, con aquel que protegió la vida de muchos.
Desarticulación de CONINTES. ¿Fue represión contra los trabajadores?
Cumplido rotundamente su objetivo de controlar la amenaza terrorista, el 2 de agosto de 1961 Frondizi decreta la desactivación del Plan CONINTES. Estuvo en vigencia 17 meses. Había sido sumamente efectivo (cumplido su objetivo) y eficiente (sin víctimas fatales). La leyenda negra en cambio habla de un Frondizi empecinado con reprimir a simples trabajadores.
Las represiones que cupieron a trabajadores en el marco de CONINTES se dieron en circunstancias en que, consciente o en inocente complicidad, actuaba acorde a los intereses de grupos sediciosos, violentos y golpistas ajenos a toda posibilidad de acuerdo y alianza de clases. Al respecto de la pregunta en este apartado, Gimenez Rebora es bien taxativo: “es irresponsable afirmar que represión al terrorismo equivaliera a represión de los trabajadores, aunque algunos lo quisieron hacer o entre aquellos hubiera habido líneas insurreccionales y creyentes o practicantes del terrorismo”.
El impacto de los logros del gobierno desarrollista en la clase obrera, e incluso en el peronismo, fue algo que claramente no se valoró, y hasta se obstaculizo por los propios beneficiarios durante aquel gobierno. Con el tiempo sí, ciertos sectores de los mismos reconocieron ese error y se rindieron ante sus evidencias. Así lo concibe el propio Frondizi al analizar el tema años después diciendo que “tomamos medidas muy concretas que beneficiaban al peronismo y a la clase obrera, la que recuperó sus organismos representativos y pudo expresarse plenamente. Por supuesto que no abandonamos en ningún momento el programa nacional y popular, como lo prueba suficientemente la obra de gobierno que realizamos en esos años. Con el paso del tiempo, esos resultados van cobrando, a los ojos de los observadores, su verdadera importancia.” (C.FanorDiaz)
Aunque no se realizó en el periodo de vigencia de CONINTES (fue a fines de 1961), merece ser nombrada la huelga de 42 días que los ferroviarios le hicieron al gobierno en el marco de la implementación del plan de racionalización del sector. Fue tan dramática que tuvo que ser resuelta por intervención de monseñor Caggiano, corroyendo aún más, por su conflictividad, impacto y duración, a un gobierno que se preparaba para elecciones en los próximos meses. Más allá de las justas reivindicaciones (salariales) pero lejos de comprender las reformas estructurales del sector, toda protesta en este contexto tenía el fin de desestabilizar al gobierno, sin tomar conciencia de que así precisamente empoderaba y le hacia el juego al sector gorila de las FFAA, su natural adversario.
Impacto y resultado de la implementación del Plan CONINTES
Según datos de la Secretaría de Inteligencia del Ejército (en adelante, SIE) estos son los datos relativos a la violencia generada por la resistencia peronista y el terrorismo antes y durante la vigencia de CONINTES:
Año (periodo) | Atentados | Bombas/Incendios /sabotajes y otros | Muertos/ heridos |
1958 (may/dic) | 247 | 135/19/93 | 0/9 |
1959 | 941 | 648/57/236 | 5/19 |
1960 (*) | 327 | 205/26/96 | 12/61 |
1961 ene/jun
|
51 | 34/2/15 | 0/0 |
TOTAL | 1566 | 1022/104/440 | 17/89 |
Fuente: Elaboración propia según datos de documentos de la exSIE.
En marzo de 1960 se implementa CONINTES: En el primer semestre se registraron 211 hechos de violencia y luego, ya con CONINTES funcionando en la segunda mitad del año: 116.
Las victimas fatales del terrorismo fueron en total 17, menguando notoriamente desde la aplicación del plan. En tanto que, si bien hubo gran cantidad de detenidos (más de 3000) los condenados a prisión fueron 111 por las dos causales CONINTES: intimidación pública y terrorismo.
Por otro lado, no hubo ninguna víctima fatal por la represión legal del CONINTES.
IV- CONINTES, combatir a la violencia con las armas de la ley y dentro de la ley.
CONINTES expresa un logro en el fino equilibrio del ejercicio de la fuerza por parte del estado frente a la violencia, el hacerlo en un marco legal y al mismo tiempo respetar los derechos humanos de todos sus ciudadanos, incluso por supuesto aquellos en situación de sedición. Vale mucho la pena citar al respecto el testimonio de Julio Oyhanarte, entonces presidente de la Corte Suprema, al respecto:
“(Otro) caso relevante estuvo referido al llamado plan CONINTES. Por primera vez se discutió el alcance de los poderes de excepción que el Estado inviste ante las situaciones de grave peligro colectivo originadas por la «violencia doméstica», como dice la Suprema Corte de Estados Unidos. La sentencia afirmó que tales supuestos nacen una potestad de autodefensa del Estado democrático, cuya intensidad ha de ser proporcional a la magnitud del riesgo social creado. Puede llegarse al extremo de que organismos militares juzguen y condenen a personas civiles, pero con la esencial reserva de que las penas que se impongan cesarán cuando concluya el estado de necesidad extrema que las justificó, al desaparecer ese estado -.puede leerse en el fallo[1]– las condenas se extinguen y los civiles recuperan el derecho a ser juzgados por magistrados judiciales propiamente dichos. La Corte tuvo conciencia de la gravedad de la circunstancia por la insurrección subversiva -fundamentalmente gremial- de aquellos años, e incluso acogió el principio de que «el poder de hacer la guerra autoriza a hacerla con éxito», que Charles Evans Hughes había expuesto al promediar la primera guerra mundial. Pero no perdió la cabeza ni la visión de los límites que -si están en juego la libertad y aun la vida de las personas- nunca, nunca, deben ser sobrepasados. Y aun a riesgo de caer en autocontradicción, declaró que las condenas dejaban de serlo en el momento en que el país volviese a su normalidad.” (OYHANARTE, Julio, Prólogo, Tomo IV, XXII-XXIII, en PISARELLO, Roberto G. y MENOTTI, Emilia E., Arturo Frondizi. Historia y problemática de un estadista, Depalma, Buenos Aires 1988)
Valioso también es entender la visión al respecto de este tema del propio Rogelio Frigerio quien analiza muchos años después (y posterior al Proceso) las acciones represivas del gobierno desarrollista: “Durante el propio gobierno desarrollista, en 1960, ante situaciones embrionariamente similares a las de 15 años después, señalé: «es hora de que los argentinos reaccionemos enérgicamente contra estos provocadores y asesinos. Pero que reaccionemos en la forma organizada y civilizada con que una sociedad de hombres libres reacciona contra el crimen antisocial y antinacional. No con otros crímenes ni con otras depredaciones, sino con el instrumento responsable de la ley y con el peso de la autoridad constituida. Así se hizo, en efecto; en el gobierno de Arturo Frondizi. La ola de perturbaciones sociales, muchas veces artificiales y de carácter nítidamente provocador, fueron afrontadas con vigor pero en el marco permanente de la ley. Esas perturbaciones, espontáneas o insidiosas, e inclusive los brotes guerrilleros, fueron repelidos sin que se registrase en aquellas operaciones un solo muerto.” (Diez años después)
También deja bien claro su postura relativa al equilibrio entre represión y legalidad: “Las acciones sujetas a la legalidad no debilitan la represión, al contrario: construyen las bases morales para sostenerla. Un país armado para defenderse contra el terrorismo por la propia conciencia de la criminalidad de la subversión, fortalece estas convicciones cuando se la combate legalmente y el estricto monopolio de la fuerza por el Estado robustece esa conquista ética, que es imperiosa pues el apoyo popular es indispensable en la lucha contra la violencia.” (Diez años después -pág. 109/110)
Al hacer el propio Frondizi, también años más tarde, su análisis de la implementación de CONINTES, llega a similares conclusiones: “el gobierno desarrollista se vio jaqueado desde diversos ángulos. Una parte de la dirigencia peronista manifestó una total incomprensión del Frente Nacional Y se lanzó al hostigamiento del gobierno, con lo cual colaboraba ostensiblemente con sus verdaderos enemigos. En enero de 1959, el peronismo declaró una huelga revolucionaria, cuando nosotros recién empezábamos a aplicar la política de desarrollo. Estando la provocación en marcha, debimos enfrentar también la presión militar que quería reprimir con carácter de venganza: había una propuesta de realizar fusilamientos contra los sediciosos. Pero logramos mantener el orden dentro del más absoluto respeto de la legalidad. La prueba que nuestros enemigos no podrán ocultar nunca, es que durante el gobierno de 1958 a 1962 no hubo una sola vida perdida en la lucha política.” (Cuando Fuimos Gobiernos)
Frondizi y los derechos humanos
La leyenda negra pretende instalar la idea de un Frondizi maquiavélico que, con tal de evitar lo derroquen los militares e implementar sus políticas de ajuste, se transforma en un represor de la clase trabajadora. Quienes nos tomamos el tiempo para analizar la figura del estadista, junto con sus convicciones y valores, sabemos que nada hay más alejado de la realidad.
El citado trabajo de Pontoriero parece sorprenderse ante este hecho al concluir que “Frente a la visión de la historiografía que presenta a un Frondizi débil y presionado por los militares para poner en ejecución el Plan CONINTES, este artículo mostró a un presidente que fue capaz de sostener una opción propia frente a una distinta tal como era la declaración de ley marcial y pena de muerte que quería la mayor parte de la oficialidad castrense”.
Al respecto Gimenez Rebora es contundente al afirmar que “se evitó un «baño de sangre», cuya probabilidad presumía Frondizi (en las intenciones y declaraciones militares).”
Recordemos eran tiempos de enconados odios y antagonismos, incluso mucho mayores que los que vivimos, pero el estadista estuvo siempre supo estar por encima de ellos. La magnitud de este hecho, que se puede evidenciar en los resultados que tuvo CONNINTES pero también en el proceder frente a experiencias de represión estatal frente al terrorismo, como la de aquellos que firmaron los decretos asesinos 2770/75, el 2771/75 y 2772/75, exaltan la figura del estadista a niveles patrióticos como prohombre defensor de los derechos humanos cuando estos estaban verdaderamente en jaque defendiendo al mismo tiempo la legalidad y la republica.
“Respetaremos los derechos humanos porque así lo ordenan la Constitución y las leyes, pero además porque ese respeto forma parte de nuestra concepción del hombre como ser sagrado. En tal virtud se preservará celosamente el ámbito de la vida privada en la conciencia y en el hogar. Bajo nuestro gobierno estarán plenamente garantizados las libertades y derechos esenciales que hacen a la conciencia: la libertad de expresión, la libertad de asociación, el derecho de reunión y, sobre todo, el derecho a la crítica y a la oposición en medida legítima. Esas garantías concretas alcanzarán a las comunicaciones personales, a la correspondencia y a la intimidad del hogar, que serán otros tantos reductos inviolables, liberados del temor a los ultrajes y a los allanamientos practicados sin orden de autoridad competente.”
Arturo Frondizi. Discurso inaugural del 1 de mayo 1958
Fuentes
- Fanor Diaz, Conversaciones con Rogelio Frigerio
- Cuando Fuimos Gobierno
- Diez años de la crisis Argentina
- ESTADO DE EXCEPCIÓN Y CONTRAINSURGENCIA: EL PLAN CONINTES Y LA MILITARIZACIÓN DE LA SEGURIDAD INTERNA EN LA ARGENTINA (1958-1962) Esteban PONTORIERO https://ri.conicet.gov.ar/bitstream/handle/11336/70349/CONICET_Digital_Nro.cd27e580-ecbf-432c-b8ca-e734c0be30de_A.pdf?sequence=2
- Argentina. Ministerio de Justicia y Derechos Humanos. Secretaría de Derechos Humanos Plan Conintes. Represión política y sindical / coordinado por Sebastián Chiarini y Rosa Elsa Portugheis. – 1a ed. – Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación. Secretaría de Derechos Humanos. Archivo Nacional de la Memoria , 2014: http://www.jus.gob.ar/media/2824358/publicacion_libro_plan_conintes.pdf